Publicado en La Tercera, 29 de octubre del 2012
Al comentar un libro que le pareció infumable, un crítico gringo sentenció: “Si fuera un poco mejor, sería malo”. Guardando las distancias, lo mismo debería decir el gobierno de la elección del domingo pasado. Decir que fue un balde de agua fría es decir poco. El asunto tuvo olor a funeral. Al oficialismo le fue mal no sólo porque perdió comunas muy importantes o porque le fue imposible reconquistar plazas que creyó tener en el bolsillo. Le fue mal, sobre todo, porque se preparó para ir a una fiesta y tuvo que amanecerse en la unidad de tratamiento intensivo de la posta. A nivel de expectativas, de radares, de inteligencia política, de pulso ciudadano, la derrota fue total. La Moneda podrá tener buenas razones, en principio, para desentenderse del fracaso de Cristián Labbé en Providencia -porque, a pesar de tener buena gestión, él la enfrentó como si fuese la última elección del Sí y el No, sin dejar disparate por cometer-, pero es difícil explicar lo sucedido en Santiago, La Reina, Recoleta, Conchalí y otros municipios, sin asumir que estos fueron portazos en pleno rostro del gobierno.
¿Tiene la administración de Piñera repertorio para reaccionar ante estos golpes? No sabemos si la tendrá ahora, pero nunca la tuvo antes frente a las malas noticias. Es curioso: no hay gobierno que crea más en las encuestas (encuestas harto malas o poco finas, por añadidura) y sin embargo pocos han sido tan indolentes como éste para rectificar, revisar y eventualmente cambiar los ejes de su relación con la ciudadanía. Todo se sigue haciendo más o menos igual y con el mismo discurso. En un momento se reforzó su poco el gabinete y las cosas parecieron cambiar. Algo cambiaron, de hecho, pero no lo suficiente. El Presidente tiene cifras buenísimas de gestión y logros sectoriales más que atendibles. Lo que no tiene su gobierno, sin embargo, es épica, alma, relato, narrativa -llámesele como quiera- y eso, aun cuando el Mandatario se molesta mucho cuando se lo recuerdan, se paga caro en términos políticos, como quedó de relieve ayer.
Por lo mismo que tiene poco margen para sobreponerse, es posible que anoche haya terminado el gobierno del Presidente Piñera en términos políticos. Hasta aquí nomás llegó. La pista para la Alianza, por su parte, se puso muy dura. El ministro Golborne, que apoyó a varios candidatos perdedores, fue más golpeado por el revés que Andrés Allamand, que se mantuvo siempre al margen de la elección. Aunque este factor no sea una lápida para el ministro de Obras Públicas, el hecho objetivo es que anoche entró otra variable más a la ecuación. Hasta el sábado esa variable no aplicaba.
El único consuelo que puede tener el gobierno es que la Concertación tampoco llegó a la elección con una composición de lugar mucho mejor que la suya. Claro que es distinto en política prepararse para una derrota y conseguir un triunfo. Nadie le va a hacer un sumario al aparato político de la coalición y a sus técnicos electorales por haberse subestimado. La cosa resultó mejor de lo que esperaban.
Al lado del oficialismo, el resultado fue peor y la duda es que si hay margen para “bancárselo” y si existe el coraje de ver en esto una señal de que el desafío político terminó por quedarle grande a este gobierno.
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