La existencia del Congreso
presupone un problema
de índole filosófica.
Planear una asamblea
que represente a todos los hombres,
es como fijar el número exacto
de los arquetipos platónicos,
enigma que ha atareado durante siglos
la perplejidad de los pensadores.
No se requiere de una inteligencia lúcida
para percatarnos que no estamos
adecuadamente representados.
Aunque tal vez no nos hemos
mirado con suficiente autocrítica
en el espejo de la verdad
de nosotros mismos.
Si un gobierno
no busca el bien común,
ni incentiva el bien en sí mismo,
respetando las conciencias
de sus ciudadanos,
sean o no mayoría,
la existencia de un Gobierno
presupone un problema de índole patológico.
Pero eso es
harina de otro costal
y a costa del erario...
mientras quede harina...
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