El hombre en la sala de espera del teatro infinito del mundo...‏

Melodrama
por Beltrán Mena
Diario El Mercurio, Artes & Letras,
Domingo 11 de junio de 2006
        
Un hombre espera una entrevista de trabajo
mientras una secretaria aburrida le toma los datos
y él mira furtivamente a los demás candidatos,
pensando que a su edad ya no lo contratan,
pensando en quienes lo esperan en casa,
fuma y deja una pierna sobre otra
para cubrir la rodilla gastada,
sentado a varias cuadras
de un economista
que saca cuentas alegres
porque la cesantía ha descendido medio punto,
y que recuerda a su profesor de Chicago,
que estaría orgulloso,
pero el profesor de Chicago
no piensa en su alumno,
porque al profesor le interesa
la macro-macro economía,
de la que ha diseñado un modelo
que no sirve para el caso especial, claro,
pero predice los grandes flujos del mundo
con dos centésimas de precisión, precisión científica,
si es que se le puede llamar ciencia a eso,
porque el biólogo se ríe de la economía,
dice que no es más que una estrategia entre miles,
una estrategia ciega para multiplicar los genes
y que siempre habrá especies que sabrán ganarse la vida,
insectos o gusanos, cualquiera en lugar del hombre,
que es sólo una hoja en el árbol de la vida,
aunque el astrónomo opine
que la vida no es más que
un barniz verde sobre la tierra,
que no la desvía ni un metro de su órbita,
ya que con o sin vida,
la masa del planeta queda igual
y no pesa nada en el baile de las estrellas,
en la huída de las galaxias desde el centro original,
en la historia del universo que el astrofísico explica
con sólo cuatro fuerzas básicas
que algún día serán una,
porque el intento de explicar
lo más posible con lo menos posible,
es la tarea de la ciencia.

El hombre en la sala de espera, es la tarea de la novela.

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