El alto tipo de cambio real solo promoverá cambios en la estructura de producción y demanda, no un mayor dinamismo de la economía en su conjunto.
El año que termina deja un conjunto de pobres resultados de la economía chilena, junto con la preocupación de que este desempeño pueda prolongarse el año que viene. En efecto, el reciente Informe de Política Monetaria del Banco Central ha confirmado las proyecciones de la mayoría de los analistas, al estimar un crecimiento del PIB cercano a 1,7% este año. Para el año 2015 anticipa una tenue recuperación de los indicadores de actividad y demanda, aunque en un contexto marcado por las dudas con respecto a la evolución del clima interno de expectativas.
Para algunos analistas, la verificación de un mejor desempeño de la economía el año próximo será posible gracias a la combinación de un tipo de cambio real más alto, bajas tasas de interés y un fuerte impulso del gasto fiscal. Difiero de dicho diagnóstico. El bajo nivel de las tasas de interés es, en buena medida, la consecuencia del desplome de la inversión, al tiempo que el alto tipo de cambio real solo promoverá modificaciones en la estructura de producción y demanda, no un mayor dinamismo de la economía en su conjunto. Si bien un análisis exhaustivo de la relación entre los mencionados precios relativos y el crecimiento excede el espacio disponible, solo quisiera mencionar que la realidad actual de diversas economías muestra una combinación de alto tipo de cambio real y bajas tasas de interés, lo que no ha alimentado un dinamismo relevante de la actividad y el empleo de estas.
Con respecto al mayor gasto público -se estima que crecerá un 9,8% en el 2015-, parece necesario subrayar que los países no crecen por elevar el tamaño de sus gobiernos. Desde luego, la ejecución de proyectos públicos rigurosamente evaluados y de un elevado retorno social -como podría ser una efectiva agenda de mejoramiento de la educación- podría apoyar un mayor dinamismo de la economía en el mediano plazo, el que no proviene del impulso de demanda que se genera, sino de su aporte al proceso de producción. Sin embargo, pareciera que aún estamos demasiado lejos de esa reforma educacional.
En lo esencial, me parece que el ambiente de parálisis que se observa en la economía chilena obedece a tres causas: i) Se ha impulsado una agenda de políticas que soslaya la importancia para el crecimiento de contar con personas dispuestas a asumir los riesgos asociados a la inversión. Consecuentemente, se ignora el hecho de que estas asumen los costos y riesgos asociados a la inversión con la perspectiva de obtener utilidades que les permitan acceder a mejores condiciones de vida, como hace cualquier persona en sus decisiones laborales. Así, se ha configurado un ambiente de cierta hostilidad hacia la actividad empresarial y la generación de utilidades que la impulsa, lo que no puede sino resentir la capacidad de progresar de nuestro país. ii) Se busca lograr cambios rápidos, significativos y duraderos en la distribución del ingreso. La experiencia de diversas economías de la región muestra la imposibilidad de alcanzar dichos resultados y los riesgos envueltos en dicha estrategia, los que a menudo se manifiestan en importantes desequilibrios macroeconómicos y/o en un deterioro en la capacidad de crecimiento de las economías en cuestión; iii) Por último, los proyectos que han liderado el debate de políticas públicas durante el presente año -esencialmente el de reforma tributaria y el educacional- han dado muestras de poca prolijidad en su diseño, lo que ha contribuido al clima de incertidumbre que se ha apoderado de la economía chilena. Un aspecto habitualmente mencionado por las autoridades para justificar el debilitamiento que muestra la economía chilena es el cambio que se ha producido en los últimos meses en la economía internacional. Es incuestionable que el cuadro externo plantea en la actualidad importantes focos de incertidumbre; sin embargo, es importante señalar que este continúa siendo esencialmente favorable a la economía chilena. De hecho, el propio Banco Central proyecta un leve mejoramiento de los términos de intercambio para el año próximo.
Si se estima que el escenario internacional plantea riesgos importantes en términos de la evolución probable de las condiciones de financiamiento y/o de la trayectoria de los términos de intercambio, es entonces especialmente necesario mantener un clima amistoso con el ahorro y la inversión. Ello requiere de un cambio radical del enfoque que ha dominado el debate de políticas públicas, lo que supone detener el trabajo de la "retroexcavadora" para dedicar esta a fines productivos. Por cierto, ello no es incompatible con la formulación de una estrategia conducente a lograr avances importantes en la calidad de la educación y, en general, en la construcción de una sociedad con mayor igualdad de oportunidades. Una discusión serena y rigurosa de las alternativas disponibles sería un buen comienzo dentro de una estrategia que ponga nuevamente en la ruta del progreso a nuestro país.
Para algunos analistas, la verificación de un mejor desempeño de la economía el año próximo será posible gracias a la combinación de un tipo de cambio real más alto, bajas tasas de interés y un fuerte impulso del gasto fiscal. Difiero de dicho diagnóstico. El bajo nivel de las tasas de interés es, en buena medida, la consecuencia del desplome de la inversión, al tiempo que el alto tipo de cambio real solo promoverá modificaciones en la estructura de producción y demanda, no un mayor dinamismo de la economía en su conjunto. Si bien un análisis exhaustivo de la relación entre los mencionados precios relativos y el crecimiento excede el espacio disponible, solo quisiera mencionar que la realidad actual de diversas economías muestra una combinación de alto tipo de cambio real y bajas tasas de interés, lo que no ha alimentado un dinamismo relevante de la actividad y el empleo de estas.
Con respecto al mayor gasto público -se estima que crecerá un 9,8% en el 2015-, parece necesario subrayar que los países no crecen por elevar el tamaño de sus gobiernos. Desde luego, la ejecución de proyectos públicos rigurosamente evaluados y de un elevado retorno social -como podría ser una efectiva agenda de mejoramiento de la educación- podría apoyar un mayor dinamismo de la economía en el mediano plazo, el que no proviene del impulso de demanda que se genera, sino de su aporte al proceso de producción. Sin embargo, pareciera que aún estamos demasiado lejos de esa reforma educacional.
En lo esencial, me parece que el ambiente de parálisis que se observa en la economía chilena obedece a tres causas: i) Se ha impulsado una agenda de políticas que soslaya la importancia para el crecimiento de contar con personas dispuestas a asumir los riesgos asociados a la inversión. Consecuentemente, se ignora el hecho de que estas asumen los costos y riesgos asociados a la inversión con la perspectiva de obtener utilidades que les permitan acceder a mejores condiciones de vida, como hace cualquier persona en sus decisiones laborales. Así, se ha configurado un ambiente de cierta hostilidad hacia la actividad empresarial y la generación de utilidades que la impulsa, lo que no puede sino resentir la capacidad de progresar de nuestro país. ii) Se busca lograr cambios rápidos, significativos y duraderos en la distribución del ingreso. La experiencia de diversas economías de la región muestra la imposibilidad de alcanzar dichos resultados y los riesgos envueltos en dicha estrategia, los que a menudo se manifiestan en importantes desequilibrios macroeconómicos y/o en un deterioro en la capacidad de crecimiento de las economías en cuestión; iii) Por último, los proyectos que han liderado el debate de políticas públicas durante el presente año -esencialmente el de reforma tributaria y el educacional- han dado muestras de poca prolijidad en su diseño, lo que ha contribuido al clima de incertidumbre que se ha apoderado de la economía chilena. Un aspecto habitualmente mencionado por las autoridades para justificar el debilitamiento que muestra la economía chilena es el cambio que se ha producido en los últimos meses en la economía internacional. Es incuestionable que el cuadro externo plantea en la actualidad importantes focos de incertidumbre; sin embargo, es importante señalar que este continúa siendo esencialmente favorable a la economía chilena. De hecho, el propio Banco Central proyecta un leve mejoramiento de los términos de intercambio para el año próximo.
Si se estima que el escenario internacional plantea riesgos importantes en términos de la evolución probable de las condiciones de financiamiento y/o de la trayectoria de los términos de intercambio, es entonces especialmente necesario mantener un clima amistoso con el ahorro y la inversión. Ello requiere de un cambio radical del enfoque que ha dominado el debate de políticas públicas, lo que supone detener el trabajo de la "retroexcavadora" para dedicar esta a fines productivos. Por cierto, ello no es incompatible con la formulación de una estrategia conducente a lograr avances importantes en la calidad de la educación y, en general, en la construcción de una sociedad con mayor igualdad de oportunidades. Una discusión serena y rigurosa de las alternativas disponibles sería un buen comienzo dentro de una estrategia que ponga nuevamente en la ruta del progreso a nuestro país.
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