En la cruz


En la cruz se descifran las parábolas.
En la cruz se concentran los enigmas
de toda ciencia...el centro del misterio
de la salvación y del sentido del ser humano.

En la cruz hay un signo positivo,
una suma del bien
que anula todo el mal,
una suma que se multiplica
como pan consagrado
y como cáliz que fluye
como manantial eterno.

En la cruz convergen todas las naciones,
desde los cuatro puntos cardinales,
y las cuatro dimensiones espacio-temporales
se clavan en el infinito.

En la cruz, el Rey de Reyes,
con su corona  de espinas,
clavado a eso trono
que es a la vez instrumento
de tortura y muerte,
de vergüenza y de escarnio,
comienza su reinado eterno.

Desde allí libremente
entregó su vida
para rescatarnos de la muerte
y del pecado, para que reconciliándonos
tuviésemos vida en plenitud y para siempre.

Desnudo, sin su túnica sin costura,
su piel desgarrada cubierta
con su preciosa sangre.

Su rostro, 
el más bello entre los hombres,
en el que Padre se complace
y en que el que se refleja
-quien me ve a mí ve al Padre-
la obediencia perfecta, la fidelidad total,
el amor es más fuerte que la muerte,
el pecado no es más grande
que el poder redentor del sacrificio
del Hijo que entrega su espíritu libremente,
asumiendo todas las culpas, todos las iniquidades,
todas nuestras traiciones, todas nuestras debilidades,
todas nuestras cobardías, todas nuestras impurezas,
todas nuestras claudicaciones, todos nuestros
silencios cómplices, todas nuestras postergaciones,
toda nuestra soberbia, nuestras vanidades,
nuestros falsos orgullos, nuestro exceso de pereza
y nuestra falta de pureza.

Allí está alguien que es más grande
que el más grande de la historia,
allí hay alguien que es más santo
que el más santo de los hombres.
Allí hay alguien que es más inocente
que toda la inocencia de los niños
más inocentes.

Allí está el Hijo de Dios,
la Segunda Persona de la Santísima Trinidad,
despojándose de su Divinidad,
despojándose de su Dignidad,
para restablecer nuestra dignidad,
volvernos a la santidad primera,
para reunirnos a todos
bajo el reino de la Divina Voluntad.

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