El relato estudiantil

El relato estudiantil
por David Gallagher
Diario El Mercurio, Viernes 23 de Septiembre de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/09/23/el-relato-estudiantil.asp

En un país en que tanto el Gobierno como la oposición han exhibido una
actitud más bien reactiva ante los hechos, una en que no se vislumbra
una clara visión de país, los dirigentes estudiantiles han desplegado
un impactante relato, y eso en parte explica su popularidad. Es un
relato simple -el joven tiene la ventaja de poder postergar su
inmersión en la complejidad de aquellos porfiados hechos que el adulto
procura desenredar con los impuros recursos del pragmatismo- y su
simplicidad es muy atractiva, porque reúne fines que suenan
inobjetables. Que tengamos una educación de calidad y gratuita, que
conduzca a un Chile más solidario, en que haya más amor, menos
egoísmo. Este llamado tiene una resonancia potente en una etapa de
nuestra historia en que hemos alcanzado una prosperidad jamás antes
vista, que produce satisfacciones pero también angustias, no sólo en
aquellos que, por pobres, no participan en el nuevo bienestar, sino
también en aquellos que descubren que comprar bienes materiales no
produce toda la satisfacción imaginada, además de generar deudas
onerosas. Por otro lado, los estudiantes han concientizado a la gente
en torno a temas puntuales. Los alumnos o apoderados agobiados por sus
altas deudas se sienten ahora con voz. Hay más conciencia de lo malas
y caras que son algunas universidades, y ya todo el mundo sabe que son
poco adecuados los aranceles de referencia, y que, en términos
internacionales, los aportes basales son escuálidos.

La merecida popularidad de los estudiantes los aleona. Pero tienen que
tener cuidado de no estirar demasiado la cuerda, porque parte de su
popularidad tiene que ver con su valentía y elocuencia, más que con el
detalle de cada una de sus propuestas. Los chilenos, por mucho que
sientan angustia por sus deudas, en general apoyan el modelo, y
aprecian los bienes que les ha brindado. Estarían felices, por el
momento, con una educación universitaria mejor supervisada y más
barata, que se pudiera financiar con créditos menos onerosos, y ésas
son cosas que ya parece tener en mente un gobierno que se ha vuelto
cada vez más flexible. Está claro que para los estudiantes ser
flexibles es difícil, porque hay algo en la pureza de sus sentimientos
que les hace pensar que transar es de gente miserable. Pero tarde o
temprano tendrán que ceder en algo, si quieren mantener su influencia.

Lo que podrían hacer, tal vez, es dividir sus postulados entre
aquellos que se pueden alcanzar ahora, y aquellos que podrían
perseguir en el largo plazo, sabiendo que hay límites a lo que puede
ofrecer el Gobierno en estos tiempos en que los recursos se vuelven
más escasos, debido a la crisis internacional. Una solución sería la
de acordar un paquete de medidas prácticas, y dejar para después el
tema del lucro en la educación escolar subvencionada; en la
universitaria, el Gobierno ya se comprometió a hacer valer la ley. Los
estudiantes podrían objetar que, conceptualmente, hay los mismos
conflictos de interés en los dos casos. Es sin duda por eso mismo que
el lucro en cualquier educación subvencionada es tan inusual en el
mundo capitalista. En Gran Bretaña, el gobierno conservador decidió
recién no permitirlo, tras estudiar la idea. Pero la lógica conceptual
no es el único factor en la gestación de políticas públicas. Cuando
hay tradiciones arraigadas en un país, cabe ser cuidadoso con actos
constructivistas que las desmonten, y en Chile hay una larga tradición
de colegios subvencionados con y sin fines de lucro. Por eso mismo,
nos merecemos un debate profundo sobre el tema, realizado con calma,
sin prejuicios; sin falsos temores de que lo que se hace en educación
afecta a otros sectores, pero sin soberbia constructivista.

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