Lo Barnechea, un puente geográfico


Hacia un Santiago de calidad mundial el observador urbano


por Miguel Laborde 
Diario El Mercurio, sábado 24 de noviembre de 2012

Los muros pueden hablar, porque detrás de cada fachada -como es el caso de la casona que ocupa la Municipalidad de Lo Barnechea- hay un juego de cajas rusas que esconde más de una trama que ilumina el lugar.
Todo esto, a propósito de un alumno universitario que se lamenta de habitar en esa comuna, porque "no tiene historia"... Sin ir tan atrás, hasta el jefe Huara Huara o las haciendas coloniales del sector, esa casona municipal, con el nombre de Casas de San Enrique, ahí a las puertas de El Arrayán, recuerda a uno de esos chilenos notables del siglo republicano: Enrique Concha y Toro.
Es más, se dice que el Santiago del siglo XIX terminó con una famosa fiesta de disfraces de 1912, en la que él fue el anfitrión -tal como lo fuera para visitantes extranjeros del Centenario-, y desaparece con la demolición de su palacio, el más espectacular de Chile, que estaba donde luego se construyó ese barrio que hoy lo recuerda: Concha y Toro.
Ingeniero riguroso, de los primeros chilenos en esa profesión, formado por Ignacio Domeyko, sus estudios de riquezas mineras lo llevaron a emprender proyectos tanto en Chile como en Bolivia -donde vivió y fue cónsul en Oruro-; a participar en el ferrocarril de Antofagasta; a crear la más moderna refinadora de metales de América del Sur, Huanchaca, cuyas espectaculares ruinas albergan hoy al Museo del Desierto a las afueras de esa ciudad... Si Melchor, su hermano mayor, buen abogado y hábil negociador, hizo la fortuna que luego derivó de las minas a las viñas, más de algo se debe a este hermano que era el hombre de terreno, el que andaba -polvoriento- estudiando la geología de todo Chile.
En torno a estas casas dialogan el valle y la montaña. Hasta aquí llegaba el Camino de las Minas (el que subía de la ciudad, y que corresponde a las actuales avenidas Providencia y Las Condes) y hasta acá bajaba el andarivel mineral con sus capachos de cuero para que Concha y Toro refinara su carga. Después le surgirían dos competidores -Isidora Goyenechea, uno de ellos-, y toda esta zona, gracias a las numerosas vetas de cobre en su precordillera, zona que se vería activada por su desarrollo minero y metalúrgico. No hay señales hoy día, ninguna.
Al frente del Establecimiento de San Enrique abrieron sus puertas un despacho de víveres y una taberna, donde docenas de cateadores y arrieros de entonces, y también campesinos de los alrededores, animaban noches largas. Más tarde se les unen los restaurantes junto al puente, con su mejor época en primavera, cuando los santiaguinos subían a recobrar la vista del paisaje andino y el aire de montaña tras los meses de encierro invernal.
Todo municipio tiene el derecho de presentar y gestionar sus hitos ante el Instituto de Conmemoración Histórica de Chile, en solicitud de una placa informativa, para que sus habitantes sepan que tienen historia y puedan conocerla.
Como en el caso de estas Casas de San Enrique, que se asocian directamente a la principal riqueza de Chile y a un protagonista principal de la minería nacional, activo en todo, desde la plata en Caracoles y el hierro en Huanchaca, hasta el cobre en El Teniente y aquí en la precordillera de Santiago. La Plaza de San Enrique tendría otro peso si se recordara el origen de su nombre.
Minas de Chile: www.cesco.cl
 

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