Los archivos de Bisama‏

Chile no es más que un pequeño universo 
que implosiona en una perpetua catástrofe. 

Ahí, el pasado debe narrarse como un crimen, 
mientras que la ficción es sólo 
un envoltorio capaz de modular el horror, 
para sacar a la violencia 
desde las sombras de su propio mito, 
dejándola desnuda a la luz de la historia.

La ficción es un modo de recordar, 
de volver sobre lo que ya sabíamos 
para aprenderlo de nuevo, 
para mirar en sus zonas oscuras 
y conectarlas con el presente.

Que todo nuestro pasado sea un policial 
no deja de ser pavoroso: 
la historia misma se vuelve 
un hecho criminal, 
opera como una ficción pesadillesca.

Los cuerpos hablan 
y las marcas sobre los huesos son alfabetos 
que se pronuncian en un habla 
pavorosamente parecida a la nuestra.

Esos alfabetos bien pueden 
contar la historia 
del Chile de todos los tiempos
esa pesadilla que toma la forma 
en las viejas fotos  de amigos muertos 
y que ahora cargadas  de significados 
estallan tras los delicados silencios en la voz...

..y se anotan en las carpetas 
que llevan el nombre de los muertos 
y que se apilan hasta el infinito; 
que aparecen sobre el horizonte amarillo de los cerros 
que son cementerios y se susurran en las conversaciones rotas 
en las mesas de las familias que no saben cómo hablar; 
que están a la vista, insoportables, 
en los pelos pegados a los huesos 
de los muertos insepultos 
y en el polvo falso de las calles de tierra del pasado...

____

La memoria fragmentada, tal vez distorsionada 
y extractada de forma descuidada a partir de un reciente
texto de Alvaro Bisama en la última revista Qué Pasa

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