Diario El Mercurio, Lunes 26 de mayo de 2014
Qué tragedia submarina
"Cuando al pobre Timothy Shank se le fueron las pantallas a negro, apretó el botón de pánico y todos esperaron. Los restos del Nereus comenzaron a aflorar, confirmando la muerte; posiblemente, una pieza cerámica no resistió..."
Quien meta mano en un florero a la entrada de mi casa, sacará un vaso de poliestireno para café. Está reducido, chupado: sufrió una implosión, a los 1.500 m de profundidad, frente a las costas de Coquimbo, desde el viejo buque "Vidal Gormaz" de la Armada, en mayo de 2006.
Se lo muestro a mis nietos menores y les explico qué es la presión submarina: el peso del agua, el límite de los 40 metros que los buzos no deberían sobrepasar... ahora tengo un nuevo argumento.
El 10 de mayo, otra implosión afectó a un sumergible que costó 8 millones de dólares: el Nereus, a 9.900 metros de profundidad, en la fosa oceánica de Kermadec, al noreste de Nueva Zelandia.
El Nereus era como un dron, sin pasajeros. El ingeniero responsable de su diseño y fabricación, Andy Bowen, declaró a Nature la semana pasada: "Esto muestra cuán difícil es trabajar en el océano en general y más aún en situaciones extremas". Recomendó fabricar estos equipos de a dos, para tener repuesto.
Operaba el Nereus la Woods Hole Oceanographic Institution, entidad privada de investigación oceánica sin fines de lucro con sede en el Cabo Cod, Massachusetts. Ya trabaja en la nave de reemplazo.
El Nereus exploraba la zona de Hades, terrible nombre de la región entre los 6 mil y 10 mil metros de profundidad. Hades era el dios griego del inframundo, tumba, muerte. Buena excusa para el ingeniero del Nereus, Andy Bowen.
Construyó el Nereus en 2008; podía operar comandado a distancia o en forma autónoma. Lo unía a la nave madre una atadura de fibra óptica, flotaba gracias a su constitución cerámica, y lo vivificaban baterías de iones de litio. Hay un notable video en internet.
Timothy Shank, el biólogo que dirigía las operaciones el día fatal, alabó al Nereus como si se tratara de un colega difunto: "...Ayudó a explorar lugares que nunca habíamos visto y formular preguntas que jamás habíamos pensado... acometiendo algunos de los problemas científicos más fundamentales sobre la vida en la Tierra". Y lamentó que hoy no se cuenta con la posibilidad de explorar los dos tercios más profundos del mar en forma remota.
Otros vehículos podrían trabajar allí: el Deepsea Challenger, que usó el director de cine James Cameron en su viaje submarino, y el Abismo, japonés, que ya ha alcanzado los 10.250 metros. Ninguno cuenta con el equipamiento científico del Nereus.
Cuando al pobre Timothy Shank se le fueron las pantallas a negro, apretó el botón de pánico y todos esperaron. Los restos del Nereus comenzaron a aflorar, confirmando la muerte; posiblemente, una pieza cerámica no resistió.
Cosa rara. El Nereus ya había explorado la fosa de las Marianas, el punto más profundo del Océano Pacífico, 11 kilómetros, frente a las islas Marianas.
Durante su vida, fuera de las imágenes, los mapas, había traído muestras de animales antes desconocidos y sedimentos de lo profundo que revelarán qué procesos son los que dan forma a los ecosistemas en las fosas oceánicas, como no hay en ningún otro lugar del planeta.
Una pena. Víctima de la presión, como la taza de café que muestro a mis nietos.
Se lo muestro a mis nietos menores y les explico qué es la presión submarina: el peso del agua, el límite de los 40 metros que los buzos no deberían sobrepasar... ahora tengo un nuevo argumento.
El 10 de mayo, otra implosión afectó a un sumergible que costó 8 millones de dólares: el Nereus, a 9.900 metros de profundidad, en la fosa oceánica de Kermadec, al noreste de Nueva Zelandia.
El Nereus era como un dron, sin pasajeros. El ingeniero responsable de su diseño y fabricación, Andy Bowen, declaró a Nature la semana pasada: "Esto muestra cuán difícil es trabajar en el océano en general y más aún en situaciones extremas". Recomendó fabricar estos equipos de a dos, para tener repuesto.
Operaba el Nereus la Woods Hole Oceanographic Institution, entidad privada de investigación oceánica sin fines de lucro con sede en el Cabo Cod, Massachusetts. Ya trabaja en la nave de reemplazo.
El Nereus exploraba la zona de Hades, terrible nombre de la región entre los 6 mil y 10 mil metros de profundidad. Hades era el dios griego del inframundo, tumba, muerte. Buena excusa para el ingeniero del Nereus, Andy Bowen.
Construyó el Nereus en 2008; podía operar comandado a distancia o en forma autónoma. Lo unía a la nave madre una atadura de fibra óptica, flotaba gracias a su constitución cerámica, y lo vivificaban baterías de iones de litio. Hay un notable video en internet.
Timothy Shank, el biólogo que dirigía las operaciones el día fatal, alabó al Nereus como si se tratara de un colega difunto: "...Ayudó a explorar lugares que nunca habíamos visto y formular preguntas que jamás habíamos pensado... acometiendo algunos de los problemas científicos más fundamentales sobre la vida en la Tierra". Y lamentó que hoy no se cuenta con la posibilidad de explorar los dos tercios más profundos del mar en forma remota.
Otros vehículos podrían trabajar allí: el Deepsea Challenger, que usó el director de cine James Cameron en su viaje submarino, y el Abismo, japonés, que ya ha alcanzado los 10.250 metros. Ninguno cuenta con el equipamiento científico del Nereus.
Cuando al pobre Timothy Shank se le fueron las pantallas a negro, apretó el botón de pánico y todos esperaron. Los restos del Nereus comenzaron a aflorar, confirmando la muerte; posiblemente, una pieza cerámica no resistió.
Cosa rara. El Nereus ya había explorado la fosa de las Marianas, el punto más profundo del Océano Pacífico, 11 kilómetros, frente a las islas Marianas.
Durante su vida, fuera de las imágenes, los mapas, había traído muestras de animales antes desconocidos y sedimentos de lo profundo que revelarán qué procesos son los que dan forma a los ecosistemas en las fosas oceánicas, como no hay en ningún otro lugar del planeta.
Una pena. Víctima de la presión, como la taza de café que muestro a mis nietos.
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