Mall en Castro

Carta al Director

por Felipe Assadi
Decano Facultad de Arquitectura y Diseño Universidad Finis Terrae
Diario El Mercurio, Sábado 03 de Marzo de 2012 

Señor Director:
Acostumbrados a llorar sobre la leche derramada, y reconocidamente obtusos para encontrar mecanismos que eviten derramarla a tiempo, nos encontramos los chilenos nuevamente frente a hechos consumados buscando culpables y pidiendo explicaciones. Confundimos el defender la ciudad con pata- lear por ella, y ahí hay un primer error.
No ganamos nada hoy con señalar al arquitecto insensible, al mandante inescrupuloso, al que aprobó el edificio descontextualizado, al que hizo la norma que lo permitió, al que la aplicó con resquicios o al pueblo que está feliz con la llegada del aspirado desarrollo. La lista es mucho más larga y nos incluye a todos ya que somos, en gran medida, cómplices. ¿Por qué? Porque no hemos podido entender a lo largo de nuestra historia que las ciudades que habitamos no son prestadas. Son nuestras. Son propias. Y somos todos los habitantes los responsables de involucrarnos en sus desarrollos, de cuestionarnos los proyectos, de preguntarnos qué ciudades queremos. No es sólo trabajo de los economistas valorizarlas, o de los arquitectos soñarlas, de los abogados regularlas, ni de los ingenieros construirlas.
El mall es un paradigma y como tal su aplicación suele ser errada. Y la razón es bien simple: satisface una aparente necesidad mediante una respuesta formal inmediata sin haberse formulado previamente la pregunta correcta. ¿Y por qué es necesario hacerse preguntas? Porque quizá todos los pueblos necesiten un centro comercial, pero tal vez no todos los lugares admitan, como respuesta, un mall . Y lo que tenemos en Castro es sólo eso. Una respuesta sin pregunta.
Felipe Assadi

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