Por la gracia del Bautismo
estamos llamados a tener parte
en la vida de la Santísima Trinidad
aquí abajo, en la oscuridad de la fe,
y, después de la muerte, en la vida eterna.
Por el Sacramento del Bautismo
hemos sido hechos partícipes de la vida divina,
llegando a ser hijos del Padre Dios,
hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo.
En el Bautismo
ha comenzado nuestra vida cristiana,
recibiendo la vocación a la santidad.
El Bautismo nos hace pertenecer
a Aquel que es por excelencia el Santo,
el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).
Si nuestro Bautismo
fue una verdadera entrada
en la santidad de Dios,
no podemos contentarnos
con una vida cristiana
mediocre, rutinaria y superficial.
Estamos llamados
a la perfección en el amor,
ya que el Bautismo
nos ha introducido en la vida
y en la intimidad del amor de Dios.
Con profundo agradecimiento
por el designio benévolo de nuestro Dios,
que nos ha llamado a participar en su vida de amor,
adorémosle y alabémosle hoy y siempre.
«Bendito sea Dios Padre,
y su único Hijo,
y el Espíritu Santo,
porque ha tenido
misericordia de nosotros».
Comentario del Evangelio del Día Domingo
dedicado a la Santísima Trinidad
(siete días después de la Solemnidad de Pentecostés),
a cargo de Monseñor Francisco Xavier Ciuraneta i Aymí
Obispo Emérito de Lleida, España.
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