por Luis Larraín
Diario El Mercurio, sábado 1˚ de octubre de 2011
La obra se representa en varios escenarios, en Chile y el mundo. La trama es sencilla: un numeroso grupo de gente sufre penurias: sus pensiones se han visto rebajadas porque no hay plata para pagarlas , sus empleos se han cancelado por problemas presupuestarios, sus salarios no alcanzan para pagar la educación.
¿Qué hacer? Bueno, los ricos. Los ricos no están sufriendo estos problemas y podrían hacer un aporte para resolver el drama de sus compatriotas. Vamos entonces y les preguntamos: "¿¡Estáis dispuestos a pagar más impuestos!?", grita el coro de mil voces.
"¡Sí!", dicen los ricos. Incluso en algunas partes se han adelantado a ofrecerlo sin que les pregunten. ¿Qué otra cosa van a decir?
En Chile la obra se empieza a popularizar, tiene sus propios intérpretes, héroes que dirigen el coro y algunos villanos. En la versión local, el papel de los ricos está representado por el impuesto a las empresas. El coro grita: "¡Educación!".
Las empresas son ricas y pagan una tasa de impuesto a la renta que transitoriamente está en 20% y se supone debiera bajar a 17%. Dejémosla en 20%, total es menor que el máximo (40%) que pagamos las personas.
Lo advertimos, la trama es simple, casi infantil: final feliz y todos contentos. Si se suben los impuestos, el coro aplaudirá a rabiar. Sólo que los ricos no pagarán más impuestos: no hay nada más móvil que la riqueza. Quizás lo sabían desde un principio.
Pero junto a esta comedia se interpreta también en Chile una tragedia, que no tiene tanta atención del público y de los medios. Es la tragedia de los pobres.
Entre el 10% más pobre de nuestro país, apenas un 32% tiene trabajo. El porcentaje de mujeres que trabaja en el 10% más pobre llega tan sólo al 21%.
Un aumento del impuesto a las empresas no afectará a los ricos, sino a los pobres. Habrá menos inversión y menos empleos. Nada del otro mundo, el país no se vendrá abajo, seguiremos creciendo, sólo un poco menos de empleo. ¿A quién le importa?
Si la razón para hacer una reforma tributaria es resolver el problema de la desigualdad, lo peor es subir el impuesto a las empresas, menos aún en esta incertidumbre acerca del futuro de la economía mundial. Esto, porque la gran desigualdad de ingresos que existe en Chile (el 10% más rico gana 52 veces lo que el 10% más pobre) se genera porque los más pobres no tienen trabajo (el 86% del decil más rico sí trabaja). Allí está la desigualdad. De hecho, ésta baja sustancialmente (a 13 veces) cuando corregimos los ingresos para incluirles los subsidios que entrega el Estado a través de su red social. Ahí ya no somos tan desiguales.
La evidencia es clara en señalar que la herramienta tributaria es mala para redistribuir ingresos, es mucho mejor el gasto público. En Chile, Engel, Galetovic y Raddatz lo han demostrado. La aprobación del Ingreso Ético familiar es una buena noticia en ese sentido, el Gobierno está apuntando primero a las 170.000 familias más pobres, los indigentes que ni siquiera tienen para alimentarse. Luego premia también a las mujeres del 30% más pobre que obtienen un trabajo, incentivando así a la gente a salir de la pobreza.
"Momento", dirá alguien, "pero esto hay que financiarlo". El Ingreso Ético Familiar, los recursos adicionales para Educación.
Verdad, pero ya están financiados. Cerca de 1.800 millones de dólares por mayor precio del cobre que puede gastarse de acuerdo a la regla estructural, según dice el panel de expertos; más de 3.000 millones de dólares por el crecimiento económico, de los cuales sólo una fracción está comprometida por gastos recurrentes.
No se necesitan impuestos adicionales para financiar el Presupuesto 2012. No lo sabemos para más adelante. Podemos discutirlo cuando corresponda.
"Pero igual es bueno hacer una reforma tributaria para reducir la desigualdad; subamos los impuestos a las empresas; total, este Gobierno no es de los empresarios", dicen algunos. Volvemos a la comedia.
Si este Gobierno quiere tratar a los chilenos como niños, hará una reforma tributaria que aumente los impuestos a las empresas. Si actúa por convicciones, hará lo que le conviene al país.
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