¿Qué puede explicar la ciencia al mundo de hoy?



La ciencia es un camino hacia la verdad, pero no el único. La diferencia es el método, no el resultado final. Por cierto, cualquiera puede afirmar que el sol va a salir mañana, pero nadie como la ciencia puede explicar el porqué. Sin embargo, la pregunta de fondo sigue vigente: ¿cuánto es capaz de explicar la ciencia al mundo de hoy?

La pregunta es si el modelo vigente de ciencia es hoy capaz de explicar en forma coherente y no fragmentada al mundo. La respuesta es que necesitamos un nuevo paradigma para observar el trabajo científico.
En la sociedad primitiva, la ciencia y la tecnología eran una derivación de las prácticas sociales de la tribu. Sólo a partir de finales del siglo XlX se logró una institucionalización que podríamos calificar de moderna. En aquella época  aún podíamos decir el nombre del inventor y hasta la fecha de invención, por ejemplo, del teléfono. Sin embargo, hoy desconocemos las identidades de muchos de quienes hacen aportes significativos al conocimiento.
La razón es que el proceso de invención es tan caro y complejo, que éste se inserta en  instituciones tan grandes como Estados o empresas transnacionales. Un ejemplo de ello es el colisionador de partículas, experimento que ha sido posible gracias al trabajo de varios países en conjunto. Esto demuestra que se hace cada vez más difícil separar a la ciencia de la tecnología. En otras palabras, el científico ha pasado a ser un trabajador más y hoy la figura del sabio loco y aislado que realiza un descubrimiento genial es cosa del pasado.
La ciencia y la tecnología empezaron a caracterizar a toda una época histórica como culminación del paradigma que comenzó a triunfar con la revolución industrial. Mirado desde otra perspectiva, pasó a ser el equivalente a los factores teológicos que caracterizaron a la Edad Media europea. Estos ejemplos demuestran el impacto de los cambios en nuestra historia.
Sin embargo, si el mundo cambia, ¿por qué entonces no debiera ser afectada esa actividad conocida como ciencia? Y esa es la pregunta que los científicos evitan, ya que, como en toda profesión, a muchos de quienes practican el oficio no les interesa cuestionar el status quo.
Es indudable  que la ciencia adquirió un gran poder, pero también una inédita arrogancia que la ha llevada a  la fragmentación, a la pérdida de unidad, con una hiperespecialización tal que impide la visión global y que ha generado la equivocada visión que el todo se explica por el estudio aislado de las partes.
Es indudable  que la ciencia adquirió un gran poder, pero también una inédita arrogancia que la ha llevada a  la fragmentación, a la pérdida de unidad, con una hiperespecialización tal que impide la visión global y que ha generado la equivocada visión que el todo se explica por el estudio aislado de las partes.
Aún en la ciencia existen verdades competitivas entre sí, pero esta no es la única forma de conocer. Por ello, la soberbia debiera dar paso a una  comprensión más humilde de los intentos de hacer ciencia y tecnología en la sociedad de hoy.
La ciencia es un camino hacia la verdad, pero no el único. La diferencia es el método, no el resultado final. Por cierto, cualquiera puede afirmar que el sol va a salir mañana, pero nadie como la ciencia puede explicar el porqué. Sin embargo, la pregunta de fondo sigue vigente: ¿cuánto es capaz de explicar la ciencia al mundo de hoy?
Quizás no podrá hacerlo mientras la comunidad científica, sobre todo en las ciencias naturales y exactas, vea sólo la parte buena de su actividad y se niegue a sí misma, al no plantearse preguntas válidas sobre su propia actividad actual. Esto indudablemente podría conducir a respuestas no deseadas, y sobre todo, a un cuestionamiento del paradigma prevaleciente, tan bien descrito por el filósofo Thomas Kuhn en su admirable libro “La Estructura de las Revoluciones Científicas”.
Es extraño que desde hace décadas muchos de aquellos que definen a la ignorancia como su gran enemiga, evitan hacerse preguntas sobre su propia actividad, con lo que inevitablemente han entrado a un cuarto oscuro.
Mucho le debemos a la ciencia, en especial, sus innumerables maravillas y logros. Son tantos que quizás por si sola puede ayudar a definir la era histórica que nos ha tocado vivir, pero en relación al futuro debe abrirse a un cambio de paradigma y, sobre todo, a recuperar la autocrítica que se ha perdido para dar paso a la excesiva confianza que hoy caracteriza a muchos de quienes se dedican a ese oficio.

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