El realizador filma La danza de la realidad en la ciudad donde nació hace 83 años. El rodaje ha sido un fenómeno para una localidad sin cines y que ha visto sus calles transformarse en un colorido barrio de los años 30, con extravagantes personajes.
por Damir Galaz-Mandakovic
Diario La Tercera, domingo 24 de junio de 2012
Su visita ha sido un fenómeno en una ciudad que no tiene cines. En abril, el director seleccionó locaciones. Desde entonces, el añoso Teatro Nacional (1929) fue pintado de un rojo poderoso y se transformó en Cine Ideal. La casa original de Jodorowsky, destruida por un incendio en 2009, está nuevamente en pie con una réplica extraordinaria. Allí estaba la Casa Ukrania, tienda que instaló el padre de Jodorowsky para vender artículos de contrabando.
Muchas tiendas de la ciudad cambiaron de nombre con llamativos letreros. Una farmacia pasó a ser Droguería Victoria y otra, Botica Galeno; una boutique se transformó en hojalatería El Porvenir; un mercadillo tiñó de negro su fachada y se tornó en la funeraria El Ultimo Adiós. Surgió un imaginario bar La Urgencia. En una zapatería se instaló un enorme y colorido zapato de charol. Los otros locales comerciales que colindan con Casa Ukrania se han clausurado con un cartel que dice “cerrado por quiebra”. En fin, una serie de transformaciones que buscan recrear, entre la ficción y la historia, el contexto de una ciudad en la década del 30.
Sitios que durante años estuvieron abandonados ahora se ven limpios. Algunos edificios fueron pintados. Se instalaron decoraciones, escenografías coloridas, paneles con grandes dibujos, realizados por el muralista Alejandro “Mono” González. La ciudad se ha embellecido. Y en las calles se bromea con “Jodorowsky alcalde”, porque en semanas transformó una ciudad golpeada por la pobreza, los terremotos y la mala gestión.
El rodaje comenzó a principios de junio. Entonces, en el centro aparecieron carteles con una imagen recreada del Presidente Ibáñez del Campo, y un actor enano vestido de diablo, a veces de ángel, empujaba un coche gritando las ofertas de la Casa Ukrania. En el filme, el director de El topo es retratado por un niño de 10 años vestido de celeste y con una gran peluca rubia. En una de las escenas, el niño corría por la playa, donde se habían diseminados miles de pescados, simulando una gran varazón: de pronto llegaron cientos de pájaros y crearon un efecto sorprendente.
La producción ha contratado muchos extras locales, de preferencia mujeres muy gordas y hombres morenos, bajos, calvos, ancianos, algunos vagabundos reales junto a dipsómanos y niños delgados. El día más conmovedor fue la filmación de una escena con discapacitados, que recreaban a mineros mutilados vestidos solamente con un pantalón, exhibiendo sus malformaciones y muñones. Ellos tuvieron que cantar una decadente canción en las afueras de la consulta de un dentista, donde colgaba una gran pieza dental de dos metros.
El equipo se levanta a las 6.00. Se dirige a la locación e instala sus equipos para que, a las 8, cuando llega Jodorowsky, vestido siempre de negro, esté todo armado. Megáfono en mano, el realizador dirige a los actores con entusiasmo. En ocasiones, también se ha enojado, sobre todo cuando alguno olvida sus textos. Al finalizar el día, tipo 6 de tarde, el ritual es ir a tomar té a La Ideal, donde continúa dando instrucciones. Cuando Jodorowsky va al único café de la ciudad, éste se llena.
Lo que más comentan los extras tocopillanos es la repetición de escenas, entre ocho y nueve tomas para cada una de ellas. Varios lamentaron el fuerte olor que se les pegó al cuerpo cuando tuvieron que repetir, casi una decena de veces, un acto de festejo con pescados lanzados al aire en los basurales tocopillanos.
Todas las mañanas llegan decenas de tocopillanos a mirar la filmación. Lo primero que comentaron era el despliegue de la producción, la cantidad de personas que trabajan en la película, los camiones, la cantidad de cables, toda una novedad para Tocopilla. Los niños observan con asombro las tremendas cámaras Red One. La producción silencia al público con un aviso gritado antes de la filmación de cada escena. No obstante, no ha faltado el ladrido del perro callejero, un celular, un bocinazo o cuando bomberos tuvo que activar una alarma aérea para llamar a sus voluntarios y asistir a un accidente. El rostro de Jodorowsky mostró irritación. En todo caso, los más enfurecidos son los taxistas, debido a los sucesivos cortes de tránsito a los que están expuestos.
Trece camiones, con todos los implementos necesarios, y más de 70 profesionales participan del rodaje. Europeos, norteamericanos y chilenos. No todos alojan juntos, ya que la capacidad hotelera de la ciudad está colapsada.
Quien ha tenido el trabajo de mayor vinculación con algunos tocopillanos es “Mono” González. El muralista y escenógrafo del filme incluso quiere dejar plasmado su arte en los muros locales. Se ha reunido con grafiteros y ha opinado en los medios locales sobre la contaminación y de cómo ésta ha favorecido dramáticamente el efecto de envejecimiento de algunas locaciones.
Día a día, Jodorowsky se pasea acompañado por su numeroso staff, o bien solo con su esposa. Ha revivido cada uno de sus momentos de niño. Muchos no lo conocían, o solamente lo habían escuchado nombrar: su obra no ha sido difundida como debiese en la ciudad. Sin embargo, para otros, conversar con el artista y director ha sido fabuloso.
No quiere dar entrevistas y no desea ninguna fuga sobre lo que está realizando. El equipo tiene prohibido hablar y hacer fotografías sobre las escenas. Tampoco quiere making of. Es tal su obsesión y el cuidado con que protege el contenido del filme, que sólo él revisa las filmaciones. No quiere arruinar las sorpresas: es su primer filme en 22 años. A lo único que accede es a fotografiarse con cualquier tocopillano que se lo solicite, sea en la plaza, en un café, en un circo o donde lo encuentren.
Artista y sicomago, en estos días Jodorowsky es parte de la cotidianidad local. No deja de sorprender su memoria de sitios y personajes, además de su lucidez y energía a los 83 años. Es la imagen del creador que deja su casa para conocer el mundo. Y que regresa, 70 años después, convertido en leyenda. Un artista de fama internacional que nunca olvidó su humilde aldea original.
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