Mujica, el filósofo


"Algo misterioso une, al fin y al cabo, a los viejos revolucionarios de izquierda, quienes, por alguna razón insondable, mantienen total lealtad al mito de Fidel Castro..."


Nunca había recibido más comentarios por una entrevista que los que me llegaron por la que hice al Presidente de Uruguay, José Mujica, hace unas semanas. Estoy segura de que nada tienen que ver con mi estilo periodístico. Sé que toda la gracia la tiene él, un verdadero personaje.

Les cae bien a moros y cristianos. Hay curiosidad por saber más de este ex guerrillero que aprendió por las malas la lección de que los votos son mejores que las balas, y a quien la realidad le mostró que el capitalismo es el único sistema que genera la riqueza necesaria para financiar programas sociales que mejoren la vida de los pobres. Todo esto, sin renunciar a su "filosofía de vida" ni a sus "ideales" de justicia social o de un cooperativismo en la propiedad de las industrias. Mujica es francote, articulado y directo para expresarse. Nada más lejos de él que la grandilocuencia que suele acompañar a los políticos de renombre. Le gusta usar refranes populares y que se los aplaudan. Sin duda, su secreto es su enorme sencillez, su manera llana de decir lo que piensa y la falta total de temor a reconocer que está equivocado y que puede cambiar de opinión. Así lo ha hecho a través de los años y mientras ha estado en el gobierno. Es lo que plantea a propósito de la controvertida ley que legaliza la marihuana: que es un "experimento", que si no resulta, da marcha atrás. Así de simple.

Ahora que está iniciando su último año de gobierno, parece más empeñado en dar consejos "filosóficos" que en la política diaria. Sobre todo hablar a los jóvenes, para que "su vida tenga contenido" porque "la religión debe ser la vida, nada vale más que la vida".

A la izquierda recalcitrante, eso sí, no le gusta Mujica: es un "peligroso" ejemplo de que el pragmatismo es más rentable que el populismo que lleva al fracaso y al derrumbe a cualquier economía. Con las nacionalizaciones "es fácil desatar un cataclismo", dice Mujica con todas sus letras.

Aunque cuando se habla con él de Cuba, la cosa se pone más resbalosa: "Tiene playas bárbaras, lindas mujeres... están mejor que hace cuatro años... están buscando su camino". ¿Por qué Mujica, con su mirada amplia, capaz de reconocer abiertamente sus propios errores, no se atreve a decir que Cuba es un total y rotundo fracaso, político y económico, de más de cincuenta años, y que Venezuela va en camino directo a ese mismo destino?

Algo misterioso une, al fin y al cabo, a los viejos revolucionarios de izquierda, quienes, por alguna razón insondable, mantienen total lealtad al mito de Fidel Castro. Un mito que ni siquiera Mujica, el más sabio de los ex guerrilleros sesenteros, se atreve a demoler.

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