La diferencia entre trasladarse y viajar‏


Ruta 5

Diario El Mercurio, Sábado 26 de abril de 2014







Chile es tal vez el único país que se puede recorrer de norte a sur por miles de kilómetros a lo largo de una especie de columna vertebral que va desde el desierto en el norte, a los fiordos en el sur por la ruta 5. 


Esta columna que transita entre la cordillera y el mar aproximándose por tramos a una y a otro está constantemente atravesada por otros valles transversales asociados a cursos de agua.

Recorrerla es una experiencia no solo de desplazamiento, sino una verdadera clase de geografía, en la que podemos entender cómo es que la placa del Pacífico se introduce bajo la continental, produciendo un par de arrugas que son las cordilleras; y cómo desde lo alto de estas baja una serie de ríos correntosos que en pocos kilómetros salvan una gradiente de miles de metros.

Esta experiencia, difícil de disfrutar en la zona central, se hace evidente a unos cientos de kilómetros al norte o al sur de la capital, una vez que el tránsito se vuelve más amable y los conductores manejan por la pista derecha, tema que con los años ha mejorado de manera paulatina, salvo en ocasiones como el fin de semana recién pasado, en que no hubo forma de que una vez adelantado un vehículo, el conductor correspondiente se planteara siquiera la posibilidad de volver a la derecha. (El efecto de esta sicosis colectiva de conductores es que, paradojalmente, en estos días de mayor tránsito, es mucho más expedito circular y adelantar por la derecha a la interminable serie de enceguecidos energúmenos que disputan palmo a palmo un lugar absurdo en una fila en la que nadie puede modificar su posición ni hacer más despejado y placentero el viaje, para el resto y para ellos mismos).

Pero de vuelta a la ruta, existe también una sucesión de brazos en dirección oriente poniente que contienen paisajes y lugares sorprendentes, los que recomiendo investigar. Muchas veces son simples huellas que atraviesan haciendas, líneas de tren y pueblos olvidados. Hay plantaciones, animales, fragmentos de un país muy distinto al que habitamos, y que por no verlo nunca, creemos que ya no existe.

Es un viaje al interior en todos los sentidos, donde debemos bajar la velocidad, parar a abrir trancas, ver si pasa o no el auto por un determinado obstáculo, incluso darse media vuelta y volver al camino principal.

Pese a la incertidumbre constante, vale la pena probar una y otra vez.

En estos caminos, el viaje en sí es un lugar que vale la pena habitar aunque solo sea por un instante, en vez de correr lo más rápido posible para llegar a un destino que por lo general conocemos y donde nos sentimos seguros.

Salirse de la ruta consiste específicamente en hacer la diferencia entre trasladarse y viajar. 

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