"Reformar conservando, conservar reformando"

Diario El Mercurio, Jueves 17 de julio de 2014


"El conservador obra bajo la convicción de que la ideología no tiene asidero en la realidad natural. Con todo, le teme, advierte el peligro, por los graves daños de experiencias históricas..."


Basta que usted se oponga o plantee alternativas a fórmulas destinadas a reorganizar la sociedad para que lo abominen de conservador. Y no crea que a miembros de la Alianza solamente, sino hasta quienes pretendan "avanzar más lento", siendo parte del mismo bloque gobernante.

Es el modo de actuar típico del ideologizado -la izquierda más radical y otros-, aunque ocurre tal vez por ignorancia. Así procede quien tiene el convencimiento de que la mentalidad conservadora es una ideológica. Error. Nada más ajeno al conservador que las visiones utópicas, los grupos iluminados supuestamente capaces de promover cambios fundamentales para resolver problemas terrenales de la humanidad. ¿El reformador absoluto, estructural? Le parece un iluso. ¿Y la revolución? Un delirio. El conservador obra bajo la convicción de que la ideología no tiene asidero en la realidad natural. Con todo, le teme, advierte el peligro, por los graves daños de experiencias históricas.

No es tan complejo entender al conservador -aceptando que hay una gama y el tema tiene aristas y profundidades-. Se trata, básicamente, de un temperamento, de una actitud frente a la vida, que se funda en la existencia de un orden natural de las cosas, ciertamente de raíz religiosa monoteísta, portador de una moral que exige más deberes que derechos, que respeta verdades perennes. Un orden pretérito que, mantenido por generaciones -sin racionalismo abstracto mediante-, ha llegado a tener forma, vida propia. Son costumbres, normas de convivencia que han permanecido en comunidades, en instituciones, en familias multiplicadas por millones, con buena, mediana o mala educación. Es tradición, identidad, sentido de pertenencia. No se avergüence si le dicen. Al revés.

Es imposible que un conservador crea en el colectivismo, en un plan estatal que pueda dirigir y limitar la vida social, los valores más preciados: la virtud para el actuar, la libertad para elegir y desarrollarse, el orden para garantizar una convivencia en paz. En el canon conservador está la justicia social, la solidaridad y, seguro, la erradicación de la pobreza. El conservador defiende la propiedad, como un derecho natural, pilar del sistema de economía libre, sin desconocer la función social que debe cumplir. ¿Ha visto cuántos chilenos han dejado de ser dependientes y se lanzan con emprendimientos, arriesgando mucho, para progresar por sí mismos, con ingresos que dependan de su propio esfuerzo y trabajo? ¿Ha visto cuántos -mujeres, mayormente- quieren tener casa propia, dispuestos al sacrificio y al ahorro? Porque la familia quiere tener un lugar en esta tierra, máxime la mujer, arraigarse para dar vida y cuidar en "su" territorio a "su" descendencia. Para así conservar la vida, la humanidad. Eso no es ideología, es naturaleza.

Mas la posición progresista y el mito urbano asumen que el conservador quiere mantener la sociedad estática. Nuevo error. La posición es otra. Procura prevenir la revolución o la reconstrucción total (¿le suena a "retroexcavadora" o "demoler los cimientos"?), optando por el reordenamiento gradual de los aspectos que permiten la estabilidad social, su continuidad, salvaguardando la esencia de la institucionalidad.

Aunque pese, según este esquema, los conservadores son predominantes en Chile, advirtiendo que lo predominante no es elitista; significa actitud "gravitante" en la raíz social. Y nuestra historia republicana, por lo demás, así lo dictamina. Ante el peligro de caos -hablo de historia y ejemplos hay varios-, ha surgido masivamente el reclamo por el orden.

Se me viene a la mente una frase acuñada que se convirtió en idea durante el siglo XIX. Define genialmente el grueso de la trayectoria y carácter nacional: "Reformar conservando, conservar reformando". ¡Enhorabuena!

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