Nuevas Políticas: el daño que se está haciendo‏

Columna del día
Nuevas Políticas: el daño que se está haciendo
por Manuel Cruzat Valdés
Economista
Diario El Mercurio, Lunes 28 de julio de 2014


Recientemente el Banco Central de Chile 
redujo la tasa de interés de política monetaria 
a 3,75% nominal anual, dejando entrever 
una política monetaria más expansiva a futuro 
y siendo la desaceleración en curso 
del crecimiento del país su verdadero detonante. 

Sin embargo, si se observan los agregados monetarios, 
se puede constatar que el M1 ha venido creciendo 
durante cada uno de los últimos 12 meses 
dentro de un rango de 10% a 15% anual 
-M2 más centrado alrededor del 10%-, 
compatible con un crecimiento real del PIB 
cercano al 5% anual e inflación 
en un rango de 2% a 4%. 

En otras palabras, 
el problema de verdad 
no es de origen monetario 
y he aquí a la entidad emisora 
aliviando de manera temporal 
una desaceleración cuyo origen 
está en el sector real.

La caída de los términos 
de intercambio chilenos ha sido fuerte: 
el petróleo sigue rondando los US$ 100 por barril, 
pero el cobre ha caído casi un tercio desde su peak 
de US$ 4,5 por libra durante el año 2011. 

Para un país que produce anualmente 
5,7 millones de toneladas de cobre 
-12.540 millones de libras de cobre- 
e importa diariamente alrededor 
de 370.000 barriles diarios de petróleo, 
el shock ha sido grande. 

Incluso, las finanzas fiscales se han resentido 
por la vía de menores ingresos desde Codelco 
y los impuestos de la Gran Minería: 
en el año 2007 estos llegaron a representar 
un tercio del gasto fiscal con US$ 14.000 millones, 
pero cayeron en el año 2013 
a un 10% de este -US$ 5.800 millones-. 

Lamentablemente, 
frente a este escenario de precios relativos, 
es poco lo que el país puede hacer 
-salvo indirectamente "contribuir" 
con una relativa escasez derivada 
del postergado plan de inversiones de Codelco-. 

La respuesta natural de las empresas mineras 
-que explican un tercio de la inversión extranjera 
directa en Chile- ha sido postergar inversiones 
hasta que sea rentable volver a expandir. 

El ajuste hasta ahora gradual de la economía china, 
que consume casi el 50% del cobre mundial 
y dos tercios del hierro comerciado internacionalmente 
-pero solo un 12% del petróleo mundial- 
explica en parte importante la evolución minera chilena.

Hasta ahí lo externo, pero hay que contextualizarlo: 
la participación de la minería en el PIB ronda el 12% 
y si bien su desarrollo impacta recíprocamente al resto, 
la desaceleración actual no solo está explicada por este sector 
y el impacto del petróleo más caro. 

Es aquí donde las nuevas políticas 
que se quieren implementar 
están ya haciendo daño. 

El caso tributario es elocuente: 
se asume ciegamente que porque se desarrolla más, 
se necesita aumentar el tamaño del Estado 
en 3 puntos porcentuales para llegar al 26% del PIB. 

Y una vez que lo anterior pasa a ser inmutable, 
se intenta convencer de que un aumento de impuestos 
como el propuesto no tendría efectos reales a nivel agregado, reemplazando únicamente el sector público lo que antes 
hacía el sector privado, centrado en la educación. 

Y al final, cuando muchos no aceptan 
toda la dialéctica anterior y los votos no están, 
solo ahí se mejora parcialmente lo propuesto. 

Pero el delgado hilo de la confianza 
se va resintiendo en el intertanto, 
quedando meridianamente claro 
que muchos de la coalición gobernante 
están dispuestos a dar un salto al vacío 
sin tomar mayormente en cuenta 
las consecuencias de aquello. 

Y es ahí donde radica 
la gravedad de lo ocurrido, 
aplicable también al resto 
de las políticas "refundacionales" anunciadas.

Entre los años 2000 y 2013 
el PIB creció a una tasa anual del 4,5%, 
el stock de capital neto -2,2 veces el PIB- al 5,2%, l
a población al 1% -en 2013, al 0,89%- 
y el empleo en los últimos 4 años al 3% anual 
-1,6% en últimos 12 meses-. 

La mayor absorción del empleo 
respondió a un fenómeno cíclico 
de salida de una crisis 
y a uno demográfico explicado 
por la mayor entrada de la mujer al trabajo 
y al reflejo de altas natalidades pasadas, 
pero es un dato de la causa 
que la tasa de crecimiento del empleo 
va a estar presionada a converger al 1% hacia adelante. 

Si ahora, producto de políticas mal concebidas, 
se reduce adicionalmente la inversión 
-en 2013, 24% del PIB- 
y el stock crece consistentemente 
un 1% menos que la tasa histórica, 
y la demografía, para peor mal corregida 
con políticas de control de la natalidad, 
no da más que un 1% anual, 
entonces el crecimiento potencial del país 
se reduciría en aproximadamente 
1% anual, estabilizándose al 3,5%.

Esta caída del potencial de crecimiento 
sí que sería una verdadera tragedia: 
en 12 años la diferencia de crecimiento 
equivaldría al PIB actual de US$ 275 mil millones; 
en 20 años, a US$ 966 mil millones o 3,5 veces el PIB actual. 

La imperfecta reforma tributaria 
de US$ 8.200 millones anuales de recaudación 
palidecería entonces frente a este daño de largo plazo.

Todos queremos lo mejor para todos, 
especialmente entregando herramientas 
y condiciones mínimas a los más desamparados, 
operando bajo un entorno competitivo, 
pero la vía elegida ha sido desastrosa 
y mientras no se corrija, 
lo que era una posibilidad 
va a terminar siendo una realidad. 

Sinceramente, cuesta creer 
que se quiera llevar al país 
a este curso de desarrollo, 
con toda la evidencia disponible 
de cómo se construyen los países 
y de cómo se destruyen, 
lenta pero efectivamente. 

Se debería partir por aceptar 
que los cambios deben ser graduales 
y que requieren mayorías estables que los respalden. 

De lo contrario, se estaría iniciando 
un ciclo de promulgaciones 
y posteriores derogaciones de leyes 
que solo va a consolidar 
el menor potencial de desarrollo en cuestión.

Manuel Cruzat Valdés
Economista

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