CLASE DEL 70 SGC
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Martes santo Quién soy Yo Para ti?
Pedro dice a Jesús:
Señor "yo daría mi vida por ti".
Jesús le responde: "tu darías tu vida por mi ?,amén amén yo te lo digo, no cantara el gallo ante que tú me hayas negado tres veces".
Y Pedro lo negó tres veces y lloro amargamente su traición pero vivió la misericordia del perdón.
Judas que igualmente acababa de traicionar no supo vivir la misericordia más bien cayó en la desesperación.
Hoy mismo Jesús nos pregunta:
Quién soy Yo para ti ?
"¿Cómo podría Stephen creer en un Dios benevolente?"
Revista Qué Pasa, jueves 26 de marzo de 2015
Jane Hawking, la primera esposa del científico más famoso del mundo -y el ateo más célebre-, cuenta la historia tras la película La teoría del todo y narra los primeros años de su matrimonio. Además, comenta la poesía de Neruda, que identifica con su propia experiencia.
Jane Hawking tuvo una cena en el Palacio de Buckingham la noche anterior a la entrevista con Qué Pasa, por eso esta tarde su español no es tan fluido como ella quisiera. Jane ama el español, más bien el castellano, porque es el idioma de los sueños que no abandonó, pese a los años que dedicó sin descanso a velar por los estudios y la sobrevivencia de su esposo, Stephen Hawking.
Exhausta y minimizada en la ciudad universitaria de Cambridge, donde las señoras de los académicos ocupaban un muy discreto lugar en los años 60, Jane -de apellido soltera Wilde- se hizo cargo casi sin ayuda de un marido con una enfermedad degenerativa y un diagnóstico mortal, además de su casa y los tres niños del matrimonio, Robert, Lucy y Tim. Nunca dejó de estudiar. La primera esposa de Hawking -se separaron en 1990- es doctora en Filología Hispánica y experta en poesía medieval española.
La vida de los Hawking fue llevada el cine en la película La teoría del todo y ganó un Óscar y tres Bafta, además de una larga lista de nominaciones a los Globos de Oro y otros premios. Pero aunque se basa en el libro de Jane, Travelling to Infinity, y es un hermoso relato sobre lo irremediable y lo irreversible en el universo y el corazón humano, la cinta no hace justicia al doloroso detalle con el que la ex esposa describe en sus memorias cómo la pareja vio surgir y avanzar una enfermedad devastadora.
No sería justo decir que el mundo le debe a Jane Hawking la teoría del Big Bang y la segunda ley de la termodinámica, o que gracias a ella sabemos cómo se desvanece un agujero negro y cómo surgen las galaxias, entre otros espectaculares hallazgos de su esposo Stephen. Pero no sería sensato ignorar que gracias a ella el científico más famoso del mundo tuvo el aliento necesario para desarrollarlos. Literalmente el aliento: entre otras cosas, Jane Hawking debía vigilar día y noche que su esposo no se ahogara. Un trozo de comida, una tos repentina, podrían haber sido mortales. Hawking tenía un pronóstico de dos años de vida.
Exhausta y minimizada en la ciudad universitaria de Cambridge, donde las señoras de los académicos ocupaban un muy discreto lugar en los años 60, Jane -de apellido soltera Wilde- se hizo cargo casi sin ayuda de un marido con una enfermedad degenerativa y un diagnóstico mortal, además de su casa y los tres niños del matrimonio, Robert, Lucy y Tim. Nunca dejó de estudiar. La primera esposa de Hawking -se separaron en 1990- es doctora en Filología Hispánica y experta en poesía medieval española.
La vida de los Hawking fue llevada el cine en la película La teoría del todo y ganó un Óscar y tres Bafta, además de una larga lista de nominaciones a los Globos de Oro y otros premios. Pero aunque se basa en el libro de Jane, Travelling to Infinity, y es un hermoso relato sobre lo irremediable y lo irreversible en el universo y el corazón humano, la cinta no hace justicia al doloroso detalle con el que la ex esposa describe en sus memorias cómo la pareja vio surgir y avanzar una enfermedad devastadora.
No sería justo decir que el mundo le debe a Jane Hawking la teoría del Big Bang y la segunda ley de la termodinámica, o que gracias a ella sabemos cómo se desvanece un agujero negro y cómo surgen las galaxias, entre otros espectaculares hallazgos de su esposo Stephen. Pero no sería sensato ignorar que gracias a ella el científico más famoso del mundo tuvo el aliento necesario para desarrollarlos. Literalmente el aliento: entre otras cosas, Jane Hawking debía vigilar día y noche que su esposo no se ahogara. Un trozo de comida, una tos repentina, podrían haber sido mortales. Hawking tenía un pronóstico de dos años de vida.
-No todo el mundo ve su vida proyectada en un cine, ¿cómo se siente?
-La de la película es una historia larga. El guionista me visitó el 2004 para proponerme el proyecto, y yo le dije que no, porque era algo que en ese momento no podía imaginar ni para mí, ni para Stephen, ni para nuestros hijos. Pero el mismo autor volvió varias veces, hasta el 2013, cuando nos invitó a las oficinas de Working Title, la mejor empresa de cine en Inglaterra. El 2 de mayo del 2013 me reuní con el director de la empresa y los productores, y salí de sus oficinas tan impresionada por su sensibilidad y sus ideas sobre la película, que tenía que firmar. Tuve mucho tiempo para considerar el proyecto. Stephen está vivo y mis hijos y yo somos muy sensibles, y no quería trastornar nuestras relaciones ni nuestra vida de familia. Yo tenía una idea respecto a cómo representarnos, quería que fuera una celebración de nuestra vida, sin mostrar demasiadas dificultades, porque hubo muchísimas. Pero estoy contenta. Y estoy contenta con los actores. Toda la película es una obra de belleza y sensibilidad increíbles y las emociones que muestra son absolutamente verdaderas.
-La película muestra a un matrimonio en sus primeros años, lleno de fuerza, amor y optimismo, pero también muestra que usted llevaba todo el peso de la relación, algo que queda aún más claro en su libro. ¿Cómo cree que logró hacerse cargo de esa situación sin desaparecer como mujer y académica?
-Lo que pasa es que de joven yo era muy optimista y quería muchísimo a Stephen. Quería que todo fuera posible para él durante los dos años de vida que le habían pronosticado, incluso que tuviéramos niños. Creía muchísimo en su inteligencia, en su genio y quería que el mundo viera lo inteligente que era. Además me interesaba su área de estudio. El universo me entusiasmaba muchísimo. Me gustaba mirar el cielo por la noche. Yo veía estrellas, la luna, la poesía, pero Stephen estaba haciendo los cálculos de las fuerzas que gobiernan el universo. Para mí eso era una maravilla. Así que, por un lado, yo quería muchísimo a Stephen, y además los dos queríamos fanáticamente a nuestros hijos, los hijos más hermosos del mundo, por supuesto.
-Como todos los hijos.
-Claro. Pero además, aquí en Cambridge me di cuenta de que era imposible para mí vivir sólo como mujer y madre de mis hijos. Porque no había ningún respeto de parte de nadie hacia las mujeres que no eran académicas. Así que de algún modo logré empezar mi tesis sobre la poesía medieval de España, y de esa manera gané una identidad y algún respeto. Yo tenía que hacer mi proyecto y tenía que terminarlo, aunque me tomó 13 años. Cada vez que tenía cinco minutos libres me escapaba a tomar notas a la biblioteca, a buscar referencias, pero logré hacerlo. Más tarde la vida se hizo más difícil, cuando descubrí que no éramos dos en el matrimonio sino cuatro: yo, Stephen, la enfermedad, y la diosa de la Física. Stephen quedaba tan absorto en su amor por la física que no se daba cuenta de que nosotros, yo y los hijos, estábamos ahí, a su lado.
-Ustedes eran cuatro, en el matrimonio de Albert Einstein decían que eran tres: él, su mujer y la física.
-Sí, y para la señora de Einstein eso fue motivo suficiente para el divorcio. Me parece que fue un caso algo extremo. Sí, puedes vivir con la física, pero en nuestro caso, la enfermedad hizo todo mucho más difícil.
-Cuando uno lee su libro, hay mucho de batallas cotidianas. Los desvelos con los hijos recién nacidos, las dificultades de la alimentación, de los traslados. Aunque estaba casada con un hombre extraordinario, usted pasaba por cosas muy parecidas a las que pasan muchas otras mujeres.-Creo que sí, creo que la nuestra es una historia de fines del siglo XX. Es la historia de muchas mujeres, en muchos lugares del mundo que querían hacer algo importante con sus vidas. En mi caso, yo pensaba que cuidando a Stephen y a mis hijos estaba haciendo lo más importante que podía hacer en el mundo.
-Usted dice que Stephen Hawking hacia los cálculos de las fuerzas del universo, mientras usted estudiaba poesía española. ¿Qué tan distantes estaban esos dos mundos, o ve alguna similitud entre ciencia y poesía? -Creo que hay algunas similitudes. Los matemáticos creen en los cálculos como una poesía que sólo ellos pueden interpretar. La poesía que yo estudié, en cambio, la podemos entender todos. Piense en Pablo Neruda. Alguien ha dicho que el trabajo de Stephen es como una sinfonía de Mozart que uno lleva escrita en la cabeza. Stephen pudo comprenderla. Y cuando ya no podía comunicarse por escrito, aprendió a calcularla en su cerebro.
-Pero había también otra tensión en esos cálculos y los que a usted le interesaban, que tenían que ver con la religión. Usted, que a diferencia de Stephen Hakwing es creyente, escribe sobre la diferencia entre el qué y el por qué. Usted plantea que ciencia y religión quedan lamentablemente separadas en tiempos de Copérnico, y lamenta que no puedan volver a juntarse.
-Es cierto, pero creo también que hoy en día todo eso empieza a reconsiderarse. Aquí en Cambridge tenemos el instituto Faraday, donde se encuentran científicos y religiosos, y creo que por fin los científicos empiezan a darse cuenta de que hay más cosas en el universo de las que ellos creían. Pero en el caso de Stephen es distinto. Si a los 21 años uno tiene un diagnóstico de una enfermedad que va a matarlo en dos o tres años, ¿cómo se puede creer en un Dios benevolente? Es muy difícil. Además, Stephen es alguien que tiene que probar todo, todo por métodos racionales. Para él, todo el universo debe tener una explicación racional. Pero si toda cosa en la tierra y el universo está gobernada por leyes matemáticas, ¿de dónde vienen estas leyes? Creo que los científicos pueden explicar cómo es que estamos aquí, pero no pueden explicar por qué estamos aquí.
-¿Nunca se convirtió, ni siquiera estando casada con uno de los ateos más famosos del mundo?
-Yo no cambié, él no cambió y yo no traté de cambiarlo. Yo hablo más de fe que de religión, porque hoy la religión puede aplicarse a fundamentalistas, evangelistas. Para mí la fe es algo íntimo que no trato de imponer sobre otros, porque creo que las personas tienen sus propias ideas.
-Usted habla de Neruda en su libro, así como habla de Federico García Lorca, por quien expresa gran admiración y gran compasión por su muerte. Vio a Neruda, además, en Cambridge.
-Sí, lo vi cuando dio una conferencia en el King’s College, en Cambridge, hace muchísimo tiempo, 1964, 1965 quizás. Neruda me impresionó muchísimo. Hay poesías de Neruda que me gustan tanto como las líricas del siglo XI y XII que estudié. Pienso en un poema como “Aquí te amo”, de Neruda, que mezcla de una forma muy hermosa la naturaleza con la ausencia. Y no sabemos si esa ausencia es también una muerte. Yo viví con la muerte, porque aunque Stephen todavía está con nosotros, en esa época no sabíamos cuánto tiempo viviría. Cada día era como vivir sobre un precipicio. Pudimos echar raíces en el precipicio, pero el vacío estuvo ahí, todo el tiempo.
-En su libro cuenta que estuvo en Polonia, cuando conocen al físico chileno Claudio Bunster, el mismo día que cae el gobierno de Salvador Allende en Chile.
-Lo recuerdo muy bien. Ellos estaban muy deprimidos por las noticias que habían llegado de Chile, y yo con ellos, porque nos entendimos muy bien. Poco después, creo, oímos las noticias de la muerte de Pablo Neruda, que era gran amigo de Allende. No sé dónde está Claudio ahora, pero me gustaría decirle que quisiera verlo.
LECTIO DIVINA PARA EL 29 DE MARZO DE 2015 DOMINGO DE RAMOS
Estudio Bíblico Dominical
Un apoyo para hacer la Lectio Divina del Evangelio del Domingo Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – 29 de Marzo de 2015
SIGUIENDO AL REY CRUCIFICADO HASTA EL FIN:
La extraordinaria fidelidad del Maestro Marcos 14 1-15, 47
Introducción
Entramos gozosos con el rey triunfante a Jerusalén. Pero luego la liturgia nos invita a entrar en el gran silencio contemplativo de la Pasión, allí donde verdaderamente reina Jesús.
Veamos primero los cinco trazos esenciales del relato de la Pasión según san Marcos (14-15):
• La lectura de la Pasión de Jesús según san Marcos comienza con dos cenas: la de Betania (14,3-9) y la de la Pascua (14,22-24). En la primera, la unción –que es signo de reconocimiento mesiánico- Jesús mismo la relaciona con su muerte y su sepultura. En la cena pascual, también el mismo Jesús acepta libremente su muerte como sacrificio para nuestra salvación.
• San Marcos integra estas dos cenas con la noticia de la conspiración por parte del Sanedrín (14,1-2 y 10-11) y por el soborno de Judas y el anuncio de la negación de Pedro. Tenemos la sombra que envuelve el gesto luminoso de la entrega que Jesús hace de sí mismo: Jesús es el Mesías de la cruz, quien muere por nuestra salvación, no obstante los rechazos, las traiciones y los abandonos.
• Con la prisión y el abandono por parte de todos los discípulos, quienes huyen despavoridos, el discipulado entra en su mayor crisis. El detalle del joven que huye desnudo parece simbolizar la actitud de quienes hasta entonces siguen a Jesús, pero sin comprender su misterio.
• La pregunta sobre la verdadera identidad de Jesús, que fue el hilo conductor de todo el Evangelio –“¿Quién es éste?”- comienza a tener finalmente una respuesta definitiva: la cruz dirá, verdaderamente, quién es Él. Durante el proceso judicial, Jesús asume por primera vez públicamente su identidad de Hijo de Dios. Pero en contraposición aparece la decisión del Sanedrín y las negaciones de Pedro.
• Con la crucifixión y muerte de Jesús, el relato marcano llega a su momento cumbre: ahora sí es posible reconocer quién es Jesús, ahora es posible la fe. Será el centurión romano el primero en reconocer que el Crucificado es el Hijo de Dios.
1. Las escenas del relato de la Pasión
Veamos ahora la serie de escenas en la que se va desarrollando el relato de la Pasión. Aunque todas están estrechamente hilvanadas, vale la penar verlas también como pequeños cuadros que nos invitan a la contemplación de Jesús e intentar comprender lo que significa: “Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8,34).
Lo importante es captar la idea central de cada escena.
1.1. El complot contra Jesús y la Cena en Betania
Los protagonistas de la Pasión preparan la fiesta de Pascua de manera diferente y contradictoria. Mientras que los responsables del Templo están más preocupados por inmolar a Jesús que por inmolar el cordero pascual, una mujer gasta una considerable suma de dinero para perfumar a Jesús y anticipar sus funerales, lo cual Jesús interpreta como anticipación de su entronización mesiánica.
1.2. La traición de Judas y los preparativos de la fiesta
De forma opuesta a la actitud de la mujer de Betania, Judas acepta dinero para entregar a Jesús. Jesús les pide a sus discípulos que preparen una sala. Pero en realidad ésta ya está lista. ¿Qué Pascua quiere celebrar Jesús? ¿Qué sentido le quiere dar a la fiesta?
1.3. La cena del Señor
Durante la cena, Jesús anuncia que será entregado. Su cuerpo y su sangre sustituirán al Cordero Pascual. La fiesta de Pascua toma un nuevo sentido. La Alianza entre Dios y los hombres ha sido renovada y se extiende a todos los hombres. La cena termina con un canto de acción de gracias. Yendo al Getsemaní, Jesús aparece más lúcido que sus discípulos. Les explica el sentido de su muerte, pero ellos no son capaces de comprender las palabras por el momento.
1.4. La agonía en el Getsemaní
Jesús se distancia de sus discípulos junto con Pedro, Santiago y Juan, para orar. El evangelista Marcos nos revela el secreto de su oración. Jesús queda completamente solo, no consigue involucrar a sus discípulos en la oración de abandono a la voluntad del Padre.
1.5. El arresto de Jesús
El grupo de discípulos que rodea a Jesús desde el comienzo del evangelio se dispersa. La escena está cargada de fuerte dramatismo: Judas lo traiciona con un beso; uno de los discípulos usa su espada; otro huye desnudo en medio de la oscuridad. Las palabras de la Escritura citadas durante la cena se cumplen: “Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas”.
1.6. El juicio judío: ante Caifás
En el proceso judicial religioso, un grupo de falsos testigos desfilan ante Jesús. Por su parte, Jesús da testimonio verdadero acerca de sí mismo: revela su secreto mesiánico. La nobleza de sus palabras y de su comportamiento se contrapone a la conducta indigna de algunos de los jueces y guardias.
1.7. El juicio romano: ante Pilatos
Ante Pilatos, la agitación de los jefes contrasta con la calma y el silencio de Jesús.
1.8. Barrabás
La multitud se pone en contra de Jesús. Se pide la muerte del justo y la liberación del culpable. La muerte de Jesús es salvación del pecador. Pero Pilatos comete una injusticia.
1.9. Jesús coronado de espinas
Una ironía trágica caracteriza esta escena. Los soldados creen que están mofando de Jesús. No se dan cuenta que están diciendo la verdad: Jesús, efectivamente, es el rey de los judíos y merece que se arrodillen ante él.
1.10. El camino de la cruz
La inscripción colocada en la cruz, una vez más –sin que lo quieran los adversarios- dice la verdad. El relato sigue el ritmo de las indicaciones horarias: las nueve de la mañana, el mediodía, las tres de la tarde. La primera parte es la crucifixión, donde se destaca el despojo de las vestiduras de Jesús. Jesús rechaza la primera bebida que le ofrecen: un narcótico para adormecerlo y aliviar los dolores; él quiere vivir consciente las últimas horas.
1.11. Las burlas al crucificado
Se escucha el grito desafiante: “¡Sálvate a ti mismo!”. Tres grupos de personas confrontan al crucificado para burlarse de su misión mesiánica de salvación y sus títulos; le piden que se baje de la cruz para poder creer en él. Lo más trágico: incluso sus compañeros de condena lo insultan.
1.12. La muerte de Jesús
Al mediodía viene una gran oscuridad que se prolonga al menos por tres horas, hasta la muerte de Jesús. ¿La tierra será más consciente que los humanos, al cubrirse el rostro ante el crimen que se va a cometer? Una profecía está en el trasfondo. El cosmos anuncia que ha llegado la hora del fin: la intervención decisiva de Dios en la historia. En medio de la oscuridad Jesús ora con el Salmo 22. Los presentes se burlan de su experiencia de Dios tergiversando las palabras del Salmo. Jesús muere.
1.13. La hora del discipulado
Al morir Jesús un nuevo signo interpretativo del sentido de la cruz se manifiesta: el velo del Templo se rasga. En el cuerpo del crucificado Dios ha revelado su presencia definitiva en medio de los hombres: un nuevo acceso a Dios es posible. El centurión romano profesa la fe: “viendo la forma como murió”. De forma paradójica se realiza lo que piden los adversarios: “que veamos para que creamos”. Curiosamente lo que ve el centurión no es que Jesús se salve de la Cruz sino que muere en ella con una oración de confianza en el Padre Dios. Dice: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Es la más bella profesión de fe del Evangelio. Las mujeres, imagen de fidelidad en el discipulado, contemplan la escena desde lejos. ¿Creerán como el centurión?
1.14. Jesús es sepultado
No todos los responsables del pueblo judío eran contrarios a Jesús. Uno de ellos viene a enterrarlo. Las mujeres hacen de “testigos” de la sepultura en la expectativa que lo sean también después de la resurrección.
2. Releamos ahora el Evangelio con un Padre de la Iglesia
“Seremos participantes de la Pascua de forma más clara de lo que se hacía en la antigua Ley (…). Pero un día, cuando el Verbo beba con nosotros el cáliz nuevo del Reino del Padre, participaremos más perfectamente y con visión más clara, porque entonces el Verbo mostrará lo que ahora nos hizo ver de forma menos plena. (…)
Si eres Simón Cireneo, toma la cruz y sigue al Maestro. Si, como ladrón, estás colgado de la cruz, reconoce honestamente a Dios: si él, por ti y por tus pecados fue ahora contado entre los impíos, tú, por Él, hazte justo.
Adora a aquel que por tu culpa fue colgado de un madero; y si tú estás crucificado, saca ventaja de tu maldad, compra la sal con la muerte, entra en el Paraíso con Jesús, para comprender de qué altura caíste… Si eres José de Arimatea, pide el cuerpo a quien lo crucificó; aprópiate del cuerpo que expió los pecados del mundo. Si eres Nicodemo, aquel admirador nocturno de Dios, úngelo con los ungüentos fúnebres. Si eres la primera María, o la otra María, o Salomé, o Juana, derrama lágrimas al romper el alba. Obra de tal manera que puedas ver el túmulo destapado o, tal vez, a los ángeles o incluso al propio Jesús”.
(San Gregorio Nacianceno, Oratio XLV, in Pascha, 23-25)
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Cuaresma sábado 28.
La ruta ha sido larga y llegamos al final de cuaresma.
Mañana celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén y la entrada a la semana Santa, Y participando en ella tenemos conciencia de entrar en la gran semana que nos lleva hacia la resurrección de Cristo.
Acompañémoslo mañana a entrar en Jerusalén cantando:
Hosanna, bendito es el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en lo más alto de los cielos!!
ALFREDO JOCELYN-HOLT,
«Lo que importa no es la lluvia, sino su recuerdo...» (Jorge Teillier)
Yeta chilena
“Pero ahora te envío esta carta de lluvia / que te lleva un jinete de lluvia / por caminos acostumbrados a la lluvia”. Los versos de Teillier son del 63, es decir, de ayer; sin embargo, que lejos suenan, como de “país de nunca jamás”. Ya no llegan cartas, tampoco las llevan y traen jinetes, tampoco la lluvia. En Temuco este último mes han estado haciendo 20, 30 y más grados de calor, sol radioactivo radiante. Mais où sont les pluies d’antan! Es cosa quizá de poetas, gente que se imagina cosas. Teillier mismo lo reconoce en otro de sus poemas: “Lo que importa no es la lluvia, / sino su recuerdo”.
Salvo el 2009, llevamos más de siete años de sequía y, ya antes, tuvimos años secos el 98-99, también el 96. En 2008-9 la sequedad afectó desde Atacama a la Región de Los Lagos. Coincidente, ojo, con un período de creciente irascibilidad en el país. Vicuña Mackenna fue el primero en hacer el vínculo; a su juicio, si el clima de Chile hubiese sido distinto, la población indígena habría sido más densa, el país más hospitalario, “distintas y menos fieras sus costumbres”. Los ríos, desde luego, no ayudan; no son más que unos peladeros de piedras cuando no se convierten en torrentes y, ahí, porque se nos vienen abajo los cerros. ¡Por Dios que hay cerros en este país -80% de su superficie-, llenos de piedras! Los pocos árboles, raquíticos, los arrasan los incendios forestales, cuando no los “nativos”. Luis Oyarzún, también poeta, en Defensa de la tierra (1973) hablaba del “odio al árbol” como rasgo chileno ancestral.
El otro día viniendo desde Valparaíso, por la subida Santos Ossa, me llamó la atención que lo único que sobrevivió al incendio del fin de semana pasado, fueron las palmeras. Es que, antes de la llegada de Pedro de Valdivia, eso era casi lo único que había en el Valle Central. Los canales, tranques, alamedas, jardines y parques, son de anteayer, del siglo XIX, de cuando unos señores que habían visto y sabían de sus existencias en otros lugares del mundo, se encargaron de crearlos de la nada, para solaz y oasis en este desierto que no termina por avanzar. Un turista toma un avión de vuelta en Pudahuel y es como si abandonara el Magreb. Cuentan que una matrona, multimillonaria en dólares, que vino de visita años atrás, cruzó Santiago y se quedó atascada en un taco en la Vega Central. Abrió las cortinas de su limusina y, espantada, le exclamó a su acompañante: “C´est comme l´Egipte, Raimundo”. Uno mira fotos antiguas de Chile, especialmente de ciudades del norte, y tiene la extraña sensación que hacia allá vamos de nuevo.
¿Qué tendrá todo esto que ver con otras desertificaciones que actualmente azotan a este “país de nunca jamás”? Los naturalistas Buffon y De Pauw se fueron de tesis y decretaron que América era un continente inmaturo y degenerativo. Chilenos ofendidísimos, desde el Abate Molina en adelante, hicieron lo indecible política y culturalmente por desmentir semejante prejuicio determinista. Pero quién sabe, quizá la maldita naturaleza es más fuerte.
Salvo el 2009, llevamos más de siete años de sequía y, ya antes, tuvimos años secos el 98-99, también el 96. En 2008-9 la sequedad afectó desde Atacama a la Región de Los Lagos. Coincidente, ojo, con un período de creciente irascibilidad en el país. Vicuña Mackenna fue el primero en hacer el vínculo; a su juicio, si el clima de Chile hubiese sido distinto, la población indígena habría sido más densa, el país más hospitalario, “distintas y menos fieras sus costumbres”. Los ríos, desde luego, no ayudan; no son más que unos peladeros de piedras cuando no se convierten en torrentes y, ahí, porque se nos vienen abajo los cerros. ¡Por Dios que hay cerros en este país -80% de su superficie-, llenos de piedras! Los pocos árboles, raquíticos, los arrasan los incendios forestales, cuando no los “nativos”. Luis Oyarzún, también poeta, en Defensa de la tierra (1973) hablaba del “odio al árbol” como rasgo chileno ancestral.
El otro día viniendo desde Valparaíso, por la subida Santos Ossa, me llamó la atención que lo único que sobrevivió al incendio del fin de semana pasado, fueron las palmeras. Es que, antes de la llegada de Pedro de Valdivia, eso era casi lo único que había en el Valle Central. Los canales, tranques, alamedas, jardines y parques, son de anteayer, del siglo XIX, de cuando unos señores que habían visto y sabían de sus existencias en otros lugares del mundo, se encargaron de crearlos de la nada, para solaz y oasis en este desierto que no termina por avanzar. Un turista toma un avión de vuelta en Pudahuel y es como si abandonara el Magreb. Cuentan que una matrona, multimillonaria en dólares, que vino de visita años atrás, cruzó Santiago y se quedó atascada en un taco en la Vega Central. Abrió las cortinas de su limusina y, espantada, le exclamó a su acompañante: “C´est comme l´Egipte, Raimundo”. Uno mira fotos antiguas de Chile, especialmente de ciudades del norte, y tiene la extraña sensación que hacia allá vamos de nuevo.
¿Qué tendrá todo esto que ver con otras desertificaciones que actualmente azotan a este “país de nunca jamás”? Los naturalistas Buffon y De Pauw se fueron de tesis y decretaron que América era un continente inmaturo y degenerativo. Chilenos ofendidísimos, desde el Abate Molina en adelante, hicieron lo indecible política y culturalmente por desmentir semejante prejuicio determinista. Pero quién sabe, quizá la maldita naturaleza es más fuerte.
El narrador cercano Ricardo Piglia
Piglia: la heterogeneidad, el cambio de registro, los distintos estilos son para mí un primer dato que identifica el carácter personal de esta antología y no su contenido o valor
JUAN MANUEL VIAL,
Dice que “la heterogeneidad, el cambio de registro, los distintos estilos son para mí un primer dato que identifica el carácter personal de esta antología y no su contenido o valor”. Y luego agrega que ha elegido estos textos porque le parecen cercanos “aunque han sido escritos a lo largo de varias décadas”. Algunas de las piezas aquí incluidas fueron publicadas con anterioridad, lo que en ningún caso las disminuye, ya que el valor es de conjunto, y el tiempo que transcurrió entre la más antigua, de 1968, y la más nueva, de 2014, es en consecuencia bastante extenso como para conformar una visión panorámica.
Tal vez uno de los mayores méritos de esta magnífica recopilación de escritos es que puede cautivar a varios tipos de lectores, tema, el de las diferentes clases de lectores, que le ha resultado atractivo a Piglia a lo largo de su carrera como escritor. La antología se compone de cuentos -todos muy notables-, de clases magistrales, de ensayos que abordan temas literarios y de notas en un diario. El registro es amplio y la recompensa es suculenta: en un mismo libro, está el Piglia que piensa en la literatura desde su laboratorio de escritor; un poco más adelante, el Piglia que divaga acerca de la obra del gran Manuel Puig; luego, el Piglia que le rinde un tributo al género policial con Croce, aquel memorable comisario que hizo del escepticismo un modo de vida.
La primera parte del libro, llamada Cuentos morales, incluye cinco relatos que dejan ver con claridad la maestría con que Piglia, reconocido también por sus novelas, se desenvuelve en el género breve. El primer cuento habla de un gaucho al que sus compañeros de trabajo parecen no ver; luego viene la hermosa y perturbadora historia de una niña que “imagina que todo lo que sucede a su alrededor es una proyección de su personalidad”; en El Laucha Benítez, el narrador se centra en el recuento de parte de la vida del Vikingo, un gigantón ex boxeador aporreado por la vida que desarrolla una intensa amistad con el llamado “Laucha”, “un peso mosca de diecisiete que prometía mucho pero que no se decidía entre su innato talento para el box y sus ganas de ser cantor de boleros”.
El cuento que sigue, Un pez en el hielo, trata sobre un argentino que está en Italia para estudiar la obra de Cesare Pavese y, al mismo tiempo, olvidar a una mujer que ama. La reconstrucción del mítico suicidio del poeta italiano es parte del conmovedor entramado de la historia. Finalmente, con El joyero, Piglia echa un vistazo elocuente a un mundo que le resulta atractivo, el del hampa. La segunda parte del libro, titulada El laboratorio del escritor, consiste en cinco ensayos que abordan temas literarios. Luego vienen Los casos de Croce, los tres estupendos relatos protagonizados por aquel comisario que fue uno de los personajes principales de la novela Blanco nocturno. Aquí también hay una excelente noticia para quienes tengan debilidad por este género imprescindible: Piglia está escribiendo más acerca de Croce.
La cuarta parte, llamada La forma inicial, contiene dos cuentos, la transcripción del discurso que dio Piglia cuando recibió el premio literario José Donoso de la Universidad de Talca (2005), las ya mencionadas notas en un diario (1987) y un ensayo sobre el Che Guevara en cuanto a lector.
Antología personal permite la posibilidad de husmear un poco en la intimidad mental de Ricardo Piglia. Hay algunos temas que se repiten, cierto gusto por épocas pasadas, tal vez una pista de orden sentimental. Y ese es otro mérito de este libro híbrido, generoso y fundamental: la de empezar a reconocer como un cercano a uno de los grandes narradores de nuestra lengua.
Tal vez uno de los mayores méritos de esta magnífica recopilación de escritos es que puede cautivar a varios tipos de lectores, tema, el de las diferentes clases de lectores, que le ha resultado atractivo a Piglia a lo largo de su carrera como escritor. La antología se compone de cuentos -todos muy notables-, de clases magistrales, de ensayos que abordan temas literarios y de notas en un diario. El registro es amplio y la recompensa es suculenta: en un mismo libro, está el Piglia que piensa en la literatura desde su laboratorio de escritor; un poco más adelante, el Piglia que divaga acerca de la obra del gran Manuel Puig; luego, el Piglia que le rinde un tributo al género policial con Croce, aquel memorable comisario que hizo del escepticismo un modo de vida.
La primera parte del libro, llamada Cuentos morales, incluye cinco relatos que dejan ver con claridad la maestría con que Piglia, reconocido también por sus novelas, se desenvuelve en el género breve. El primer cuento habla de un gaucho al que sus compañeros de trabajo parecen no ver; luego viene la hermosa y perturbadora historia de una niña que “imagina que todo lo que sucede a su alrededor es una proyección de su personalidad”; en El Laucha Benítez, el narrador se centra en el recuento de parte de la vida del Vikingo, un gigantón ex boxeador aporreado por la vida que desarrolla una intensa amistad con el llamado “Laucha”, “un peso mosca de diecisiete que prometía mucho pero que no se decidía entre su innato talento para el box y sus ganas de ser cantor de boleros”.
El cuento que sigue, Un pez en el hielo, trata sobre un argentino que está en Italia para estudiar la obra de Cesare Pavese y, al mismo tiempo, olvidar a una mujer que ama. La reconstrucción del mítico suicidio del poeta italiano es parte del conmovedor entramado de la historia. Finalmente, con El joyero, Piglia echa un vistazo elocuente a un mundo que le resulta atractivo, el del hampa. La segunda parte del libro, titulada El laboratorio del escritor, consiste en cinco ensayos que abordan temas literarios. Luego vienen Los casos de Croce, los tres estupendos relatos protagonizados por aquel comisario que fue uno de los personajes principales de la novela Blanco nocturno. Aquí también hay una excelente noticia para quienes tengan debilidad por este género imprescindible: Piglia está escribiendo más acerca de Croce.
La cuarta parte, llamada La forma inicial, contiene dos cuentos, la transcripción del discurso que dio Piglia cuando recibió el premio literario José Donoso de la Universidad de Talca (2005), las ya mencionadas notas en un diario (1987) y un ensayo sobre el Che Guevara en cuanto a lector.
Antología personal permite la posibilidad de husmear un poco en la intimidad mental de Ricardo Piglia. Hay algunos temas que se repiten, cierto gusto por épocas pasadas, tal vez una pista de orden sentimental. Y ese es otro mérito de este libro híbrido, generoso y fundamental: la de empezar a reconocer como un cercano a uno de los grandes narradores de nuestra lengua.
Lihn: ...es su respiración agitada la que apoya la estructura emotiva subyacente de lo que escribe...
Enrique Lihn se deja ver
por Matías Rivas
Diario La Tercera, sábado 21 de marzo de 2015
No recuerdo ni el momento ni la edad exacta que tenía,
aunque supongo que debía haber cumplido ya los 14 o los 15 años
cuando cayó en mis manos por primera vez un libro
de Enrique Lihn: La pieza oscura y otros poemas.
Se lo había regalado el mismo autor a mi padre
en la edición bilingüe de New Direction Book.
La curiosidad pueril de leer a un poeta nacional vivo
en una edición norteamericana, me alentó
a llevármelo al colegio para salvar el tedio matutino.
Refugiado, al igual que todos los días,
del fascismo utilitario de mis compañeros,
leí el libro con inquietud y extrañeza.
De esa primera zambullida,
recuerdo sólo dos palabras: “mixtura”,
que aparece en el primer verso del poema
que titula el libro, y “Barro”,
el nombre de poema que más me gustó.
No es un misterio que el barro
es un producto de una mixtura entre agua y tierra.
Teniendo esta afirmación simple en cuenta,
quizás se podría aventurar la hipótesis
de que la escritura de Lihn está formada
por adoquines de barro poético
que sirven para crear múltiples espacios retóricos
(elegías, sonetos, invectivas, epigramas y poemas en general),
donde interactúa el lenguaje entre sí y con la realidad, espejeándose.
Estos espacios de palabras
tienen extensiones y formas arquitectónicas
armadas con un adobe constituido
por una cantidad de agua sucia,
o sea, de lenguaje manoseado
por el habla y la escritura.
Por otra parte,
están llenos de la tierra y arena
que da consistencia a este barro.
La tierra la constituyen
el inconsciente, la oralidad y las pasiones,
a las que se adhieren los ripios del cuerpo de la lengua:
giros anquilosados, groserías, anacronismos.
La conversión en barro por esta mixtura
procura una poesía que es una amalgama de formas,
por lo mismo una poesía situada en la lengua, hecha de materia usada.
El barro lingüístico de Lihn es la base sobre la que construye su edificio poético.
Para que esta construcción no se desmorone,
sobre todo en un país de terremotos
y apariciones destemplantes,
está anclada en profundos cimientos.
Lihn dispuso de un andamiaje moral a su escritura,
una moral de la duda, de la crítica,
la que expresó en las distintas formas
adoptadas según el dictado de sus obsesiones,
entre las que se encuentran la literatura,
el desarraigo, el amor, la ira, la infancia y la muerte.
Esta disposición le permitiría a Lihn ejercer la escritura
hasta su placer más enajenante y fértil, así como disfrutar
de leer de manera indiscriminada para huir y morder.
La variedad de registros lingüísticos de Lihn
muestran su incomodidad y escepticismo permanentes.
Esta búsqueda le permitió crear distintos personajes poéticos
marcados por su particular respiración y sus pulsionales cambios de ritmo.
Son estos ritmos los que ligan, cortan, encabalgan o distienden sus versos.
Y es su respiración agitada la que apoya
la estructura emotiva subyacente de lo que escribe.
Lihn no le tiene respeto a las palabras,
total entre ellas y “los hechos
se abre el vacío y sus paisajes cismáticos
donde hasta la carne parece evaporarse”.
En la profusa obra ensayística de Lihn
es posible verificar una amplia gama
de conocimientos y reflexiones
sobre la poesía y el arte.
Y su obra de ficción, cuya máxima expresión
está representada en el relato Huacho y Pochocha
y en la novela La orquesta de cristal,
es una muestra enorme de su ambición intelectual.
Lihn logró que la sintaxis
se retuerza al pulso de sus remezones,
la hizo calzar con su aliento
en el género que adoptaba, ahí radica su estilo.
Esto se percibe en los sonetos del energúmeno,
que aparecen en París, situación irregular,
dignos exponentes de la tradición satírica del siglo de oro;
pasando por los poemas largos y polifónicos,
en los que se alternan lenguajes de distintas procedencias,
desde la cultura hasta los recados, en un verso prosaico, extensivo;
hasta el corrosivo desparpajo político asumido por los hablantes
que articulan El Paseo Ahumada y La aparición de la virgen,
que viven la precariedad física y la atrofia verbal
con una ironía canallesca de la que Lihn se apropia.
En sus poemas, libros de ficción y en su crítica
se distingue el “idioma de Lihn”, el cual está constituido
por palabras opacas y densas, arrebatos líricos,
frases sofisticadas y confesionales, versos largos y reflexivos,
con recovecos y un descarado uso de la impostación y de la parodia.
Lihn se apropia de las armas del discurso,
y también de personajes reales y de ficción
para indagar en ellos sus pliegues,
las zonas de absurdo, de tristeza y furia.
La poesía de Enrique Lihn se deja caer,
se impone a sus lectores como una guarida.
Su voz honda y envolvente refiere
a la suma de las incertidumbres del légamo existencial.
Quién podría imitar sus bufidos,
sus contrapuntos melancólicos,
su escritura tensada
por la emoción pegada al pensamiento,
nunca libre de él mismo, nunca ausente
de deseo y de estupor ante el vacío y el vómito.
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