Sonambulismo - The Return of The Shadows‏


ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 24 DE MAYO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/05/24/ALFREDO-JOCELYN-HOLT/SONAMBULOS/1945653

Sonámbulos


CHRISTOPHER CLARK, el autor del aclamado libro The sleepwalkers, sobre los inicios de la Guerra del 14, recurre a una sutil distinción. En vez de detenerse en por qué se produjo la guerra, recomienda atender al cómo: qué fue ocurriendo. Una historia de este otro tipo es más contingente, periodística y dramática. Los personajes aparecen desdiciéndose, se hace evidente su irracionalidad. Ciertos escenarios bien podrían haber sido distintos. Las grandes causas -los “diseños” de la historia- se desdibujan y el autor concluye que a la guerra se le podría haber evitado. Los protagonistas de esta historia se moverían como sonámbulos, sin saber dónde iban a desembocar.
Noté este mismo sonambulismo luego de leer los comentarios sobre el discurso de la Presidenta, especialmente de gente de oposición. Como que se les vio aliviados, atontados tras las dos horas escuchando. Esperaban algo peor. Quedaron encantados porque se les dijo que no se iba a partir “desde cero”. Se escandalizaron sólo con lo del aborto, el pararrayos perfecto. Los periódicos más condescendientes con los movimientos sociales respaldaron esta interpretación, haciendo alarde de su frustración: contaron cada palabra, suspiro y sorbo de agua, y repararon en que no se había pronunciado la palabra “asamblea constituyente” ni una sola vez (versus las 190 veces que se dijo “Chile” o “país”, lo cual demuestra cuán anodinas son estas mediciones). A una autora incluso le pareció “conciliador” el tono con la “élite”.
El problema con esta lectura literal es que no toma en cuenta que los discursos del 21 de mayo son las intervenciones presidenciales más producidas; participan cientos de asesores fantasmas. Es el discurso más encorsetado, amorfo, menos útil para entender en qué realmente está pensando un político. Tan así, que nunca se topa uno con citas de mensajes presidenciales en libros especializados. Es más, nadie discute que Bachelet es una estratega eximia, sabe cuándo avanzar, cuándo replegarse, por tanto, ¿qué tan bienintencionadas son sus movidas? Su mensaje, sea literal o subliminal, es siempre el mismo: “Tenemos la razón y las mayorías, tenemos el diseño, ésta es la hora, ésta es la mía, vengo a leerles la cartilla”. Los anuncios más explícitos los reserva para otras ocasiones, como cuando afirmó, días antes, que el suyo es el programa más ambicioso en 50 años, aludiendo a Frei Montalva y a la UP, omitiendo la dictadura que, gústenos o no, fue igual de revolucionaria y trastornadora.
Bachelet podrá no partir de cero, pero es selectiva respecto de la historia. Nada dice de los consensos de la Concertación y derecha, de las aceptaciones tácitas y expresas en que incurrieron (¿también tácticas?) y de su primer gobierno. No es sólo el de Piñera el que se salta. Me llamó la atención que mencionara la “felicidad”. En 1988 cantaban “la alegría ya viene” a todo dar, 18 años después nos atosigaron con el cuento de “la ruta a la felicidad”. Ahora sólo se dijo que la felicidad es “relevante”, otra palabra anodina, soporífera.
Clark califica a los sonámbulos de su historia como “vigilantes pero ciegos”, angustiados pero inconscientes. El sonambulismo es un trastorno del sueño, una suerte de ensimismamiento hipnótico.

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