La edad del amor



por B.B. Cooper  Diario El Mercurio, Sección Día a Día, Viernes 20 de Enero de 2012

Aunque no soy ducho en estos temas -soltero y, a mi edad, con escasa experiencia y, por lo tanto, pobre currículum que exhibir-, a veces reflexiono sin embargo al respecto. De todas formas, se trata de una reacción fenomenológica, en el sentido de que me motivan situaciones y circunstancias bien concretas, y no especulaciones teóricas.
Así, por ejemplo, el caso de tía Waverly, quien hace unos días conoció a un educado, simpático y bien engominado varón de su edad, mientras recogía piedrecillas a orillas de la playa. Se enfrascaron en una conversación tan intensa, que duró casi una hora, aunque lo más grave y preocupante vino después.
Al llegar a casa, tía Waverly no quiso tomar el té. Se sentó en la terraza de nuestra arrendada casita de veraneo a contemplar el mar y se quedó allí, muda, hasta la puesta de sol. Luego, tampoco quiso cenar. Se le veía ida y dubitativa, como con la cabeza -¿y el corazón?- en otra parte. En fin, esa noche la oí pasearse hasta altas horas de la madrugada, y hoy salió temprano de compras muy perfumada y con el moño arregladito.
¿Se habrá enamorado del galán aquel? ¿A su edad? Y si fuese cierto, ¿por qué no? ¿Hay, acaso, edad para el amor?
El educado y simpático varón, de la misma edad de tía Waverly, ha llegado esta tarde a casa con media docena de berlines... Ahora están los dos en la salita, charlando de lo más bien. Parece que hasta aquí no más llegaron mis vacaciones.
B. B. COOPER

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