por Francisco Mouat
"Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio,
es haberlo visto vivir". Fue lo último que dijo Borges frente a la
tumba de su amigo Macedonio Fernández un día de 1952, en la despedida.
El texto completo del discurso de Borges me lo envía un amigo: leerlo
-dice- ayuda a sobrellevar cualquier dolor o contratiempo, por
machacón que sea.
Borges afirma que un filósofo, un poeta y un novelista murieron con
Macedonio Fernández: "Fue filósofo porque anhelaba saber quiénes somos
(si es que alguien somos) y qué o quién es el universo. Fue poeta,
porque sintió que la poesía es el procedimiento más fiel para
transcribir la realidad. Fue novelista, porque sintió que cada yo es
único, como lo es cada rostro".
Siento lo mismo que sentía Borges de Macedonio respecto de hombres y
mujeres importantes en mi vida: felicidad de haberlos visto vivir o
verlos vivir. Basta experimentar este sentimiento para que la
superficie de esa palabra, felicidad, adquiera una nueva textura. "La
certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a
Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba, lo
recuerdo muy bien, para justificar las semanas".
Antenoche y anoche vi con amigos una conversación de Warnken con el
poeta argentino Hugo Mujica. Muy buena. Uno se entera de que Mujica
hizo durante siete años voto de silencio en un monasterio. Fue en esa
época de su vida que empezó a escribir. Antes pintaba. Volvió un día
de India, de un largo viaje, y se encontró con que su padre había
muerto. Mujica escribió un poema: "Hace apenas días murió mi padre,/
hace apenas tanto./ cayó sin peso,/ como los párpados al llegar/ la
noche o una hoja/ cuando el viento no arranca, acuna./ hoy no es como
otras lluvias/ hoy llueve por vez primera/ sobre el mármol de su
tumba./ bajo cada lluvia/podría ser yo quien yace, ahora lo sé,/ ahora
que he muerto en otro".
Hubo momentos de la conversación con Mujica en que él parecía, como
Macedonio, un filósofo, un poeta y un novelista. Me dejo llevar por el
eco de la conversación. Escuchan en un momento el sonido de la lluvia,
escuchan a Heiddeger leer en alemán unos versos de Hölderlin, Mujica
se emociona y se entusiasma, dice que el silencio no se cuenta, se
calla, y que es el escenario perfecto para escuchar y escucharse. Que
antes que hablar escuchamos. Que podemos vivir mecánicamente o
detenernos a escuchar lo que tenga para decirnos la vida. Que a la
máquina se le puede oponer el latido. Que cada latido es una
oportunidad. Que él pensó en un momento que lo más importante era la
paz, y ahora cree que es la gratitud.
Pienso en algunos de mis amigos. En uno que está físicamente lejos, en
Europa: no sé si ahora mismo en Madrid o en Zaragoza. Quiero ir a
agradecerle su vida, haberlo visto vivir, verlo vivir. Se lo he dicho,
pero preciso hacerlo ahora nuevamente. Me gusta pensar que la única
razón de peso que tengo para ir a España es verlo a él. Verlo a él y
leerle en voz alta unas pocas líneas, sé que unas pocas líneas serán
suficientes para testimoniarle mi gratitud. Y abrazarlo, por supuesto.
Y si se puede, ir juntos al cine, y al bar, y caminar, que a los dos
nos ayuda muchísimo. Pienso en otro amigo, nonagenario, duro y blando
a la vez, al que le debo un libro. Estoy escribiéndolo. Quiero
acabarlo pronto. Es mi manera de agradecerle. Comienza con una cita de
Norberto Bobbio: "Hay que apresurarse. El viejo vive de recuerdos y
para los recuerdos, pero su memoria se debilita día tras día. El
tiempo de la memoria avanza al contrario que el real: los recuerdos
que afloran en la reminiscencia son tanto más vivos cuanto más
alejados en el tiempo estén aquellos sucesos. Pero sabes también que
lo que ha quedado, o lo que has logrado sacar de aquel pozo sin fondo,
no es sino una parte infinitesimal de la historia de tu vida. No te
detengas. No dejes de seguir sacando. Cada rostro, cada gesto, cada
palabra, cada canto por lejano que sea, recobrados cuando parecían
perdidos para siempre, te ayudan a sobrevivir". Pienso en mis padres:
en grabarlos y escribir una pequeña historia de su historia. Aunque
sólo sean fragmentos sueltos de una biografía imposible, como todas
las biografías.
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