Agustín SquellaDiario El Mecurio, Viernes 27 de Abril de 2012
No termino de escribir el título de esta columna y advierto que debí utilizar el plural también en el caso de "ciudad". Quienes vivimos en Viña del Mar o en Valparaíso somos en verdad habitantes de ambas, porque tanto su marcada diferencia como reconocible proximidad nos hace ir constantemente de una a otra, buscando lo mejor de cada cual, persuadidos de que Valparaíso sería menos si no tuviera al lado a Viña del Mar y ni qué decir ésta si no se prolongara hacia el sur en la inaudita joya del Pacífico.
Si lo que quieres es una buena conversación en grupo tienes que ir al "Amura", en Avenida Perú poco antes de llegar a 5 Norte. Es el mejor sitio para tomar un café mirando la bahía y sentir el aire húmedo y salobre que despiden las olas al estrellarse contra los oscuros peñascos de la costa. Casi sobre la arena, en la Playa de los Marineros, con vista aún mejor hacia el Pacífico y a los reflejos ocres y azul de los barcos que esperan atracar en el puerto, está el "Bravísimo", que es parte del felizmente recuperado borde costero que se extiende a lo largo de la avenida Jorge Montt.
En cambio, si lo que buscas es una conversación entre dos o permanecer a solas en una cierta penumbra corregida no por luz natural sino por la que despiden unas tenues bombillas eléctricas, el lugar ideal es el "Terra Moro", en 4 Norte con 1 Poniente. Algo similar ocurre con el "Rialto", en la galería del Cine Arte, un tranquilo lugar que heredó el nombre del desaparecido cine de butacas de cuero rojo en que disfrutamos las películas y seriales de nuestra enfervorizada niñez. A media cuadra de ese cine, en calle Quinta, estaba entonces el "Ritz", un kiosco donde se comían los mejores hot-dogs y en el que los domingos por la tarde instalaban una pizarra con los resultados del fútbol, de modo que una vez terminada la función los niños que éramos entonces salíamos pitando para conocer la suerte corrida por Wanderers o Everton cuando les había tocado jugar fuera de casa. En el amplio, luminoso y vivísimo "Anayak", también en calle Quinta, encuentras la prensa del día y grupos de parroquianos que paran allí todas las mañanas, unidos y también divididos por conversaciones sobre cosas que apasionan a los hombres, como el fútbol, la hípica y la política.
En San Martín, teniendo a sus pies la Playa Acapulco, se inauguró el "Caffè di Mare", mientras que en la recta de Reñaca, si los encuentras abiertos, hay tres lugares protegidos del viento por amplios ventanales, sin olvidar el "Kaffeeklatsch", cerca del puente, donde la repostería que ofrecen es tan buena como el café que sirven. En 2 Poniente encontrarás el reducido "Tea Corner", donde hay exquisitas variedades de té y juegos de tazas y teteras que querrías tener todas en casa, mientras que el "Alster" subsiste en un extremo de la irremediablemente dañada calle Valparaíso.
No queda mucho espacio para los cafés de Valparaíso, pero los tienes buenos en la "Rotonda", en pleno corazón del mal llamado Wall Street porteño, lo mismo que en el histórico "Hesperia", en el acogedor "Punto de Café", en diagonal con la Biblioteca Severín, y en tres sitios puestos en línea en la Plaza Aníbal Pinto -"Café del Paseo", "Café del Poeta" y "Emporio La Rosa"-, todos evocando al más añorado de todos: el desaparecido "Riquet". En el cerro Alegre hay también sitios originales y amables, como el "Café con Letras" y "El Desayunador", donde el tiempo parece detenerse mientras permaneces allí. Pero en Valparaíso el café tiene también una inusual presencia olfativa en la nube perfumada que emerge todas las tardes de la Compañía Industrial&Comercial Tres Montes, y que cubre buena parte del barrio El Almendral.
Bares, cafés y templos vacíos, te gusten o no el alcohol y la cafeína y creas o no en Dios, son refugios donde puedes capear el estrepitoso caos urbano de nuestros días y recuperar por un instante tus voces interiores
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