El último 10

ANDRÉS BENÍTEZ, 2065669



Así le decían a Juan Román Riquelme, el mítico jugador de Boca Juniors, quien anunció su retiro de las canchas esta semana. La noticia fue un balde de agua fría para los hinchas del fútbol, quienes lo ven como uno de los últimos representantes de una especie en extinción.
El armador creativo, el que ponía la pausa, el único capaz de tener una panorámica del equipo, parece no tener cabida en el fútbol moderno, donde la fuerza y la velocidad han desplazado la pegada exquisita, la técnica y la magia.
Maradona, Ronaldinho, Borghi son grandes exponentes de aquello. Valdivia en el medio local, a quien no por nada le dicen el magoSon tipos que le dieron alegría a un fútbol que, sin ellos, se hace cada día más efectista. Y si bien poseían un talento superior, todos ellos eran tipos difíciles de tratar. Bueno, la genialidad pareciera venir unida al carácter. También eran divos. Lo suyo era crear, no andar detrás de la pelotita, ni menos tirarse a los pies de un rival. Por eso, Riquelme no funcionó en el Barcelona. El técnico de aquella época, Louis Van Gaal, nunca encajó con su estilo de juego. “Cuando usted tiene la pelota, es el mejor jugador del mundo -le dijo-, pero cuando la pierde me deja el equipo con diez”. La respuesta a Van Gaal la dio, en otra ocasión Borghi: “yo no marco; a mí me marcan”.
Más allá del fútbol, la figura del 10 parece estar en extinción en casi todas las actividades. La política es un ejemplo claro de ello. Antes se entendía que un buen político era el capaz de convencer, negociar, generar acuerdos. Por algo el gobernar era un arte. Hoy, la cosa es más fría. Se trata de imponer, de buscar resultados rápidos, aunque sean poco creativos, pero efectistas.
En esto, la realidad chilena es un buen ejemplo. Este gobierno puede celebrar la aprobación de muchos proyectos, pero casi ninguno de ellos tiene mucho talento, ni la magia de haber convocado a alguien más que los suyos. La prueba más patente es la reciente  reforma educacional, que se aprobó con la promesa de cambiarla, lo que da cuenta de sus errores. Y donde el senador Quintana no dudó en decir que la derecha se fue de paliza. Y eso es verdad, pero lo que olvida el autor de la retroexcavadora es que en aquello no hay mucha magia. Imponer la mayoría es una muestra de fuerza, pero nunca de talento.
A estas alturas, es claro que este gobierno no tiene ni quiere jugar con un 10. Lo suyo es la fuerza, la velocidad, nunca la pausa, menos la genialidad. Y quizás tienen razón. Y quizás así es la política moderna.
Pero también es cierto que detrás de todo esto puede estar el desencanto de la gente con los políticos. Como los hinchas en el fútbol, la gente quiere ver magia y talento.
Para ser justos, el problema actual no es patrimonio del gobierno. En la vereda del frente tampoco se advierte talento. Por eso, si la derecha quiere dar vuelta este partido, tiene que jugar con un diez en sus filas. Mostrar algo de creatividad y magia, darle alegría a este partido, es lo único que puede dar vuelta a la hinchada. Jugar al empate, a tirar la pelota fuera de la cancha, sólo asegura seguir perdiendo por paliza.

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