PABLO ALLARD, DIARIO LA TERCERA, LUNES 2 DE JUNIO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/06/02/PABLO-ALLARD/INYECTANDO-AL-PACIENTE/
Inyectando al paciente
Importante señal ha dado la Presidenta Bachelet con el anuncio de una inyección de cerca de mil millones de dólares para el Transantiago. Importante, porque da cuenta de su voluntad por hacerse cargo de este “enfermo”, cuyo diseño heredó de la administración Lagos, pero que ella decidió implementar pese a las advertencias que en esta columna hicimos y pese a lo que dictaba su propia intuición.
Aunque usted no lo crea, Transantiago es probablemente el mejor sistema de transporte público de Sudamérica, y no lo digo yo, sino voces tan autorizadas como el ex alcalde de Bogotá y padre del Transmilenio, Enrique Peñaloza, así como un estudio realizado por The Economist el 2011.
Esto se explica porque pese a los evidentes problemas de infraestructura, frecuencias y malas condiciones de confort y servicio, el Transantiago es el único sistema en una gran ciudad latinoamericana que ha logrado integrar el Metro con los buses troncales y alimentadores. El problema es que lo barato nos salió caro, groseramente caro.
Para dimensionar lo que nos costó el Transantiago, basta volver hacia finales del 2004 y revisar los montos de inversión pública previstos para financiar la infraestructura de todo el sistema, y que llegaban a 1.715 millones de dólares.Si descontamos los 1.600 millones de dólares reservados para la línea 4 del Metro, toda la infraestructura prevista para paraderos, corredores segregados, intermodales y mejoras en el entorno urbano totalizaba sólo 115 millones de dólares. O sea, con 115 millones se pretendía construir toda la infraestructura de superficie de un plan de transportes para una ciudad de seis millones de habitantes. El problema es que algún iluminado pensó que si las amarillas eran rentables, el sistema se debía financiar solo, y decidieron recortar todas las “obras” que serían responsabilidad del Estado. Esto llevó a errores de nacimiento tan grotescos como eliminar los paraderos con zona paga (que luego hubo que reponer con soluciones parche hasta el día de hoy), o entregar la propiedad y tuición de los terminales a los operadores privados, de manera que si les caduca la concesión, el Estado no tiene dónde poner los buses. Estos “ahorros”, sumados a las fallas del sistema de control de flota y los malditos contratos, obligaron a todos los chilenos a desembolsar 15 mil millones de dólares para mantenerlo vivo.
Por eso es que no da lo mismo en qué se va a invertir esta nueva inyección de mil millones de dólares. Si se va a dilapidar en superficialidades cosméticas como habilitar wi-fi en buses, la verdad es que mejor que se invierta en más Metro, cuya rentabilidad social es evidente. Si por el contrario, se decide hacer una inversión real en ciudad, con paraderos dignos y corredores segregados de calidad como el recientemente inaugurado en Departamental,entonces valdrá la pena el riesgo. Eso sí, habrá que tener excesivo cuidado en el diseño urbano e ingeniería de detalle de estas inversiones. De lo contrario, nuevamente estaremos inyectando la medicina equivocada al paciente.
Lo primero que hay que poner sobre la mesa, antes de afirmar (aunque diga que no lo dice él, si bien ciertamente lo suscribe) que el Transantiago es probablemente el mejor sistema de transporte público de Sudamérica, son las pérdidas acumuladas desde su implementación
ResponderEliminarPor esa vía, sin preocuparnos por las cuantiosas pérdidas, es decir ignorando ese faceta molesta de la realidad que entorpece las mejores intenciones, podríamos diseñar los mejores sistemas de salud, de educación y mucho más.
La principal razón por la cual no se produjo la debacle con masivas quemas de buses al implementarse el sistema, fue porque un porcentaje no despreciable de la gente que circula utilizando el transporte público de la capital se dio cuenta que era posible y se acostumbró a movilizarse sin pagar.
Claro no es barato trasladarse todos los días, los bips consumen rápido las lucas que escasean para otros menesteres.
Los urbanistas y expertos en transporte no pueden ignorar en forma tan olímpica la realidad que don Víctor Pizarro pone de manifiesto.
Es muy elegante citar The Economist y otras fuentes lejanas. Pero en los detalles se resuelve si el sistema es verdaderamente exitoso.