Talca, París y «Boston» (perdón, Bustamante)...una contribución mayor a la tradición de la literatura picaresca‏


La comedia talquina

La crítica de Pedro Gandolfo 
Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 10 de noviembre de 2013

En Los tormentosos últimos días de un irreverente , Óscar Bustamante elabora una poderosa narración, en tono marcadamente cómico, en torno a Talca y Max Woolf, dos protagonistas desmesurados e incongruentes. Max Woolf es un académico y arquitecto, chileno, de origen alemán, que ha vivido y trabajado en París los últimos treinta años. Sus referentes, ideas y gustos son refinados y formados a escala de la Ciudad luz. Un quiebre sentimental y una suma de adversidades lo lleva a dejar ese mundo y conseguir un modesto trabajo en el Departamento de Obras de la Municipalidad de Talca. El aterrizaje, contraste y paulatino acercamiento de Woolf a su nuevo medio es el núcleo del desarrollo de la narración.

Bustamante se arriesga en esta su novela póstuma con un libro en que el humor es la clave fundamental (aunque no la única) de su lectura. Woolf es un personaje que (a diferencia del autor) desconoce Talca y llega a ella como un extranjero (de hecho compra un diccionario de mapudungún para entender algunos términos y se hace explicar frecuentes chilenismos que no entiende) y su visión extraña y no familiar se horroriza ante una ciudad que en el ámbito de lo urbano y de la cultura se encuentra, al parecer, en las antípodas de París.

La novela, escrita en forma de un diario de vida redactado por Woolf, abarca un año de estadía en Talca (2009 a 2010), pero desde ese presente rememora su pasado en París, las relaciones rotas o incompletas que allí dejó y que reaparecen en su vagar (o, mejor, extravagar) por Talca. El protagonista de la novela es, de un lado, un héroe conradiano (la narrativa de Conrad es esencial para entender la de Bustamante), que viaja hacia un lugar remoto para expiar una culpa localizada en el pasado. El viaje de expiación y reconciliación lo lleva a cabo Bustamante no en un tono trágico o semitrágico, sino que en vena cómica. Por ello, Max Woolf semeja ser un héroe rabelaisiano, pantagruélico, en que la desmesura se da en todos los planos, desde el físico al espiritual, pasando por el profesional y erótico, y surge cómicamente por lo incongruente que ese gigante poliédrico resulta ser en Talca o en Maule. La comicidad de la novela se logra gracias, principalmente, a este recurso que en la historia literaria ha dado buenos resultados: poner a un gigante actuando entre diminutos. Los ejemplos de Rabelais y de Swift saltan inmediatamente a la memoria.

Bustamante mantiene una distancia irónica permanente con su ficción -Max Woolf- que le permite desplegarlo con mucha libertad y reírse de él sin remordimiento ni cuartel. Woolf nunca se adapta a las circunstancias que vive y parece no captar la distancia entre la estatura de sus ideales y la modestia de la realidad sobre la que quiere actuar, entre la pobreza de sus fuerzas y la energía aplastante de la cultura local. Woolf es el típico "gringo loco", quijotesco y absurdo.

El carácter cómico de la novela -definido, sobre todo, por la naturaleza de sus personajes- se completa con la secuencia de figuras que rodean a Woolf en su peregrinar talquino, todos ellos bien construidos, divertidos hasta la hilaridad y que demuestran una inventiva cómica notable: Radomiro, Rubens Olmos, Elvira Bastida, Olivia Montoya, Kevin, Tulio Curepto, entre otros, pueblan a la áspera capital del Maule de seres marginales, semiurbanos, venidos a menos, en los cuales Woolf encaja y desencaja alternativamente, dando tumbos.

El tono cómico, que prevalece en la novela de Bustamante, no le impide introducir críticas y sarcasmos (en el libro aparecen enemigos claramente definidos) y momentos de lirismo y melancolía, puesto que la risa y broma no excluyen (en todo gran arte que emplee el humor) el dolor y la nostalgia.

Estructuralmente Bustamante siguió la fórmula clásica de un viaje de descenso (índole que conviene al propósito de expiación) geográfico-cultural ( París-Talca) y un ascenso y pacificación final. De hecho el libro termina con el protagonista en la soledad de la montaña en un paisaje descrito con un lenguaje extático, mínimo, esencial. El contraste entre la agitación (de los tormentosos últimos días) y la quietud de ese momento final es notoria y hermosamente expresada.

Una de las contribuciones mayores de este texto se encuentra al nivel de lenguaje. Woolf es un afrancesado y, por lo mismo, su diario esta salpicado de términos y expresiones francesas que se suman a su castellano junto con las palabras en mapudungún que Woolf va extrayendo de su diccionario y los chilenismos que le enseña Radomiro, le junior . La suma de todos esos elementos proporciona al lector un texto ágil, sorprendente y desafiante.

Óscar Bustamante, por medio de Los tormentosos últimos días de un irreverente , lleva a cabo, así, una contribución mayor a la tradición de la literatura picaresca.

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