Inepto e ineptos



por Francisco Díaz
Diario El Mercurio, Sábado 14 de Abril de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/04/14/inepto-e-ineptos.asp

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El mundialmente prestigioso semanario The Economist, de reconocida tendencia liberal, sorprendió esta semana con un extenso reportaje acerca de la situación política y social chilena, dedicándole un poco feliz adjetivo al Presidente Sebastián Piñera: Inepto. “Parte del problema es que el señor Piñera ha demostrado ser un político inepto, visión que no sólo se limita a la oposición”, sentenció la revista.
El calificativo es duro contra el Presidente, pero el artículo no debiera alegrar a nadie. Los millones de lectores del semanario británico en todo el mundo —muchos de ellos políticos, académicos, comunicadores y líderes de opinión en sus respectivos países—, lo que leen en ese artículo no es Piñera ni la UDI ni la Concertación ni la Alianza. Lo que leen es Chile. Y cómo una clase política muy acomodada en sus posiciones se fue alejando de la realidad social que fue construyendo este pujante país, volviéndose insensible a la desigualdad social y refugiándose en instituciones políticas poco representativas. Para el lector extranjero podrá haber un inepto mayor (Piñera), pero ineptos somos más o menos todos.

Que ha habido ineptitud política de parte del Ejecutivo no sólo para enfrentar las demandas sociales, sino que para gobernar en general, la ha habido. El relato nunca estuvo. La nueva forma de gobernar —la de las parkas rojas, la de los resultados y no las intenciones, la del 24/7— se ve hoy como un eslogan sin forma ni fondo. Los cambios de estrategia terminan por desconcertar hasta a sus propios funcionarios. Si se pensó que el control del orden público podría ser parte de un nuevo relato —se le llamaba “la doctrina Aysén”—, el zigzagueo de La Moneda sepultó esa idea, mientras que la represión policial se ve no sólo excesiva, sino también aleatoria. El desdén por los conflictos de interés ha costado la cabeza a un par de autoridades y ha dejado rengueando a otro par más. Y las expectativas incumplidas, sobre todo en seguridad ciudadana, hacen que de la decepción, hoy muchos se pasen al lado del arrepentimiento.

The Economist, sin embargo, trata de equilibrar el análisis y apunta a algo más profundo. Reconoce que la economía crece, que el desempleo disminuye, y por primera vez alguien que no sea el Presidente o su ministro de Vivienda admite que la reconstrucción del terremoto avanza a paso razonable. Hay que recordar que los peores críticos de la reconstrucción han sido parlamentarios y alcaldes de gobierno (“dejen de mentir”, suplicó un diputado UDI alguna vez).

Para el semanario, las causas profundas del malestar son la desigualdad social, la inequidad en el sistema educacional, los abusos que genera la concentración económica y el sistema electoral. Todo ello origina un explosivo cóctel para la movilización ciudadana.
El punto preocupante es que la oposición no capitaliza la mala evaluación del gobierno. Al contrario, se ve un conjunto de dirigentes partidarios enmudecidos ante las organizaciones sociales, y que tratan de subirse al carro de la primera demanda que pasa. Esto no lo dice The Economist, pero es muy cierto: ineptitud hay en todos lados. Pero para que ella no campee, lo que se necesita es más y mejor democracia. Más competencia. Más canales de participación. Y no una institucionalidad que está sencillamente ahogando a la demanda ciudadana.
Mientras senadores y diputados se pelean públicamente por sus asignaciones, sin ser capaces de organizar un sistema medianamente eficiente y colectivo de asesorías y apoyo institucional —ninguno quiere soltar esa ubre—, la ciudadanía los sigue viendo a todos homogéneamente ineptos. No se salvan de dicho juicio más que un puñado, pero ni siquiera la enorme legitimidad y popularidad de aquellos pocos puede ser suficiente a la hora de recomponer la alicaída confianza de los chilenos en sus políticos e instituciones.

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