Política sin romance

Jaime Bellolio
Sábado 26 de Noviembre de 2011


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Cuando algunos lo dijeron, se les acusó de querer debilitar el movimiento estudiantil, pero ahora que se hizo evidente hay que destacarlo: los líderes de dicho movimiento son otro grupo de interés más , que sólo vela por sus beneficios, y no por la calidad de la educación.
Giorgio Jackson todavía presidía a los estudiantes de la UC y declaraba que sólo estaba pidiendo más fondos basales para las universidades públicas, no la suya. Mientras que Camila Vallejo demostró en Tolerancia Cero que al final del día quería asegurarse el financiamiento para su institución pública. Nada menos altruista y más parecido al lucro que tanto descalifica.
Y como si fuera poco, va a Venezuela a pedirle al Presidente Chávez que se mantenga en la lucha porque lo necesita y, de paso, les da la espalda a los propios estudiantes venezolanos que están indignados con el ex militar golpista. La universalidad de la causa estudiantil es harto poco romántica y mucho más pragmática de lo que parece.
Así, uno reclama beneficios para las universidades que concentran sólo el 20% de los estudiantes, y la otra quiere instrumentalizar el movimiento para sus fines partidarios. Es decir, el movimiento estudiantil mutó desde partir con un diagnóstico e identificación con muchas familias, hasta terminar exigiendo beneficios para sólo unos pocos.
Sí, porque partieron pidiendo una mejor calidad de la educación, la evaluación de los profesores y que los costos no fueran una carga permanente para los estudiantes y sus familias; pero al poco andar caminaban de la mano con Jaime Gajardo -símbolo de la ausencia de calidad en la educación- reemplazando sus demandas por estar contra el lucro. Puesto el eslogan, continuaron agregando temas, para terminar hoy sentados en el Senado pidiendo más plata. No para mayor equidad o igualdad como reclamaban, sino que sólo para aumentar los aportes directos y sin rendición de las universidades públicas.
No resulta contradictorio ver que Camila Vallejo se comporta en el campo de los grupos de interés con los mismos criterios de maximización y satisfacción de los intereses individuales, que aquellos a los que critica. James Buchanan se ganó el Nobel de Economía con su teoría de la elección pública, resumida en la "Política sin romance", donde decía que la interacción entre las autoridades, parlamentarios y grupos de interés sigue la lógica de un "mercado" para la legislación, llegando a que habrá menos leyes y beneficios de interés general, y más leyes en pos de intereses particulares. Es esto lo que han demostrado querer los dirigentes.
Por lo mismo, tampoco es extraño que la Confech se mueva por su propio interés y que crean que sólo es público aquello que es de propiedad directa del Estado.
El problema es qué es lo que pasaría en nuestra legislación y políticas públicas si sólo nos dejáramos guiar por los grupos de interés o por quienes muestran más fuerza en las calles. No tan solo tendríamos políticas ineficientes, sino que, sobre todo, injustas y alejadas del bien común.
En esa lógica, no cabrían mayores recursos para los preescolares, puesto que ellos no están ni organizados ni salen a las calles, a pesar de que toda la evidencia es clara en mostrar que es allí donde se producen las desigualdades y donde es más urgente invertir. Tampoco lo habría para estudiantes de universidades privadas, centros de formación técnica e institutos profesionales, ya que ellos no son aceptados ni representados por la Confech.
Lo que está en juego es una visión de justicia. Mientras para los dirigentes parece ser la de beneficios individuales para pocos, la de la mayoría de los chilenos es que se avance en verdadera justicia y oportunidades para todos. Aunque a algunos dirigentes y grupos de interés no les guste.

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