Veo a una persona joven
examinar una flauta traversa
que lleva consigo
hasta que se pone a tocar
fragmentos breves
de piezas clásicas conocidas.
En dicho momento
entra una familia
compuesta por dos padres
y dos niños, un hijo
y una pequeña
que su madre lleva en brazos.
Ella viene premunida
de un par de alas pintadas
representando de las mariposas
y con su carita toda pintada también.
Apoyado en una de las puertas
del lado opuesto de la salida,
contemplo la escena del flautista
y la mariposita como un instante mágico,
del cual tengo que despertar porque
me tengo que bajar en
el Metro Universidad de Chile,
el del mural monumental de Mario Toral.
No quiero interrumpir al músico,
pero coincide mi salida
con un breve intermezzo
producto de la apertura de puertas
y alcanzo a darle algo monetario
por lo que no tiene precio.
Me acuerdo de esta escena,
cuando de regreso, recorriendo
la extensa y arbolada cuadra
de Camino Otoñal,
paso frente a la casa
y talleres de Mario Toral
y se cierra el círculo
junto con el periplo urbano...
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