John Wick

El stuntman es la materia carnal de la vida vicaria. Solo existe lo que parece. Por esto no es necesario preguntarse si la moral de John Wick es la venganza, la violencia, la resiliencia o el individualismo. Nada de eso: es la moral del stuntman...‏





por Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Sábado 17 de enero de 2015







John Wick (Keanu Reeves) fue un asesino a sueldo durante toda su vida, hasta que se enamoró de una mujer y dejó el circuito de la mafia. Cinco años después, aun abatido por la muerte de su esposa, John vive solo con el perro que ella le dejó, rodeado por los recuerdos, la ilusión y la pesadumbre del amor truncado. Entonces ocurre que el joven Josef Tarasov (Alfie Allen), hijo de uno de sus ex empleadores, comete la imprudencia de asaltar su casa, robar su apreciado Mustang 1969 y asesinar al perro.

Esto último es suficiente para que John Wick vuelva a las pistas del crimen. La noticia de que el antiguo asesino implacable está tras Josef se expande por el bajo mundo y el padre del imprudente, Viggo Tarasov (Michael Nyqvist), despliega sus recursos para tratar de impedir lo que sabe inevitable, porque John Wick no se detendrá ante nada. Por eso contrata a la criminal Perkins (Adrianne Palicki) y al francotirador Marcus (Willem Dafoe), además de un ejército de guardaespaldas para acompañar a su hijo cretino.

No hace falta contar más, aunque esto ocurre en los primeros minutos. En el resto del metraje hay 74 muertos (70 de John Wick). Es decir, uno cada 90 segundos. No se le puede exigir mucho a un relato con una tan intensa preocupación tanática, a pesar de lo cual en algunos pasajes la película trata de lavarse la cara planteando la proposición -más sustanciosa- de que un hombre violento no puede escapar a su vida anterior, un tema que está más cerca del western que del género gangsteril.

Lo llamativo es que esta es la primera cinta dirigida por Chad Stahelski, un hombre de 46 años que es experto en todo tipo de artes marciales, manejo de armas y acrobacias, y que tiene su fama como stuntman. Uno de los puntos altos de su currículo es precisamente el doblaje de Keanu Reeves en las escenas peligrosas de las tres Matrix.

Para hacer frente al proyecto de John Wick, Stahelski se hizo ayudar por otro stuntman de gran trayectoria, David Leitch, que no aparece en los créditos. Hay unos cuantos especialistas del mismo tipo que han logrado romper la barrera de este oficio semianónimo y convertirse en actores con figuración propia. Pero en la estratificada industria de Hollywood, pasar de doble a director representa un salto copernicano, un fenómeno fuera de norma, de muy rara ocurrencia.

El stuntman es la materia carnal de la vida vicaria: una figura que dobla, una persona que se ha de doblar, una realidad doblada. Lo que parece no es tal, y todos los esfuerzos se orientan a que algo no sea, sino que solo parezca. En este universo, ser es parecer, no existir. Solo existe lo que parece. Por esto no es necesario preguntarse si la moral de John Wick es la venganza, la violencia, la resiliencia o el individualismo. Nada de eso: es la moral del stuntman.

La buena noticia es que el salto de Stahelski muestra que en Hollywood todavía existe la movilidad social.

John Wick Dirección: Chad Stahelski. Con: Keanu Reeves, Michael Nyqvist, Alfie Allen, Willem Dafoe, Adrianne Palicki, John Leguizamo. 101 minutos.

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