El “brazo armado” de los consumidores


“El consumidor está reinando y su brazo armado es el SERNAC”. Fuerte el tenor de la frase expuesta ante una audiencia de empresarios, pero no por lo de “reinar”, sino que por lo de “brazo armado”.
A mi juicio, el error radica en ver todo esto como un “problema” en vez de entenderlo como un elemento con el cual hay que saber lidiar, más no pelear. En definitiva, hay que ser más optimista porque el “problema”, de haberlo, está diagnosticado. Peor sería desconocer el origen de la enfermedad. Y el antibiótico, pasa en gran medida, por una mayor competencia en los mercados y el rol cada vez más activo de parte de la FNE y el TDLC, y, por una presencia del SERNAC, pero en carácter complementario más no suplementario. Creo asimismo, que en este contexto, la participación, respetuosa y con altura de miras, de la ciudadanía a través de grupos intermedios como asociaciones de consumidores, no es sólo necesaria sino que al final, se agradece.No conozco mayormente el SERNAC, pero trato de entender el rol de éste en una sociedad cada minuto más exigente. Sin embargo, creo que quien pretenda ver el “problema” en dicha dependencia estatal está errado, sencillamente porque hoy día los grupos intermedios son tan activos como la primera. Basta ver lo ocurrido con La Polar y el rol que en la solución del conflicto logró una Fundación Ciudadana o bien en el proceso de fusión de dos aerolíneas internacionales ante el TDLC y el papel preponderante que jugó en ella una Asociación de Consumidores.
Si hay algo en lo que los primeros Chicagos coincidían, es que mientras mayor sea la presión competitiva en nuestros mercados, menores serán los “brazos armados” de los que nuestros empresarios sospecharán. Y mientras más rápido asimilen que “la reina” de todo esto es, a fin de cuentas, el consumidor (por sobre la eficiencia de los mercados), tanto mejor.
En consecuencia, hay que entender el papel del consumidor y cómo éste se beneficia de mercados más competitivos. Para unos, es la eterna disyuntiva entre la escuela de Harvard y Chicago, para otros, entre mercados con diversidad de actores, o bien con pocos actores pero caracterizados con grados de eficiencia, lo que finalmente, redundaría en pos de los consumidores, o, finalmente como un bien jurídico en sí mismo, la libre competencia, del cual se desprendería un beneficio secundario, tal cual es, el bienestar del consumidor.
Pienso que para entender esta dicotomía entre consumidor y competencia no basta con estudiar fallos jurisprudenciales, de larga o reciente data, sino que también hay que leer, profundizar y entender quizás, la piedra angular de nuestro modelo económico, como también, del DL Nº211, es decir, “El Ladrillo”. Es como ir en búsqueda de la historia de la ley. Porque dichas bases no son sólo una crítica al sistema imperante de la época sino que son un llamado a la apertura, pero por sobre todo, a la competencia, y de su lectura se desprenden casos tan homologables, hace ya 40 años, como el de hoy y en particular, el rol que le cabe al Estado como guardián.
Por lo anterior, no estoy seguro si el Chile de hoy es el que quisieron quienes pensaron, diseñaron y redactaron “El Ladrillo”. Pero eso es materia de otra columna.
Bueno sería entonces estudiar el rol que para aquellos Chicagos jugaba la política de competencia, y en particular, al rol de la competencia per sé, cómo se entiende en ésta al consumidor y el papel del Ejecutivo y entes intermedios. Creo sin embargo, que si hay algo en lo que los primeros Chicagos coincidían, es que mientras mayor sea la presión competitiva en nuestros mercados, menores serán los “brazos armados” de los que nuestros empresarios sospecharán. Y mientras más rápido asimilen que “la reina” de todo esto es, a fin de cuentas, el consumidor (por sobre la eficiencia de los mercados), tanto mejor.
En el intertanto, los grupos ciudadanos y los brazos del Estado irán cubriendo los espacios que los mercados no son capaces de corregir por sí mismos. Y acá está el desafío empresarial, ser propositivo e ir a la vanguardia (y no a la cola) en materia de competencia.

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