Piñera, un balance

ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, DOMINGO 2 DE MARZO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/03/02/ALFREDO-JOCELYN-HOLT/PINERA-UN-BALANCE/jocelynholt




LLAMA LA atención que en Chile, tras 16 años de dictadura, se haya desembocado en 20 años de gobiernos “consensuados” presididos por la Concertación, seguidos por cuatro de una derecha que en 2010, en verdad, no ganó (la centroizquierda perdió), para luego tener que encontrarnos con una Nueva Mayoría, que está por verse qué bicho es, qué va a poder hacer, la que tampoco se impuso (no olvidemos la abstención y el que no obtuviera la rotunda victoria que se le suponía capaz de lograr).
Este es el contexto en que hay que ubicar a Piñera y su gobierno. En fin, mucho afán gastado en andar “ganando” cuando a lo sumo se empata, si bien, con ello, se asegura continuidad; quizá lo que la verdadera mayoría de chilenos (que no cabe en una calle, ni siquiera en las grandes Alamedas) quiere y puede.
Lo cual no le resta méritos a un Piñera siempre ansioso. Su gobierno muestra logros indiscutibles, obvio que sobre un terreno antes abonado. Tasas altas de crecimiento económico, inversión, PIB, empleo, gasto en Salud y Educación (especialmente, en Educación superior): índices mucho mejores que los del cuatrienio anterior, cuestión que Piñera y sus ministros hinchan con majadería. Está claro que este gobierno ha sido -lo reconozca o no la oposición- una bienvenida corrección de administraciones gastadas. Pero ¿por qué insistir? Según Piñera, porque su meta es que Chile sea el primer país de Latinoamérica que derrote la pobreza y el subdesarrollo. De ahí su porfía en “los resultados reales” de la sociedad y economía chilena (más índices), incluso a costa de popularidad personal. ¿Lo contrario le ocurre a Bachelet?
Ni tanto. Los dos (“mortalmente parecidos”) son sintomáticos de un mismo Chile que no termina por conciliarse consigo mismo.Uno representa el impulso por crecer y enriquecerse. El otro aspira a una mayor equidad horizontal algo chata. Uno quiere ser querido, pero por mucho que gaste su extraordinario caudal de adrenalina en lograrlo, no le resulta. A Bachelet, en cambio, supuestamente la quieren todos, aunque ella sospeche de medio mundo, lo cual lleva de nuevo a empate. En el fondo, ninguno de los dos convence. Igual, ambos coinciden en ser alternativas a los partidos, rodeándose de incondicionales que sirven hasta por ahí nomás; en el “segundo tiempo” no queda más alternativa que volver a llamar a los “políticos”. Es decir, lo de ellos es un presidencialismo con visos personalistas y populistas (Bachelet más que Piñera) que se sabe cojo. Pero el Congreso lo es aún más. Los partidos están desprestigiados y como La Moneda tiene un aura de todopoderosa se dejan atropellar. Se contentan con que los conviden. Mas no exigen ni son muy capaces de idear otra fórmula.
¿Fue de derecha el gobierno de Piñera? Un poco sí, un poco no. En este juego hay que ponerse la camiseta y mojarla, y Piñera es de los que hasta compra equipos. Es más, le hicieron la vida imposible porque era supuestamente de derecha, incluso jugándole sucio y cambiándole la cancha y reglas (la calle de repente como flashmob pichanga sin reglas ni árbitro). Claro que, por otro lado, no parece tan de derechas. Los empresarios que nunca lo han querido (hay quienes creen que estando en La Moneda se libraron de él), volvieron felices a apostar por Bachelet (los empresarios siempre juegan a ganador). Fustigó a la derecha por haber apoyado a la dictadura (lo de los “cómplices pasivos” fue para el bronce), aunque Piñera se hizo rico gracias a la dictadura y Fernando Barros se lo dijo: “Piñera es producto de Pinochet de la misma manera que son los gobiernos de la Concertación”. Coqueteos, además, con cierto progresismo blando -tipo películas como Machuca o No- huelen a oportunismo nunca pierde. Es decir, el clásico “no es esto ni aquello sino todo lo contrario”. En efecto, Piñera semeja más a un democratacristiano que no osa decir su nombre que a un liberal. “Ni chicha ni limoná”: célebre definición de Eduardo Frei Ruiz-Tagle respecto de los democratacristianos de hoy (no todos en el partido).
Piñera es tan sólo Piñera, aunque en esta vuelta contó con votos de derecha, con apoyo a regañadientes de muchos en su propio sector, secundado por tecnócratas muy preparados que le fueron leales. Así y todo, no habernos encaminado a una solución al problema energético a largo plazo es inconcebible en un político de derecha. Como me lo explicó un amigo cercano al mundo empresarial: “Piñera simplemente no cumplió con la eficiencia y modernización que prometió. Y esa deuda, que viene de antes, la pagaremos ahora con la nueva situación económica internacional, donde los países desarrollados les están diciendo a los emergentes (como Chile) que tienen que hacer reformas para ser más competitivos (las mismas que Alemania hizo hace unos años)”.
Digamos que el Piñera político hizo lo que le conocíamos hacer como magnate. No inventó nada nuevo, ningún rubro ni nueva empresa. No es estadista ni muy profundo (dicen que es muy inteligente, pero nunca le he oído nada brillante). Es un muy astuto hombre de negocios y político, que juega siempre a winner y que con una audacia notable se hizo nada menos que de La Moneda, desde donde dirigió el país con seriedad y total dedicación. Hay que concedérselo. Una persona que, además, no se merecía las obstrucciones de quienes nunca aceptaron la alternancia política (cuando, de hecho, eso fue un acierto para el sistema y el país). Además, que yo recuerde, jamás fue odioso. Sus incontinencias frecuentes (las peores: haber afirmado que en 20 días había hecho más que la Concertación en 20 años y que la educación es un bien de consumo) fueron soberbias y patéticas, pero no groseras. Tuvo momentos típicamente de derecha -frenó a la izquierda y al progresismo sectarios-, lo que se agradece y mucho.
Mientras tengamos a Bachelet, tendremos a Piñera y viceversa (se merecen el uno al otro). Dudo que se le eche de menos, es demasiado ubicuo. Gústenos o no, representa una faceta potente, muy del Chile de hoy.

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