Entre Estado y sociedad
por Joaquín Fermandois
Diario El Mercurio, Martes 06 de Septiembre de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/09/06/entre-estado-y-sociedad.asp
El exitoso santo y seña "¡No al lucro!" es también un puño que intenta
golpear a la educación privada. El argumento descansa en una
contraposición capciosa entre lo público y lo privado. Esto último
alude a una imagen de enclaustramiento mezquino, de sumas de familias
o individuos, cada uno buscando su norte donde mejor le acomode. El
problema es distinto. Cuando hablamos de educación, más allá de la
familia, dejamos de hablar de algo sólo privado. La educación se
efectúa entre muchos, lo que la hace parte del público. Cuando ello no
basta, es que ha entrado en acción el Estado, como sucede en el mundo
moderno. Eso ha sido también la historia de Chile. Asimismo, en
ninguna parte del mundo el Estado será suficiente en esta labor. Y el
Estado no es un ente aislado, sino que está inserto en la sociedad,
chilenas y chilenos en este caso, y es el juego entre ambos lo que
constituye la nación.
En la colonia era la Iglesia, una institución que era tanto sociedad
como Estado, la encargada de la educación, y a su requerimiento el rey
-el Estado- fundó la Universidad de San Felipe en 1738. En el siglo
XIX se fundó primero la Universidad de Chile en 1842, producto genuino
de una política pública de los gobiernos y que tendría un papel
central en la vida cultural del país. Luego, en 1888, se fundó la
Universidad Católica, a partir de una iniciativa de la Iglesia y de
católicos laicos, como actores de la sociedad con un fuerte propósito
público, y que a mediados del siglo XX ya era tanto una contraparte
como un complemento de la U. de Chile. En ese mismo siglo, grupos de
la sociedad, laicos y católicos, fundan tres universidades que
quedaron en un segundo y destacado escalafón: la de Concepción (1919);
la Católica de Valparaíso (1928); la Santa María (1931).
Entre los años 50 y 60 se desarrolló la creación de sedes regionales,
sobre todo de la U. de Chile. Y la totalidad de las universidades pasó
a ser financiada en un altísimo porcentaje por fondos públicos, lo que
produjo la distorsión de que el presupuesto para educación se
concentrara en las universidades, en desmedro de la enseñanza básica y
media.
La ley de 1981 -proclamada, es cierto, desde una altanería desdeñosa
de valores académicos- posibilitó un hecho elemental: que actores
sociales pudiesen fundar universidades a partir de fondos propios. Con
o sin fin de lucro, es algo secundario. Lo fundamental es la calidad,
y que los estudiantes no ingresen succionados por una publicidad
engañosa. El que ingresen a universidades surgidas de la sociedad, si
están acreditadas, no puede significar que esos estudiantes no
merezcan ninguna clase de apoyo público, ya que -por si a alguien se
le ha olvidado- ellos son chilenos, parte de un público. Sucede que a
raíz de la presente crisis ha llegado la hora de revisar a cabalidad
el actual sistema de crédito. Asimismo, sus profesores pueden optar a
fondos concursables, en especial si las universidades, públicas o
privadas, cruzan cierta valla de calidad. De este modo, pueden
aproximarse al nivel de las universidades complejas, cuyo modelo son
la U y la UC. Existen otras universidades públicas que se pusieron en
un nivel de vanguardia en términos chilenos: la Austral, la de Talca,
la Usach. Hay universidades privadas que se encaminan a esa meta.
Desde luego, ninguna puede pretender no dar cuenta por fondos públicos
recibidos, ni estar más allá de toda crítica.
La diferencia entre lo público y lo privado se distorsiona si lo
extraemos de la esfera donde se insertan Estado y sociedad, que es de
donde surgió la universidad moderna y que tiene su versión en la mismahistoria de Chile.
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