El oído, definitivamente, Juan Luis Martínez., fue creado para escuchar el silencio.


Para escuchar el silencio
por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias, jueves 26 de abril de 2012

El poeta Juan Luis Martínez decía que el oído 
es un órgano para escuchar el silencio.

Es evidente que eso lo ignora por completo
el alcalde de Providencia, Cristián Labbé,
siempre ajetreado y diligente,
como ahora que anda de allá para acá,
haciendo precipitadas mejoras 
en las calles de la comuna.

No creemos ni remotamente
que el edil pretendiera en caso alguno
someter a torturas auditivas
a sus vecinos y potenciales votantes,
menos en las cercanías de una elección,
pero lo cierto es que lo ha logrado
y con creces, por lo menos
entre los habitantes 
de la plácida calle Biarritz.

Allí, un pacífico ciudadano,
con su hijo pequeño en brazos,
y ya fuera de sí por la ensordecedora
metralla de los taladros neumáticos,
salió de su casa premunido
de un spray de pintura verde
y rayó uno de los camiones
que formaban parte del infernal equipo
que realiza las alocadas mejoras en esa calle.

En la pasada, enverdeció a uno
de los contumaces taladradores
que tuvo la mala fortuna
de cruzarse en su camino.

Esto no tiene nada de extraño
si consideramos que es un hecho,
probado científicamente,
que el ruido produce alteraciones
en la conducta humana,
aumentando significativamente
la agresividad e irritabilidad
en las personas.

Y eso no es todo:
el ruido también genera
serios efectos sobre la memoria,
la atención y el sueño, originando
un invalidante desgaste psicológico.

También hay evidencias 
de que la sonajera frenética,
como la sufrida por los vecinos
de la calle Biarritz, 
tiene efectos nocivos
sobre las embarazadas,
ya que afecta a los fetos
en gestación, los mismos que,
producto de la agresión sonora,
tienen al nacer un tamaño inferior al normal.

Es probable que el día de furia
de aquel apacible morador de Biarritz
se deba también a que está enterado
de los daños que el ruido excesivo
origina en los niños,  repercutiendo
negativamente en su aprendizaje y salud,
además de propiciar un retraso en la lectura
y la comunicación oral.

Insistimos en que nos asiste la certeza plena
de que nada de esto era algo premeditado
por Labbé, quien de leso no tiene un pelo.

Pero está más que claro que la 
la asignatura de ruidos molestos
nunca fue cursada por el edil.

Nos preguntamos: ¿No sería mejor
usar a los viejos con chuzo y pala
para realizar estas obras?

Si pudiéramos elegir los vecinos,
optaríamos por esos chilenazos viejos de antes, 
con su choca, su pan con chancho 
y su cancino picoteo de viejos pavimentos,
al viejo ritmo de las betoneras girando,
mientras caen sobre la dulce comuna
las hojas amarillas de los plátanos orientales.

Pero la realidad es otra y ahora Labbé
anda un pelín acelerado, renovando asfaltos
y metiendo una bulla ennervante,
capaz de sacar de sus casillas
incluso al más consciente 
y recatado de los ciudadanos.

Mucha máquina, mucho "progreso",
muchos "avances" se están
realizando en Providencia
a costa de una acústica 
dañina, irritante y malsana,
que tiene al electorado
con los pelos de punta.



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