Llega El Ilusionista, el elogiado filme animado francés que peleó por el Oscar


go en decadencia se estrena en Chile el jueves 10 de noviembre.

por Rodrigo González
Diario La Tercera, martes 1 de Noviembre de 2011

Permanecía arrumbado en una bodega del Centro Nacional de la Cinematografía de París bajo el nombre de Tati, obra N°4. Había sido escrito en 1956 por Jacques Tati, el gran realizador y comediante francés, como una forma de exorcizar la distante relación con su hija Sophie. Otros dicen que se basaba en un secreto más oscuro: Helga Marie-Jeanne Schiel, a quien Tati jamás reconoció como su hija. Sin título y ambientado inicialmente en Checoslovaquia, el libreto llegó el 2000 a manos del director Sylvain Chomet, quien tardó 10 años en transformarlo en película. Chomet la llamó El ilusionista y fue considerada una de las mejores cintas del cine francés en el 2010.
El trabajo de animación de Chomet llega a Chile la próxima semana, precedido de un par de nominaciones difíciles de lograr para un filme extranjero en Hollywood: este año disputó el Oscar y el Globo de Oro a la Mejor Película Animada. Además, obtuvo el galardón a la Mejor Cinta Animada del Círculo de Críticos de Nueva York. Todo un logro para una obra que ni siquiera comulga con la animación digital y que usa la técnica de lápiz y papel, tal como aún lo hace el japonés Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro).
La crítica estadounidense fue particularmente benévola con El ilusionista y Roger Ebert, desde el Chicago Suntimes, la calificó como una película que bien podría haber firmado un "melancólico Miyazaki". Joe Morgenstern, desde The Wall Street Journal, fue aún más entusiasta: "Comienza como un acto de devoción y llega a ser algo -una fábula, un poema, una elegía- de una belleza etérea".
El francés Sylvain Chomet se hizo conocido en el 2003 cuando su película Las trillizas de Belleville fue nominada a los Oscar a Mejor Película Animada y Mejor Canción. No ganó, pero su estilo simple en la gráfica y con un humor peculiar llamó la atención en todos los lugares donde se exhibió, incluyendo Chile.
El ilusionista es una película deliberadamente más triste que Las trillizas de Belleville, pero en ambas permanece el afecto por una estética de vodevil anterior a la Segunda Guerra Mundial. Los animales otra vez cumplen un rol de primera: el perro con sobrepeso de Las trillizas de Belleville es reemplazado acá por un conejo irascible.
La trama se sitúa a principios de los 60: época de bandas emergentes y la primera televisión. Un ilusionista en decadencia sobrevive a duras penas en algunos clubes de París. Así que decide viajar a Londres para ver si el público es algo más respetuoso. No puede estar más equivocado: la escena emergente de rock llena los locales. Para salir del paso, va a buscar algo de suerte a Escocia. Allí tal vez encuentre interesados en los trucos de su viejo catálogo.
La referencia a la relación padre-hija es evidente cuando el mago se relaciona con Alice, una muchacha que lo admira, que cree en todos sus artilugios y que decide irse a vivir con él, sin besos ni sexo de por medio. Cada vez le va peor en sus actos, pero ni a él ni a ella parece importarles demasiado. Viven felices.
El guión original precedió en varios años a las películas que cimentaron la fama de Tati, entre ellas Mi tío (1958) -ganadora en Cannes-, Play Time (1967) y Trafic (1971). Dice Chomet que el realizador no se atrevió a transformarlo en película, pues se trataba de una historia muy personal. Su hija Sophie, poco antes de morir en el 2001, seguía convencida de que estaba dedicada a ella. Mientras que Helga Marie-Jeanne Schiel, a quien Tati tuvo durante la Segunda Guerra y no reconoció, pensaba que se refería a ella. Tal vez no importe demasiado: el protagonista de la película practica la labor de padre que el realizador no pudo en la vida real.

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