¿Cuánto vale el show?

ANDRÉS BENÍTEZ, EL-SHOW/Penta



La idea de que las medidas precautorias que se apliquen a los imputados en el caso Penta deben ser “ejemplificadoras”, fue la tónica de las audiencias de esta semana. Los fiscales del caso no han escatimado argumentos para lograr aquello, entregando razones jurídicas, pero también políticas, como la esgrimida por Carlos Gajardo, al calificar al grupo Penta como “una máquina para defraudar al Fisco”. Más lejos fue la abogada del Consejo de Defensa del Estado, María Inés Horvitz, quien señaló que “los carteles de droga también generan dinero y trabajo”.
Frases como las señaladas, y otras, en nada ayudan al proceso; más bien dan cuenta de una suerte de show mediático que no corresponde a quienes deben velar por la justicia. Si el Ministerio Público siente que tiene una presentación sólida, aquello es totalmente innecesario. Algunos creen que en su actuar, dicho organismo tiene el deber de considerar el alto impacto mediático que rodea el caso y dar una señal clara a la ciudadanía en orden a que las personas que comenten delitos de cuello y corbata pueden ir a la cárcel. Esto no deja de ser peligroso; lo que se espera es que la justicia cumpla su deber sin presiones de ningún tipo. Porque también podría suceder lo contrario, esto es, que la gente simpatice con algún acusado, y la Fiscalía, considerando aquello, se abstenga de pedir la cárcel, aunque piense que aquello es lo que corresponde.
Todo esto debe llamar a reflexión. Es cierto que es el juez de la causa, y no los fiscales o defensores, quien finalmente tiene que aplicar la ley, pero que el show contamina el caso es un hecho evidente. Uno puede confiar en que el juez -que hoy anunciará su decisión- esté inmune a aquello. Pero, si es así, no tendrían sentido todas las afirmaciones que salen de lo jurídico. ¿Para qué las hacen entonces? Si no ayudan al proceso, debieran quedar fuera. Como señaló Julián López, abogado defensor, “no estamos acá para ser graciosos”.
Hay otra explicación para que ello suceda, y se refiere a que las audiencias son trasmitidas en vivo -incluso por el canal de Poder Judicial-, lo que llevaría a buscar un cierto despliegue comunicacional de los abogados. Claro, como saben que están dirigiéndose no sólo al juez, sino también a las cámaras, su comportamiento se ve alterado. Pues bien, si ello es así, esta costumbre debiera revisarse. El que una audiencia sea pública no significa que sea trasmitida en vivo, como lo demuestra la tradición de otros países, como Estados Unidos, donde aquello está prohibido precisamente para evitar el show y proteger la independencia del caso. En Chile, por el contrario, incluso se llega al absurdo de que la prensa muestre las notas y mensajes telefónicos de los imputados, y se pretenda sacar conclusiones de aquello.
Nadie discute que el caso Penta es grave y que merece la aplicación rigurosa de la ley. Por eso mismo, la cosa debe llevarse con más seriedad. Porque, al final, si de hacer show se trata, es mejor ver el de Yerko Puchento en Vértigo, que ya declaró culpables a todos, incluyendo a Dávalos por el affaire Caval.

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