por Liberty Valance
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 8 de Octubre de 2011
"El miedo actual surge y cobra fuerza en torno al Bicentenario
y el primer nuevo pavor, por tanto, es perder lo logrado, es decir,
lanzar al tacho de la basura y dilapidar más de 200 años de país.
Esto se comprime en algo muy palpable:
miedo a perder el Estado de Derecho.
Es un tipo de miedo muy habitual
entre montepiadas, pensionados,
retirados y jubilados, con y sin perseguidora.
Y es lógico que el primer miedo del siglo XXI
sea propio de viejo, porque Chile,
lo señalan todas las estadísticas,
se está convirtiendo en eso.
El concepto del Estado de Derecho no es simple;
al contrario, es múltiple y profundo,
de lo que se desprende un segundo dato:
es aburrido de explicar, ardoroso de escribir
y no digamos de escuchar o leer.
Es más atractivo, por ejemplo,
investigar el primer miedo del siglo pasado.
No fueron los viejos, en general,
pero sí en particular:
el miedo al Viejo del Saco,
cuyo origen es Colonial y está asociado,
probablemente, a la figura de Marcó del Pont.
Este mito, en su etapa más influyente y extendida,
superó las fronteras del mundo infantil
y alcanzó su mayor expresión intelectual en la sátira política.
El punto de vista ideológico proporcionó
el imaginario y de acuerdo a estos respiraderos,
las diez representaciones populares
más significativas y relevantes de esa figura mitológica,
fueron las siguientes: Nicanor Parra, Augusto Pinochet,
Patricio Aylwin, Carlos Altamirano, Hugo Rosende,
Volodia Teitelboim, Leopoldo Castedo, Clodomiro Almeyda,
Mónica Madariaga y Sergio Onofre Jarpa,
La mayor cultura y progreso social,
lamentablemente,
demolió este tipo de leyendas,
tan propias del país rural,
lento de movimiento y poco comunicado.
El nuevo siglo trajo ideas más complejas,
globalizadas y, por lo tanto, más temibles y poderosas.
Verbigracia: miedo a perder el Estado de Derecho.
Más que explicar su importancia
y en qué consiste, lo preferible
es saber una sola cosa,
porque no es necesario
saber nada más:
si se quiebra, sonamos.
Es lo mismo que los viejos piensan de sus huesos
("Se me quiebra la cadera y estoy frito").
Y se desesperan porque el Estado de Derecho
se deteriora y resquebraja a ojos vista y nadie hace nada.
En este contexto, se comprende
lo del alcalde Cristián Labbé,
que cuántas veces se despertó sudoroso
en medio de la noche y se irguió con esfuerzo:
pone el codo sobre el colchón,
sube el cuerpo gracias al punto de apoyo,
se sienta sobre la cama y después se levanta.
Mira al suelo y no ve sus pies, pero está parado.
Eso es el Estado de Derecho.
Es algo que no se ve, pero existe
y nos sostiene en la vida.
Sin Estado de Derecho
nos vamos al suelo
y no nos paramos más.
Pase lo que pase, el porvenir ya está escrito.
El 2023 habrá
tantos viejos como jóvenes,
y después del 2040, más
de los primeros que de los segundos.
En consecuencia,
el futuro lo construyen los jóvenes,
pero el miedo lo ponen los viejos".
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