NAVIDAD, LA ETERNA NOVEDAD por AC


Si uno se detiene a contemplar
el misterio de la Navidad,
lo que de verdad se celebra,
el regalo de Dios hecho niño
y no tanto el conjunto de rituales
de fin de año, naturalmente
nos impulsará a ser más sencillos
y humildes, a la vez que a tratar
de acercarnos al ideal de ser
más generosos y amables, 
para sonreír,  para dar y para compartir. 

Nos moverá a colaborar
con los demás, a ser agradecidos 
intentado que los demás
sean tan felices como nosotros.

Que el corazón nos impulse
a dar, a darnos y compartir más
con una sencillez que desarticule
las desconfianzas y un corazón puro
como el de Jesús, que nos traiga paz
en medio de la mayor humildad.

Aprendamos a mirar con ojos de niño
y celebremos como una gran familia
en que se perciba la calidez
para quererse y aceptarse,
para perdonarse y renovar los afectos
a fin de que con un corazón limpio
y generoso podamos acoger a todos,
en especial a los que no cuentan
con una familia, o si la tienen
a los que ven cómo sus integrantes
se encuentran alejados unos de otros, 
enemistados por diversas causas 
que  la han terminado 
por fragmentar y dividir,
así como muchos 
tienen tal vez fresco el dolor
de una partida reciente
o relativamente reciente 
de un ser querido
o no hayan podido recuperarse
jamás de los dolores 
y sufrimientos que acompañan
dicha ausencia y soledad
ocurrida hace tantos años

Oremos por los que temen
por sus seres queridos,
por amenazas que se ciernen
sobre ellos, por problemas
a los que no se le vislumbra
una solución en el horizonte...

Por los que pasan la Navidad,
en hospitales, cárceles o en la calle.

Por los que tienen que trabajar
en dichas fechas, o por diversos
motivos se encuentran lejos de su hogar.

Dios los bendiga a todos,
y nos haga crecer el corazón
para que seamos cada vez
más comprensivos y compasivos
y nos dejemos inundar
por la paz y alegría insondable
que desde la eternidad trajo
ese Niño, y que hace que todos
volvamos a serlo, si lo permitimos...

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