Se hace camino al andar

Mi primer año con FátimaProblemas de transporte
por Claudia AldanaDiario El Mercurio, Miércoles 02 de Mayo de 2012  
http://blogs.elmercurio.com/ya/2012/05/02/problemas-de-transporte.asp

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Es horrible descubrir que estás siendo manipulado. Sobre todo, si la manipulación viene de un ser de 80 centímetros de alto, con una risa de lo más inocentona y que, además, en alguna parte de mi cerebro todavía registro -aunque me odie por reconocerlo- como más débil. La Fátima me manipula, y, lo peor, es que debe llevar varios meses en este juego, y yo no me había dado ni cuenta. Este pequeño ser humano tiene un carácter de temer, y, sobre todo, una capacidad bien admirable de leer a quien tiene al frente y atacar con su ternura. Porque, ¿quién le va a decir que no a una enanita, que hace chinitos y te aplaude cuando la tomas en brazos?
Hace unas semanas estaba retando a mi hija mayor por pegarle a su hermana. Lules se defendía diciendo que la más chica le estaba pegando y le fue peor con el reto: ¿cómo le echas la culpa a tu hermanita? ¡Eso es mentir y no se hace! Castigada. Un día después, nuevamente las veo sentadas, una al lado de la otra. Y de repente, todo se ilumina. Es la Fátima la que hincha a su hermana. Le tira el pelo, la toca, le trata de quitar los juguetes, hasta que la Lourdes se satura y la empuja. Y la Fátima le manda un gran tirón de pelo, y zas, llanto, caos, escándalo. Las dos lloran desconsoladamente. Verlas desde otro lado me demostró que esta enana no es nada de indefensa, como tiendo a pensar. Y que se las ingenia para jugar y que castiguen a su hermana. Enana maquiavélica. Deliciosa, rica, pilla y maquiavélica.
Días después, estamos trabajando con su kinesióloga y conversamos que la Fátima iba como avión, se ponía de pie y todo bien, hasta que descubrió que sentada logra todo lo que quiere. Avanza impulsándose con los talones. Se gira rápidamente y gatea semiarrastrándose, lo que le permite llegar donde quiera dentro de sus dominios. Y por supuesto que entendió ponerse de pie y caminar como un proceso innecesario. Por eso, cuando la ponemos de pie, ella inmediatamente tira la cola para atrás, y se sienta. No está interesada en pararse. ¿Para qué, si todo lo logra desde el suelo? Conversamos sobre formas de motivarla a que camine. La tía Lorena la toma, la mira a los ojos, y le explica que, cuando camine, lo va a pasar mejor. Esta enana la mira con sus ojitos orientales, seria y concentrada. Pero ni la arenga a lo Bonvallet logra que ella se interese por andar de pie.
Vamos a la casa de sus abuelas. Y las dos intentan aplicar la sabiduría que dan los años de ser mamá, para ponerla de pie. Pero la Fátima no se deja convencer. Llora, y si no le resulta, entonces besuquea a quien intenta pararla, y, claro, con esos ataques de cariño es difícil resistirse. Abraza, se acurruca como un koala, esconde su carita en el cuello de su rehén y sonríe. Cuesta tanto sacársela de encima para obligarla a trabajar. Tal como me explicaban, ahora que solucionó su problema de transporte, no le interesa caminar. ¿Para qué, si desde mi puesto de centro del mundo se logra todo?
Me frustra pensar que todo el día reflexiono sobre la maternidad y sus desafíos, y mi hija de menos de un año me mete los goles que quiere. Yo pienso y hablo de discriminación, y, sin embargo, la he discriminado, regaloneándola más de lo necesario. Jean Piaget dice que toda ayuda innecesaria es un retraso en el desarrollo del niño, una frase que repetí como mantra el primer año de mi primogénita. Y esta enana hace que me coma todas mis palabras. ¿Qué se hace? ¿Cómo la motivo a que camine? ¿Cómo dejo de hablar y me lanzo a actuar?
Tremenda tarea que tengo para esta semana.

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