Ser o no Ser: La crisis intelectual de la Derecha



• Joaquín Fernandois:

La derecha no surge al alero de un lenguaje preciso
o de una idea elaborada con cierta significación,
como ha sido el caso de la izquierda.

Sin embargo, desde Pericles y Cicerón la palabra alada
debe presidir toda deliberación pública y personal
acerca del quehacer político.

Mientras la izquierda nace en el siglo XVIII como lenguaje,
la derecha debe apropiarse de uno, 
en el sentido de asumir tal o cual tradición.
Eso hace más compleja la relación entre la derecha y las ideas.

(...)

Con la normalidad de la nueva democracia a partir de 1990,
la derecha dio por hecho que su lenguaje correspondía a la verdad de las cosas,
sin buscar mayormente respuestas en el universo intelectual.

(...)

No se trata de que los intelectuales dirijan a la derecha.
Le iría peor todavía.  Y que los que llama intelectuales de derecha
lo son limitadamente -lo reconoce-, casi siempre aislados de la derecha concreta.

Reforzaría la idea con el caso de Mario Góngora,
quien insistía en no ser de derecha, pero sí tradicionalista.

Ha habido ocasiones en que la derecha chilena -y de otras partes-
ha asumido el tema del «transformismo» como finalidad en sí mismo,
orillando el nihilismo.  Debe divisar su fuente en una tensión,
entre su alma conservadora y la liberal.

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• Juan Luis Ossa Santa Cruz:

Se ha vuelto un lugar común la idea
de que «la» derecha 
ha «perdido» su norte discursivo 
y complejidad argumentativa.

Considerando la poca importancia 
asignada a las ideas políticas
por los creadores del «cosismo» noventero,
aquel lugar común tiene visos de plausibilidad.

(...)

Es muy difícil definir qué es ser de derecha
en un país donde lo «liberal» y lo «conservador»
han coexistido durante más de siglo y medio.

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José Francisco García:

Coincido con Hugo Eduardo Herrera,
autor del libro 'La Derecha en la Crisis del Bicentenario',
Ediciones Universidad Diego Portales, 
en que el aumento de la complejidad del discurso intelectual del sector
pasa por un reconocimiento de los diversos afluentes de los que históricamente se ha nutrido, aunque agregaría con mirada global más que parroquial.

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• Pablo Ortúzar:

La actual pobreza intelectual de muchos de los defensores
de las reformas liberales es testimonio de su éxito:
al verse confirmados por la realidad y volverse hegemónicos,
tendieron a la autocomplacencia y la ideología.

Pero eso no resta méritos a esas reformas y sus logros.

Ni tampoco vencer a ideólogos tan débiles
constituye un camino de salida a los problemas actuales
o hace, por defecto, más sólidas las propuestas
«socialcristianas» o «nacional-populares».

Ocurre algo análogo con la izquierda:
la superioridad intelectual de su mejores exponentes académicos
como Fernando Atria, no significa que las propuestas prácticas sean positivas.

Y la articulación de su diversidad de «tradiciones» activas 
tampoco parece envidiable: la izquierda vive fraccionándose
por sobreideologización.  

Así, aunque sea difícil para los intelectuales,
hay que tener la capacidad de ver 
que no todo se juega en ese plano.

Eso es evitar la ideología,
pero también el racionalismo.

(...)

Se requiere comenzar a discutir seriamente,
parafraseando a Allende, 
la «solucionática de la problemática»,
hacer un balance de los últimos años,
quedarse con lo probado bueno, descartar el resto,
e impulsar el diálogo teórico-práctico plularista
y una agenda reformista anclada 
en la experiencia y las necesidades populares.

Eso es avanzar una tradición política.

El resto depende de liderazgos 
que la academia no suele producir.

Entrevista a Hugo Herrera, a Axel Kaiser
y el complemento de lo arriba mostrado
en Diario El Mercurio, Cuerpo Cultural 'Artes & Letras',
domingo 12 de abril de 2015

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