Publicación La "palabra viva" del antipoeta
Nicanor Parra entrevisto en catorce entrevistas
En "Así habló Parra en El Mercurio", de María Teresa Cárdenas, se recogen fundamentalmente entrevistas, pero también otros textos suyos que, en un lapso de 40 años, aparecieron en las páginas de este diario.
por Patricio Tapia
Nicanor Parra entrevisto en catorce entrevistas
En "Así habló Parra en El Mercurio", de María Teresa Cárdenas, se recogen fundamentalmente entrevistas, pero también otros textos suyos que, en un lapso de 40 años, aparecieron en las páginas de este diario.
por Patricio Tapia
Diario El Mercurio, Artes y Letras, domingo 15 de abril de 2012
A fines del siglo XIX, las visitas a Yásnaia Poliana, la gran finca de León Tólstoi, comenzaron a ser tan constantes como masivas. Era tal la afluencia de estudiantes, campesinos, profesores, artistas, estudiosos o admiradores de su obra, escritores o curiosos, que las puertas de esa casa estaban siempre abiertas para quienes querían hablar con el legendario autor de "La guerra y la paz".
Alguna vez un escritor chileno dijo que Parra era nuestro Tólstoi. Se refería, por cierto, a los peregrinajes, más restringidos, que jóvenes admiradores y escritores hacen para ver al antipoeta. Aunque la afirmación parece exagerada -en más de algún sentido Tólstoi es a Parra lo que Yásnaia Poliana es a Las Cruces-, existe, sin embargo, algo que a la vez une y distancia a ambos autores.
Tólstoi fue el primer autor ruso en ser una figura "mediática". Sus "entrevistas" -sin el formato de preguntas y respuestas- pasaron a ser comunes en los periódicos, pero nunca se recogieron en sus obras completas.
Parra ha sido, al menos por un tiempo, pródigo en entrevistas: en diarios, revistas, artículos académicos y libros, en Chile y en el extranjero. En la última edición de uno de ellos, el de Leonidas Morales, éste se preguntaba si no será Parra uno de los poetas chilenos más entrevistados. La edición de sus obras completas, con todo, no integra sus entrevistas ni tampoco han sido recogidas las que ha dado a la prensa. Al menos hasta ahora.
40 años de Parra
En "Así habló Parra en El Mercurio", se recopilan, en selección de María Teresa Cárdenas, una serie de entrevistas y otros materiales aparecidos en las páginas de "El Mercurio" en un período de cuatro décadas. Desde una carta sobre los motivos (de índole "estrictamente local") de su renuncia como director del Departamento de Física de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile -en 1968- hasta una pequeña declaración -en 2008- para el periodista deportivo Aldo Schiappacasse: "Si gana Obama, vivo hasta los cien".
Ahí lo tenemos, diciéndole en 1990 a Ana María Larraín que ésa será su última entrevista. En 1994 contesta por escrito a las preguntas de María Teresa Cárdenas y a ella misma le dice en 2004: "no doy entrevistas", pero le da una. Y hay otras tres posteriores.
Del conjunto de entrevistas se va configurando su historia, en parte ya conocida: el escritor nacido en Chillán en 1914, pobre, que viaja joven a Santiago y se dedica a estudiar matemáticas y física, con estudios posteriores en Estados Unidos e Inglaterra. Y a su regreso, la conmoción al publicar sus "Poemas y antipoemas" (1954), un libro que habría dado un giro a la poesía hispanoamericana, tanto en el lenguaje como en sus temas: con poemas a la vez secos y desamparados, que ridiculizaban, o al menos miraban con distancia, sus propias tragedias personales.
Pero "Así habló Parra en El Mercurio" lo muestra en otra etapa de su vida. Prácticamente empieza (o termina, pues los textos están presentados desde el más nuevo al más antiguo) con la noticia y algunas declaraciones tras haber recibido el Premio Nacional de Literatura en 1969 y un año después toda la polémica de su visita a la Casa Blanca y su té con la esposa de Nixon en Estados Unidos.
De ahí hay un salto de casi 10 años, con unas colaboraciones tituladas "El Averiguador Particular" -en parodia del antiguo averiguador universal-, que apareció cinco veces en 1981. Y desde 1982 una serie de entrevistas, mezcladas con otros textos escritos para "El Mercurio": poemas o manuscritos sobre su hermano Roberto, o sobre su "arbusto genealógico", o sobre los ganadores de los concursos de Revista de Libros o bien un homenaje a su amigo Carlos Ruiz-Tagle.
En las respuestas hay un desarrollo parecido a su poesía: desde respuestas más largas y meditadas tiende después a la frase breve, el aforismo, chiste o gag. En una entrevista con Macarena García (de 2006) cuenta que en el internado Barros Arana, el prestigio entre los alumnos era por ser deportista: "Literatura y filosofía: cero. Chistes: sí. De ahí vienen los artefactos; de tener que estar todo el día contestando las tallas, porque sólo el que podía contestar sobrevivía".
Prácticas ecológicas
A lo largo de los años se van viendo también sus obsesiones y lecturas del momento: el taoísmo, Nietzsche, el "Código de Manú", la ecología. A Malú Sierra, en dos entrevistas de 1982, le señala que antes él era un sujeto que lo criticaba todo y que no podía sumarse a una causa. Ahora sí lo ha hecho. Opina, sin embargo, que en la causa de la ecología, a nivel de individuo, no hay prácticamente nada que hacer: ni consumir menos, ni reciclar. "Es como en un naufragio: ¿qué se saca ahí con decir que no fumen?". Las medidas, por tanto, deberían ser a nivel internacional.
En todo caso, Parra practica sin mezquindad el reciclaje de sus respuestas: cuando le preguntan por un epitafio, cita uno de sus "Versos de Salón" (1962): "No se rían delante de mi tumba / porque puedo romper el ataúd / y salir disparado por el cielo" para Ana María Larraín en 1991 y el mismo para Rodrigo Barría 10 años después. Repite como respuesta y como artefacto su idea de los premios literarios: "Terminamos nosotros con los premios / O los premios terminan con nosotros". Y no se priva de repetir varias veces un aforismo de Friedrich Nietzsche sobre el matrimonio.
Casa Blanca y contradicciones
Uno de los episodios más llamativos y dolorosos para Parra fue el de su visita y el té con la esposa de Nixon en la Casa Blanca, en plena guerra de Vietnam, por lo cual Cuba lo marginó del Premio Casa de las Américas del cual ese año era jurado y que lo volvió objeto predilecto de ataque de la izquierda chilena y latinoamericana. En respuesta a las declaraciones de Luis Merino Reyes sobre la famosa taza de té, en las que trató a Parra de "inconsecuente", "hippie sexagenario" y organizó una sesión de la SECh para enjuiciarlo, Parra escribió una "Carta abierta a su excelencia el presidente de la SECH" -incluida en el libro- en que destila desprecio: "Ya se ve lo que van a hacer los marxistas criollos con los escritores chilenos. Lo mismo que hacen los marxistas de cualquier parte. Amordazar o reventar a los discrepantes".
En 1970 concedió una entrevista a Silvia Pinto en que aclara que su visita no tenía ningún sentido político. Una de las mayores novedades de "Así habló Parra en El Mercurio" está en la "Introducción" de María Teresa Cárdenas, cuando relata las visitas que hizo a Parra para obtener la autorización de publicarlo. Como acostumbra, no iba a dar una entrevista (ni esa era la idea), pero pidió que se dejara constancia de sus palabras sobre el episodio: que, en su momento, trató de explicar lo ocurrido, pero la prensa de izquierda no lo dijo. Según Parra, fue engañado: estaba en un congreso de escritores en Washington, cuando alguien les avisa que un bus los esperaba "para una excursión", llevándolos (a él y a los otros poetas) sorpresivamente a la Casa Blanca; al preguntar qué hacían allí, le respondieron que para que apreciaran las obras de los artistas reunidas en el lugar y su arquitectura: "Estábamos en esto cuando de repente aparece la Primera Dama".
En la Carta al presidente de la SECh, ante la acusación de contradictorio, dice: "La contradicción es uno de mis métodos de trabajo". Y no deja de serlo. Por ejemplo, en sus definiciones de "farándula". O en su ascetismo: "Renuncié a la mujer, renuncié al mundo, renuncié a los bienes materiales..., no tanto tampoco, porque ésta es una casa con vista al mar y vale sus buenos dólares, pero es una transacción".
Insiste, en todo caso, en que no hay que confundir lo que dice su literatura y sus opiniones personales. A Cecilia Valdés, en 1989, le dice: "Lo que cuenta en el poema es el hablante lírico, con el cual trabajo, a él hay que cargarle los dados. Él es quien responde de la coherencia o de la incoherencia del texto poético. No el autor". Y, tempranamente, a Silvia Pinto (1970): "Es un error grande pensar que los 'artefactos' son pronunciamientos políticos. Son parlamentos dramáticos. Yo no soy poeta lírico, sino dramático. Guardando las distancias, soy dramático en el sentido que Shakespeare y Cervantes lo fueron. No podemos condenar a Cervantes por las incongruencias de Sancho. Yo soy un escenario en el que aparecen toda clase de personajes".
Ahora bien, en sus entrevistas, ¿responde un "hablante lírico" o el autor?
Confesiones
El libro entrega una serie de confesiones, desde lo trivial a lo conmovedor. Su formación humanista tardía ("Yo no he leído mucho en mi vida. A Shakespeare lo leí a los 30. A los griegos y latinos no los leí nunca"). O que se hizo un psicoanálisis (aunque después lo satirizaría en un poema). O que la idea de los "artefactos visuales" tal vez la sacó de una exposición con un afiche de Roberto Matta donde aparecía una mujer desnuda con la leyenda "Se ruega tocar".
Confiesa que escribir el admirable poema "El hombre imaginario" lo salvó del suicidio (que la mujer que lo inspiró sí se suicidó años después, era sabido). Y una entrevista casi entera está dedicada a Violeta Parra, y como siempre, se muestra emocionado con el recuerdo de su hermana y se define como "violetólogo, violetófilo, violetópata".
Compromiso político
El año 1971 Parra viajó de nuevo a Estados Unidos. Borges también estaba allí recibiendo un título honorífico en la Universidad de Columbia. En la misma universidad se organizó una reunión -relata su biógrafo James Woodall- con otros escritores, intelectuales y políticos latinoamericanos. "Uno de esos hombres, un poeta llamado Nicanor Parra, junto con una claque, reprochó a Borges por no tomar partido en las candentes cuestiones políticas del momento, especialmente las que afectaban a América Latina".
Consultado en el libro por Rodrigo Barría sobre su artefacto: "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas", responde que en realidad no tiene ideas muy claras en esa materia y prácticamente en ningún otro asunto: "lo que yo hago es sobrevivir en base a la capacidad negativa. No practico ningún camisetismo, no tomo ninguna bandera ni llamo la atención de alguna nueva verdad. (...) Vivo en la contradicción sin entrar en conflicto".
En dos entrevistas del libro Parra cuenta que, curiosamente, Pinochet le ofreció, después del golpe militar, ser lo que quisiera: rector, ministro, embajador. Y que sólo pidió que no lo expulsaran de la Universidad de Chile.
Según la cronología que acompaña el segundo tomo de sus "Obras completas", Parra asumió en 1973 un puesto de responsabilidad al que renunció pronto. En la entrevista de Carlos Peña en 2007, dice que pidió a la Junta que no lo echara, pero años después igual debió irse; a María Teresa Cárdenas, por otra parte, le precisa en 2004 que su salida fue en los años 90 porque en el formulario de los datos de su proyecto de investigación, en el apartado de duración, escribió: "indefinido". "Lo consideraron un chiste de mal gusto, y me echaron". Según la cronología de sus "Obras completas" fue en el año 1996 que abandona la docencia.
Ahora bien, en la entrevista de Peña se dice que incendiaron la carpa en que se representaba "Hojas de Parra" y el poeta sospechaba también del incendio de una de sus casas. En 1981 colabora con unos audaces textos de "El Averiguador Particular", que se reproducen en el libro: "Me decepciona Parra: / lo tenía por uno de los nuestros / -nada de que admirarse Excelencia: / los golpes militares enseñan a gente". O "Sáqueme de una duda / El Ejército de Salvación / pertenece a las FF. AA.?".
Parra ahora
En la "Introducción" al libro aparece un Parra a la vez cándido y receloso (pregunta dónde traen escondida la grabadora). Con una vanidad candorosa se siente muy halagado con la comparación -también, como la de Tólstoi, algo exagerada: es nuestro Heidegger o Wittgenstein- que hizo Carlos Peña.
Poco aparece en el libro de los amores de Parra, tan abundantes como tumultuosos. Es difícil conocer el corazón de Parra. Ese corazón, que se ha transformado en la figura parriana por antonomasia en sus dibujos. Cuenta en una entrevista que tiene como antecedente a un círculo con ojos turnios, con brazos y piernas: "Era Mr. Nobody", le dice a Macarena García: "Es un personaje histórico del siglo XIV. Yo llegué primero a este personaje y estuve funcionando con él mucho tiempo. No tenía ni cuerpo ni gestualidad, tenía cabeza no más. Cualquier tontería atribuida a él funcionaba, pero de repente me di cuenta de que era muy pretencioso, que el hombre es más corazón que cabeza, más tinieblas que luz, y que el personaje paradigmático tenía que ser un corazón con patas, porque eso es el hombre".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS