Con delicadeza y sin estridencias...‏



Revista Qué Pasa, miércoles 11 de septiembre de 2013
http://www.quepasa.cl/articulo/guia-del-ocio/libros/2013/09/247-12649-9-la-joven-manos-de-tijera.shtml

La joven manos de tijera

Esta historia empieza en 1996, cuando una veinteañera Alejandra Costamagna (1970, columnista de Qué Pasa) debutaba en la literatura con su novela En voz baja, título que anunciaría la forma en la que decidiría contar sus historias: con delicadeza y sin estridencias. Así, publicaría cuentos, novelas y crónicas que la transformarían en una de las escritoras imprescindibles  de la narrativa chilena. Así, 17 años después de ese debut, Costamagna volvería a mirar esa primera novela -en la que abordaba la dictadura desde la mirada de una hija- y se daría cuenta de que si quería reeditarla, en realidad tenía que reescribirla. Y eso hizo. Y la novela se transformó en un cuento largo. Y se dio cuenta de que dialogaba con otros dos relatos publicados antes: “Nadie nunca se acostumbra” y “Agujas de reloj”. Y así nació Había una vez un pájaro (Editorial Cuneta), su nuevo libro, que reúne estos tres relatos.
-Alejandra, te convertiste en una “joven manos de tijera”. O en una suerte de Gordon Lish, el editor de Raymond Carver que cortaba y cortaba sus textos. ¿Qué fue lo más difícil de este nuevo proceso de edición de En voz baja?
-Tal vez lo más complicado fue decidir qué hacer con la sensación de lejanía que tuve al volver a leer la novela. A eso le di muchas vueltas. Pero una vez que decidí que ésta no sería una corrección del primer libro ni una edición disminuida, sino más bien una versión posible o una entrada distinta a la misma historia, o sea otro libro, la tijera pudo operar a su libre antojo.
-Si pudieras describir en un par de líneas qué ha pasado entre En voz baja y Había una vez un pájaro, ¿qué dirías?
-Aparte de lecturas y relecturas, manuscritos y publicaciones, han pasado cambios de letra, mascotas, presidentes, amigos, enfermedades, viajes, terremotos, cambios de casa, pérdidas, transiciones. Ha pasado más de un par de líneas, en realidad.   
-En el epílogo del libro, cuentas que cuando volviste a leer En voz baja no te reconociste en el tono, y que te pareció que esa historia había que contarla en voz más baja: ¿por qué?
-No me cabe duda que la lectora que escribió ese libro entonces sí tenía conexión con esa voz. Pero creo que las palabras se gastan. El lenguaje está siempre en proceso y lo que hoy es ruido, mañana puede no serlo. Y viceversa. Me interesa ver la escritura como una búsqueda más que un resultado. Frente a otros contextos hay otras preguntas, otras palabras y, necesariamente, otros silencios.
-Como en tus libros anteriores, aquí también hay animales. ¿Te acuerdas de alguna escena protagonizada por animales que te haya impactado?
-Pienso en la imagen de la vaca perdiéndose con la corriente del río, patas arriba, en “Es que somos muy pobres”, de Rulfo. La vaca y la proyección del futuro de la hija con sus pechos recién brotados, que se mueven “como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición”. La vaca ahogada y la desgracia de la niña.
-¿Qué extrañas de esa Alejandra Costamagna que publicó su primera novela con 26 años?
-Los nueve mil cuatrocientos noventa días de esos veintiséis años que tenía.

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