¿Existe el “Progresismo”, o es una ficción de los derrotados, que buscan a ciegas un calmante


La gran interrogante 
¿Existe el “Progresismo”, o es una ficción de los derrotados, que buscan a ciegas un calmante 
para sus adoloridas conciencias sociales? Después del trago amargo, después de aceptar 
gustosos o a regañadientes que la lucha de clases no era la mejor manera, que la economía 
planificada centralmente no era la mejor manera, después de la renovación, algo hay que 
decir, alguna etiqueta ponernos. Entonces, los antiguos izquierdistas ahora decimos que somos 
progresistas, algo así como que nuestras conciencias sociales son más limpias que las de los 
libremercadistas inmisericordes.  
Hay otros nombres. Economía social de mercado, tercera vía. Aceptamos el mercado ... pero 
el mercado tiene que estar al servicio de la gente, y no la gente al servicio del mercado. ¿Serán 
estas frases cataplasmas añejas para almas adoloridas, o existe una conceptualización que sea 
capaz de plantarse con seriedad frente al modelo avasallador que ha controlado la mayor 
parte de la economía mundial desde la caída del muro en adelante?   
¿Consiste el progresismo en ser más humanos, siendo los no-progresistas inhumanos? Esa 
tesis casi no vale la pena comentarla. La vida nos ha demostrado a golpes que personajes 
indecentes e inhumanos existen con similar frecuencia entre empresarios y políticos de 
derecha y de izquierda. Por ahí, la cosa no va. 
¿Es el progresismo una suerte de populismo con piel de oveja? Uno de los principales y 
crecientes problemas de la actual coalición de gobierno ha sido el divorcio entre los directivos 
públicos y un grupo importante de sus parlamentarios que recorren el país haciendo 
promesas imposibles … y reclamándole por la prensa al gobierno por no cumplirlas. Si por 
populismo entendemos adoptar medidas “populares” y gastar lo que no hay, a sabiendas que 
en el largo plazo seremos menos competitivos y que la cuenta la pagarán nuestros hijos y 
nietos, entonces los progresistas debieran huir de este tipo de tentaciones. Los estudios 
empíricos de medio siglo de experimentos populistas en América Latina, de todos los sabores 
posibles, militares, de izquierda o fascistoides,  han demostrado invariablemente que después 
de las inevitables crisis, los pobres han  terminado más pobres que antes. Miremos la 
hecatombe argentina, gracioso presente griego del peronismo populista, Chávez, Alan García 
…. pareciera que nunca aprendemos. 
¿Es el progresismo ser liberal, mientras “los  otros” son conservadores? Pensemos en las 
disputas por la ley de divorcio. Sin embargo esta dicotomía, siendo real, sólo da cuenta parcial 
de la discusión. Hay liberales de derecha y de izquierda, y en el seno de coaliciones 
progresistas existen corrientes que estarían claramente en el bando conservador en materia de 
la censura o del divorcio. ¿Qué mezcla de progresismo social con conservadurismo religioso 
vienen siendo los partidos demócrata cristianos del mundo? Volveremos más adelante sobre 
este tema.  
¿Ser un empresario progresista es preocuparse por el bienestar de sus trabajadores? Conozco 
algunas grandes empresas cuyos dueños no se denominarían precisamente progresistas, donde 
a los trabajadores les va bastante bien, se les consulta la opinión, y hay participatividad. Y 
más encima estos insolentes apoyan obras de caridad y fundaciones culturales, 
arrebatándonos así nuestras virtudes sociales.  
¿Es el progresismo buscar el desarrollo económico dentro del marco del libre mercado y el 
capitalismo, pero procurando la equidad social y la igualdad de oportunidades?  Por ahí 
suena mejor. La pregunta en este caso sería: ¿cuál es la ruta más efectiva para lograr 
2progreso económico con equidad social? Los derechistas, los no-progresistas, imperturbables 
y convencidos dirán  que la mejor manera es minimizar el Estado, minimizar los impuestos, 
minimizar las restricciones laborales, eliminar toda regulación innecesaria del mercado, y 
dejar que las fuerzas de la creatividad individual produzcan crecimiento económico, que al fin 
y al cabo le derrama a todos. No por nada la mayor parte de la propiedad de las empresas en 
el mundo capitalista está en manos de los fondos de pensión …. que en última instancia son de 
los trabajadores. La tesis de que ésta es una  patraña burda que persigue engañar a los 
desposeídos, mientras los empresarios se llenan  los bolsillos, no tiene asidero. Podrán a lo 
mejor estar equivocados, pero es ciertamente una tesis válida. 
Nosotros “los progresistas”,  diremos tal vez  que la manera de lograr equidad dentro del 
mercado es mas bien a la inversa, es decir, redistribuyendo el ingreso vía impuestos que se 
focalizan en gasto social, protegiendo los derechos de los trabajadores, y-o dándole al Estado 
un rol más significativo en la conducción económica. Podremos estar en lo cierto o 
equivocados, pero eso no nos hace ni más ni menos éticos que los no-progresistas o 
derechistas.  
En realidad, como veremos más adelante, la discusión de las “izquierdas y derechas” quedará 
relegada a la autopsia de las luchas del siglo XX, y las peleas que nos deparará el siglo XXI 
serán bien diferentes. La ecuación “progresista = izquierda” no es que sea errónea, 
simplemente no tendrá sentido en el futuro.  Llamarse derechista o izquierdista será tan 
anacrónico como llamarse pelucón o pipiolo. 
Progresismo viene de la palabra “progreso”. Según el diccionario, esta última significa 
“avance”, “desarrollo” y “mejora”, conceptos que  ciertamente dependen del cristal con que 
se miren. Por otro lado, es evidente que  el resbaloso concepto del progresismo es 
multidimensional, por cuanto pudiera expresarse  en políticas públicas, pero también en la 
vida cultural, empresarial, organizacional, y por último, en la forma, estilo y actitudes para  
abordar la vida a nivel individual. En lo sucesivo, nos concentraremos mayoritariamente en el 
ámbito de las políticas públicas, dejando para otros autores y otras ocasiones los restantes 
ámbitos.  
Una mirada a la historia y las tendencias mundiales 
Una buena manera de abordar estas interrogantes es revisando las tendencias mundiales que 
están marcando los inicios del siglo XXI.  Para ello, conviene recurrir a un autor 
norteamericano, halcón de halcones, que ha publicado un análisis histórico del último milenio 
del devenir de Occidente, sin mostrar la menor contemplación por el mundo subdesarrollado, 
y que plantea algunos espeluznantes escenarios futuros que valdrá la pena analizar en otra 
ocasión. Su nombre es Philip Bobbitt, quien ha sido  Director de Inteligencia del National 
Security Council y asesor frecuente de la Casa Blanca. Su brillante, pero a la vez latoso 
mamotreto de 900 páginas, “The Shield of Achilles”, proviene del  epicentro académico e 
ideológico del imperio. Siendo imposible tratar de resumir dicho texto en un par de páginas, 
nos limitaremos a aquellos elementos que dicen relación con nuestro poco visible Elefante.  
Sostiene Bobbitt, con prolijos análisis, que el siglo XX no fue un siglo de varias guerras, sino 
de una única “larga guerra” (epochal war) con distintos episodios, en la cual se confrontaron 
los tres grandes modelos que se disputaron el mundo: el fascismo, el comunismo y el 
capitalismo democrático. Esta guerra habría  comenzado en 1914 y terminado en la última 
década del siglo XX con la caída del Muro y la destrucción del imperio ruso, dejando como 
3modelo dominante el capitalismo democrático. Estados Unidos queda entonces como la 
potencia hegemónica mundial, cuya victoria se habría debido esencialmente a la mayor 
eficacia económica y tecnológica, que tuvo sus dos pivotes centrales en el armamento nuclear 
y la informática. Si no lo cree, piense qué hubiera ocurrido en el mundo si Stalin, Hitler o 
Hirohito hubieran desarrollado la bomba atómica antes que los norteamericanos
1
.  
Al finalizar esta “larga guerra”, como en el fin de otras “epochal wars” del milenio, según 
Bobbitt habrían ocurrido cambios constitutivos en la noción misma de Estado. El EstadoNación del Siglo XX, que proveía protección aduanera, educación pública, salud pública, 
pensiones públicas, electricidad pública, correo público, ferrocarriles públicos, y una verdad 
oficial en materia valórica, se desmorona casi por completo. Lo que en los años 50 se 
consideraba como “lo natural”, hoy es la excepción que requiere explicaciones. 
Se pasa entonces de un Estado-Nación que busca garantizar el bienestar de las personas, a un 
Estado-Mercado que no pretende garantizar este bienestar, sino que busca maximizar y 
garantizar la oportunidad que tengan las personas de lograr su bienestar … cualquiera sea la 
acepción individual de la palabra bienestar, puesto que ya no sería rol del Estado tener una 
verdad oficial respecto a lo que se entiende como bienestar. Se parece, pero no es para nada 
igual.  
Por cierto, y aunque duela aceptarlo, los “Chicago boys” asesores de Pinochet, en la década de 
los 70 y 80, fueron pioneros conceptuales en este cambio que arrasaría el mundo 20 años más 
tarde: su concepto del “estado subsidiario” era  precisamente (derechos humanos aparte) el 
que Bobbitt describe hoy como “Estado-Mercado”.  
Entonces, henos aquí nosotros, en la punta extrema de una zona extrema de un mundo que ni 
siquiera merece una página en el análisis de este halcón, tratando de dilucidar si nos gusta el 
viejo Estado-Nación, o el nuevo Estado-Mercado, o una tercera vía exótica y aun no 
inventada, con pedacitos de liberalismo, otros de altruismo, otros de “redistributivismo”. 
Parafraseando al antipoeta Parra ¿será que estamos tratando de confeccionar un embutido de 
ángel y bestia? ¿no estaremos tratando de aferrarnos a un viejo modelo de Estado-Nación que 
está siendo aplastado como cucaracha por las grandes potencias?  
Con razón andamos todos confundidos, más aun cuando en el mundo subdesarrollado, y por 
cierto en el mundo islámico, estas marejadas dejan en la playa una gran cantidad de pobres y 
miserables que ven la tormenta con desesperanza y odio. En África es desesperanza pura, ya 
ni para odio queda. En América Latina, los progresistas bien alimentados terminamos en el 
diván del siquiatra. 
Por cierto, en este nuevo mundo bobbittiano,  los “conservadores” tienen poco que hacer, 
puesto que el bienestar y los valores pasan a ser un concepto mucho más individual y mucho 
menos el dictado colectivo de una “cultura nacional”. Para muestra, basta ver la creciente 
legitimidad de los matrimonios gay o de la eutanasia en países de la esfera hegemónica. La 
Corte Suprema de Estados Unidos ya anunció que en el 2004 revisará si mantiene o no la 
palabra “Dios” en el juramento a la bandera. En el mundo industrializado se puede tener un 
                                                
1
Por cierto, quedará para la historia el averiguar hasta qué punto el colapso del modelo socialista se 
debió a causas endógenas, intrínsecas al modelo, y hasta qué punto se debió a la perversión stalinista. 
¿Es la Iglesia Católica equivalente a la Inquisición? ¿Es la Revolución Francesa equivalente a las 
masacres realizadas en su nombre? Pero… esto es ya es un pié de página, pues la derrota fue total. 
4matrimonio gay, ser ateo, neoliberal en materia económica, y esta feliz pareja estará 
clamando por la reducción de impuestos y el  achicamiento del estado benefactor. ¿Quién lo 
entiende? 
  
En el nuevo escenario, las nítidas fronteras geográficas comienzan a perder su importancia 
estratégica y jurídica. ¿Qué cultura nacional resiste el embate de internet y HBO? ¿qué 
sistema financiero nacional resiste los estornudos de Wall Street? ¿qué fábrica de juguetes 
resiste el embate de los productos chinos? ¿qué sentido tiene andar comprando submarinos de  
400 millones de dólares cada uno?  Hoy, la defensa territorial se hace menos importante, y se 
hace mucho más importante la capacidad para atraer personas talentosas y capital.  Es un 
mundo en que deberemos acostumbrarnos a que  toda frontera …. geográfica, conceptual, 
institucional, cultural y valórica se irá haciendo difusa.  Si un alumno en Perú recibe un 
diplomado en ingeniería que fue impartido vía Internet por una universidad americana, y 
luego le hace trabajos a distancia a un Call Center británico que está ubicado en Santiago, y le 
retienen sus impuestos en Londres, ¿es ése un ciudadano peruano en el viejo sentido de la 
palabra? Cada uno deberá encontrar su acomodo individual en esta borrosa jungla. 
Sigamos nuestra peregrinación en pos del Elefante. El inmisericorde Bobbitt nos plantea que 
en el nuevo milenio, el Estado-Mercado se ha estado perfilando con tres sabores diferentes, y 
que  los intereses encontrados de los bloques de estos tres sabores se constituirán a la larga en 
una nueva fuente de conflictos a escala planetaria. Habrá entonces tres “bloques borrosos”, de 
fronteras difusas, disputándose el mundo. 
El primero, el modelo fundacional, defendido e ideado por los halcones en la Casa Blanca,  los 
think tanks mal llamados “conservadores” (y los asesores de Pinochet, aunque es dudoso que 
alguien en el primer mundo los haya escuchado o leído),  es el Estado-Mercado-Emprendedor 
(Entrepreneurial Market State), cuyo exponente más nítido serían los propios Estados Unidos,  
la Inglaterra thatcherista, Chile de los 80 como caso extremo, y también el Chile del 2003 en 
varios de sus rasgos básicos. En este modelo, la creación de empleos es más importante que la 
seguridad en el trabajo, las grandes disparidades de ingreso son toleradas, se procura 
privatizar la educación y la salud, los impuestos se reducen, en suma, el estado benefactor se 
reduce al mínimo indispensable, bajo el supuesto de que eso detonará el crecimiento. La 
responsabilidad por ti y tu familia es tuya y de nadie más.  
Veremos más adelante que, aun después de 14 años de gobiernos de centro izquierda, las 
crudas cifras indican que en Chile seguimos siendo más papistas que el Papa.  De hecho, 
también veremos que Estados Unidos, en muchas  etapas de su desarrollo, ha sido bastante 
menos ortodoxo que Chile en la aplicación de este modelo. No debe sorprendernos entonces 
que un miserable punto de aumento del IVA sea, para los teóricos del mismo, un verdadero 
casus belli, una violación a los principios más sacrosantos y fundacionales . 
El segundo modelo es el llamado Estado-Mercado-Mercantil (Mercantile Market State), que 
postula un gobierno fuerte, subsidia importantes investigaciones de frontera para las 
empresas, ayuda a determinados sectores industriales, y mantiene una moneda devaluada 
artificialmente para fomentar las exportaciones, aun a costa de sacrificar el consumo interno. 
A la vez, procura proteger su producción local con medidas arancelarias o para arancelarias, 
hasta donde sus competidores y la OMC se lo permitan. Hay elaborados modelos de welfare, 
las disparidades de ingreso no son bien vistas, hay una ética de trabajo y ahorro. Los grandes 
conglomerados locales controlan la mayor parte de la economía, en franco contubernio con el 
gobierno. Es el retrato hablado de las economías japonesa, de Corea del Sur, y Taiwán, entre 
otras asiáticas. Como ejemplo, en los 60 el Estado taiwanés diseñó un plan a treinta años para 
5entrar al mercado de semiconductores … y hoy produce cerca de la mitad de los chips del 
planeta. “Industrial policy”. Apuestas por sectores, que horrorizan y provocan una mirada de 
desprecio a los economistas del primer modelo.  
Finalmente, tenemos el Estado-Mercado-Gerencial (Managerial Market State, en alemán 
Soziale Marktwirtschaft). Una sociedad cohesionada y elevados niveles de beneficio y 
protección social. La empresa privada es valorada … siempre que contribuya al bien social. 
Los sindicatos se sientan en los directorios, hay contratos colectivos a nivel nacional. El gasto 
promedio de estas economías en capacitación de trabajadores alcanza al 2% del PGB, 
comparado con 0.25% en el primer modelo. Los recargos al salario base son del 45% en 
Alemania, versus el 27% en Estados Unidos. Pero con estos poderosos sindicatos, oh sorpresa, 
los alemanes de la Mercedes Benz fueron capaces de engullirse a la Chrysler. Los niveles de 
impuesto son los más elevados de los tres sistemas, lo cual sirve para  financiar no sólo los 
gastos sociales, sino también para pagar los seguros de los altos niveles de desempleo  que el 
propio modelo genera. Este es el estilo “europeo”, con nítidos exponentes como Alemania, 
Francia y Suecia, y cuyos principios fundacionales también horrorizan a los economistas del 
primer modelo. ¡El gasto público del capitalista estado sueco constituye nada menos que el 
57% del PGB!  
Para simplificar lenguaje, de ahora en adelante llamaremos a estos tres modelos el 
“americano”, “europeo” y “asiático”. 
Comparando modelos 
Ya que los supuestamente “progresistas” nos estamos cambiando de traje y andamos 
haciendo “shopping” ideológico para ver si compramos alguno o nos mandamos a hacer uno a 
la medida, es prudente hacer algunas comparaciones numéricas, que arrojan luces sobre el 
éxito de estos tres modelos respecto del bienestar de sus habitantes.  
Si bien es peligroso extraer inferencias simplistas, ya que el desarrollo de los países obedece no 
sólo a reglas económicas sino también a múltiples causas históricas y culturales, el cuadro 
adjunto, que elaboramos a partir de diversas  fuentes, arroja datos iluminadores. El índice 
US$ PPP es el ingreso per capita ajustado por poder adquisitivo. El Indice de Gini refleja el 
grado de igualdad o desigualdad en la distribución del ingreso. Un valor de 100 sería una 
economía perfectamente desigual, y de 0 sería  una economía totalmente igualitaria. Si se 
compara el ingreso del grupo 20% más rico con el 20% más pobre, éste es 4 a 5 veces superior 
en los países avanzados “asiáticos” y “europeos”,  9 veces superior en USA, …. y 20 veces 
superior en nuestros pobretones países. Si el modelo americano es la ley de la selva, el chileno 
y sobre todo el brasileño (30 veces) es la ley de selva …. pero con caníbales.  
El modelo americano es el más avanzado en materia de ingreso per capita promedio para su 
enorme economía (aunque la pequeña, europea y gélida Noruega tiene el mayor ingreso del 
mundo). Los otros dos modelos, el “europeo” y  el “asiático”, que en el fondo no son tan 
diferentes, por cuanto en ambos hay una mayor participación del Estado pero con otros 
matices, han generado un ingreso  per capita comparativamente menor ….. pero con los 
mejores índices de equidad de la historia del  planeta. Tal vez en la prehistoria eran más 
igualitarios. 
6   % riqueza 
El más 
pobre 
El más 
rico 
Vive 
con 
menos 
de 
$2/día 
US$ 
PPP 
TIPO DE ECONOMIA 
 Indice 
de 
Gini  0-20%  80-100% (%)  ingreso 
 % 
Gasto 
público/ 
PGB 
Países de bajo ingreso (Bolivia, Paraguay)  51 3 55 42 3.300 16 
Brasil  61 2 64 26 7.300 39 
Uruguay  42 5 48 7 8.400 32 
México  53 4 57 38 8.400 20 
Chile  57* 3 61 9 9.200 21 
Modelo "americano" 
(USA)  41 5 45 0 34.000 33 
Modelo "asiático" 
(Japón, Corea)  28 9 38 0 25.000 27 
Modelo "europeo" 
(Francia, Alemania, 
Suecia)  29 8 38 0 24.000 45 
(*) Si se computa el gasto social durante los 90, este índice mejora de manera importante. 
Los “americanistas” dirán seguramente que no importa que los ricos se hagan más ricos, por 
cuanto los  americanos más pobres estarían mejor en términos absolutos, comparados con sus 
congéneres de Japón o Alemania. La “teoría del chorreo”. Sin embargo, un interesante 
artículo reciente de The Economist describe  los hallazgos académicos de Lord Richard 
Layard, de la prestigiosa London School of  Economics, que no es precisamente un reducto 
marxista. Incursionando en la psico-socio-economía, este trabajo demuestra en forma 
bastante contundente que los mayores ingresos no generan una  sensación psicológica de 
mayor bienestar si las disparidades de ingreso se hacen mayores.   
En otras palabras, cuando las disparidades son muchas, aunque aumente su ingreso (como ha 
sido el caso chileno), los más pobres se sienten “como gatos frente a una carnicería”, 
especialmente si los medios de comunicación les están refregando cotidianamente sus 
carencias. Su provocadora visión es que, en última instancia, no se trata de que los europeos 
trabajen demasiado poco, sino que los estadounidenses (y los chilenos) trabajan excesivamente 
y lo pasan peor. En definitiva, el bienestar es en realidad una combinación de ingreso con ocio, 
y en ese terreno, el puro ingreso  per capita sería una medida errónea del bienestar….. el 
comercio español no abre ni los Sábados por la tarde ni los Domingos, compartir morcillas 
con los amigos es más importante.  
En el caso latinoamericano, las “incomodidades psicológicas” ceden terreno a carencias 
bastante más acuciantes, ya que un 20 a 40% de la población vive con menos de 2 dólares 
diarios. Las mejores cifras latinoamericanas son la uruguaya, con el 7%, y la chilena, con el 
79%.  Brasil tiene el dudoso honor de tener uno de los más altos porcentajes de gasto 
público/PGB … que a los pobres no les llega ni por casualidad pues su índice de Gini es un 
verdadero desastre. Eso ocurre cuando grupos corporativistas de la clase media y alta, así 
como las megaburocracias,  se  “apoderan” del gasto público sin producir ningún beneficio 
económico ni social. Lo terrible es que además defienden su prebenda a brazo partido en 
nombre del progresismo, la justicia social, la izquierda, los derechos de los trabajadores y de 
las hijas solteras ya cuarentonas de soldados fallecidos hace 30 años. 
Escogiendo modelo 
¿Existe entonces nuestro criollo Elefante  “Progresismo”? ¿Es una novedosa teoría, o es 
simplemente una reacción visceral de los derrotados … un espejismo? La verdad, equivocarse 
de nuevo ya sería mucho, ¿no? Antes de elegir platillos del menú, conviene reafirmar algo que 
mencionamos anteriormente: los principios  orientadores del desarrollo económico y las 
políticas públicas no se pueden aplicar mecánicamente, en cualquier país. Hay un origen 
histórico, una cultura, una idiosincrasia, una realidad política que obliga a la adaptación 
local. Me estoy pronunciando en este caso por el progresismo con empanadas y vino tinto, no 
necesariamente con tacos ni con “feijoada”. Más aún, en el borroso siglo XXI que se nos vino 
encima, el viejo concepto de “firmar los libros sagrados” de adherencia intelectual al 
marxismo, al neoliberalismo o al progresismo desaparecerá, y habrán adherencias ideológicas 
más locales, vagas y confusas. 
En forma previa a la definición de nuestros “postulados progresistas”, es pertinente dar 
cuenta de algunas realidades políticas, culturales y de “sensación estomacal” del mundo 
latinoamericano y chileno, muy diferente a los países industriales desde donde emanan estas 
nuevas megatendencias. Para ello, resulta útil  revisar la encuesta Latinobarómetro, donde 
compararemos los dos países más competitivos de la actualidad con el promedio 
latinoamericano: 
(% de respuestas “Muy de acuerdo y De acuerdo”) 
AFIRMACIÓN 
(2003) 
Chile  México  Am. 
Lat. 
No me importaría un gobierno no democrático  52  63  52 
Confianza en los partidos políticos  13  10  11 
La economía de mercado es el único sistema para que el país 
llegue al desarrollo 
52  65  57 
AFIRMACIÓN 
(1997-2003) 
Am. Lat. 
1997 
Am. Lat. 
2003 
Confianza en el Presidente  39  31 
Confianza en el Poder Judicial  36  20 
Confianza en el Congreso  36  17 
Como puede verse, la cosa no está fácil, y el desánimo existente en Chile y el resto de la región 
respecto a la democracia, la economía de mercado, los partidos políticos y en general toda la 
institucionalidad que heredamos del siglo XX  es a lo menos preocupante …. y además va 
cayendo en picada. La alegría, claramente, no ha llegado. Mucha gente tiene celular, el 
ingreso  per capita ha aumentado, muchos van a los malls, pero…. algo huele mal. Una 
8eventual redefinición del progresismo debe hacerse cargo de estas tristezas o ciertamente no 
llegará muy lejos en materia de popularidad.  
¿Qué pasa entonces? ¿de dónde emanan estos efluvios de desconfianza y desánimo? Estando 
conscientes de la dificultad de la explicación, intentaremos una, y ella tiene que ver con que, 
cuando las personas estamos en una situación que es a la vez compleja e ingrata, tendemos a 
verlo todo de color gris. Las encuestas podrán preguntarnos por nuestro grado de confianza 
en cualquier institución y, en una suerte de depresión generalizada, daremos una respuesta 
negativa. Los elementos que provocan esta situación, que interactúan los unos con los otros, y 
que como en todo sistema complejo son a la vez causa y consecuencia, pueden describirse de la 
siguiente manera: 
1. Pérdida de “proyecto integrador”. Se nos acabaron las epopeyas. Nadie tiene cuento que 
contar, que seduzca a los más jóvenes con una gloriosa visión de futuro. Antes, teníamos 
revolución en libertad, lucha del proletariado, guerra contra el comunismo, recuperación 
de la democracia. Ahora, la visión trascendente de futuro pareciera estar en lograr que 
más gente acceda a los mall y se compre un celular, ... y no resulta particularmente 
atractiva.  El concepto del bien común desaparece frente a la lógica implacable del bien 
individual, y nuestra sensación de soledad, pérdida de capital social e indefensión 
económica es muy grande, especialmente para los que están “como gatos frente a la 
carnicería”. 
2. Banalización mediática y política. El “rating” como elemento de dirección esencial de los 
medios de comunicación masiva, asociada a la esclavitud de políticos y parlamentarios a 
estos medios, genera una suerte de circo permanente. La función propiamente 
parlamentaria se ve oscurecida por las  promesas espúreas y la obsesiva búsqueda 
mediática de los conflictos y las denuncias, que son altamente rentables a la hora de las 
elecciones. Esto podrá tal vez divertir y aumentar la circulación de la prensa,  pero 
termina generando una enorme sensación de desconfianza en la ciudadanía. La “gente”, al 
fin y al cabo, se reirá un rato pero tonta no es. 
3. Deficiente gestión pública, basada en la carencia de “accountability”, legislación obsoleta, 
designación de gerentes públicos inadecuados,  presiones corporativistas, y en definitiva 
mala calidad de atención a las necesidades de los ciudadanos. 
4. Señales éticas perversas. La combinación de financiamiento electoral oscuro, fuente 
primigenia de los incidentes de corrupción,  con la deficiente gestión pública que abre los 
espacios para las triquiñuelas, sumado a la escasa confianza en el sistema judicial, genera 
la sensación de estar a merced de las arbitrariedades de otros.  
Pérdida de proyecto 
integrador 
Deficiente gestión 
pública 
Señales éticas 
perversas 
Banalización 
mediática y política 
Desencanto ciudadano y 
pérdida de confianza en las 
instituciones
9Dicen que un gráfico vale más que mil palabras. A éste,  con seguridad, más de algún lector 
podrá agregarle nuevos rectángulos y flechas. Lo importante es hacer notar que el desánimo y 
la presente crisis valórica, poco consistente con los indicadores económicos objetivos, es una 
hidra de varias cabezas interconectadas, y sacaremos poco con ofrecer soluciones puntuales, 
como por ejemplo una “legislación de probidad”, para resolver el problema. Si lo hemos de 
lograr, la solución, la “propuesta progresista” que permita recuperar un proyecto integrador 
y la confianza ciudadana,  deberá ser necesariamente tan multifacética y compleja como el 
problema mismo. 
Partamos entonces por un “primer postulado”: si los países latinoamericanos han de lograr 
mayor bienestar económico y psicológico para  sus ciudadanos, deberán primero ordenar la 
casa, de manera independiente y previa a  optar por uno de los  tres sabores del EstadoMercado o bien inventar un cuarto y más latino sabor. Hay cuatro prerrequisitos para 
siquiera comenzar a pensar en postular al club de los países viables:  el primero es el respeto a 
la estabilidad democrática como pilar de la convivencia nacional
2
; el segundo es la 
mantención estable y sostenida de los equilibrios económicos y las libertades económicas, 
evitando a toda costa los dañinos arranques populistas y alteraciones ficticias de precios reales 
que periódicamente nos arrasan; el tercero es la minimización de la corrupción tanto en la 
esfera pública como en la judicial y la privada.  
El otro prerrequisito indispensable es la mejoría radical en la administración del Estado, pues 
no se puede poner el 30% (en el modelo americano) o peor aun el 50% del PIB (en el modelo 
europeo) en manos de una burocracia a lo menos ineficaz, y en el peor de los casos corrupta, 
como ocurre en la mayor parte de esta vapuleada región, ya que quedaríamos mucho peor 
que antes. La reforma radical de la administración del Estado es entonces otro prerrequisito 
básico, doblemente necesario si es que se deseara optar por el estilo europeo de desarrollo.  
Aun faltando mucho en materia de reforma del Estado, de la salud, y de la educación, con 
niveles de desconfianza institucional similares a los de nuestros vecinos, y sin tener ni de lejos 
la mejor distribución del ingreso (Jamaica),  ni tampoco el mejor ingreso  per cápita (Costa 
Rica), Chile ha sido sin duda el país latinoamericano que más ha avanzado en materia de 
cumplir con el conjunto de los cuatro prerrequisitos arriba mencionados, lo cual explica 
nuestros excelentes índices en materia de corrupción y competitividad, bajo riesgo país, etc. 
Parecería entonces que tenemos la mejor potencialidad de la región de continuar con un 
crecimiento estable, libre de sobresaltos mayores, y con una convivencia a lo más amenazada 
por algunos parlamentarios mediáticos viviendo el reality show de la semana. En mi modesta 
opinión de economista aficionado, el crecimiento estable y sostenido de Chile NO se debe a 
nuestro estilo “extra-americanista”, más papista que el Papa, sino mas bien a que hemos sido 
los “muchachitos serios del barrio” que han hecho razonablemente sus tareas en estos 
ámbitos. 
                                                
2
Uno de los comentaristas de este texto me hizo  notar que, desgraciadamente, en el mundo parece 
haber una importante correlación positiva entre gobiernos autoritarios y desarrollo económico; y 
además, a la ciudadanía latinoamericana no pareciera importarle demasiado el valor democrático si es 
que se pudiera solucionar su pobreza.  Otra comentarista refuta: lo que pasa es que solo podemos ver 
dictaduras que tienen buenos resultados económicos, porque las otras caen. En cambio, vemos 
democracias con crecimiento y democracias sin crecimiento. O sea, es un problema de selección. Por lo 
demás, cuando superan un cierto nivel de desarrollo, las dictaduras se hacen insostenibles y se 
convierten en democracias. Por ello, me resisto a creer que en la actual depresión valórica un modelo 
autoritario pueda proporcionar una solución autosustentable y de largo plazo a esta compleja situación. 
10Durante los 60 y 70, Chile fue un pequeño laboratorio mundial de la lucha entre los imperios, 
y el costo lo pagamos con creces y con vidas.  Luego, con Pinochet nos convertimos en un 
laboratorio mundial del modelo americano in extremis, y el costo lo pagaron los más pobres 
con creces, aun en épocas de crecimiento. Hoy, si se observa con detenimiento, casi todas 
nuestras discrepancias internas y partidarias al interior de las coaliciones de gobierno y 
oposición, en materia de políticas sociales y económicas, son una combinación de las 
divergencias entre los tres modelos básicos que se disputarán el mundo en el futuro previsible, 
con algunos resabios nostálgicos del Estado-Nación del Siglo XX, y probablemente 
continuarán siendo el eje de nuestras controversias político-económico-sociales por los 
próximos 20 años.  
Culinariamente hablando, las propuestas políticas de los diversos aspirantes al poder se 
centrarán en torno  a los porcentajes de los cuatro ingredientes básicos que deberá tener la 
sopa: viejo estado-nación, y nuevo estado-mercado en sus modelos americano, europeo o 
asiático. O sea, originales, lo que se dice originales…. no somos ni lo seremos.  
¿Que sería entonces el progresismo en el Chile de inicios del siglo XXI, en mi propia y muy 
debatible interpretación personal? 
1. El “primer postulado progresista”, como ya dijimos, es tener una vocación  sincera por 
reafirmar y defender los cuatro prerrequisitos básicos arriba descritos: a) estabilidad 
democrática; b) sanidad y estabilidad macroeconómica, con respeto a la libre competencia 
y sin permitir abusos monopólicos; c) solidez ética y transparencia; y d) un aparato 
público eficiente. Esto probablemente lo  defenderán, con más o menos ganas, de los 
dientes más para afuera o más para adentro, casi todos los partidos del espectro político, 
de casi todos los países. 
2. El “segundo postulado progresista”, y aquí comienzo a apartarme del consenso universal,  
es el “liberalismo”, entendiendo por ello una reafirmación de la tolerancia valórica. Cada 
quien debe ser libre de hacer con su vida sexual, matrimonial, religiosa, étnica, económica 
y cultural lo que le de la gana, siempre y cuando estas ganas no atropellen los derechos de 
los demás.  Por cierto, la frontera entre  liberalismo y conservadurismo es otra borrosa 
línea, que la sociedad deberá administrar  con sentido común. Yo puedo como liberal 
proponer una ley de divorcio, pero no me parecería progresista autorizar en nombre de la 
libertad de expresión que se queme una efigie de la Virgen en la Plaza de la Constitución. 
De paso, no nos engañemos, esta isla llamada Chile todavía tiene severos ribetes racistas, 
xenofóbicos y clasistas, heredados de una  arcaica aristocracia rentista. Eso se llama 
intolerancia, y creo que debemos ser muy intolerantes con la intolerancia. 
3. El “tercer postulado”, (aquí algunos de mis amigos, socios y colegas empresarios van a 
clamar horror y poner el grito en el cielo), es que la inmoral  y estructural inequidad de 
Chile en materia de educación y salud no se va a resolver con meros llamados a ser más 
eficientes ni a privatizar estos servicios. Qué duda cabe, mayor eficiencia es 
imprescindible, … pero la plata no va a alcanzar ni de chiste. Los números simplemente 
no cuadran. Si yo pago 200 dólares mensuales por un razonable seguro de salud privado  
para mi familia (que no me lo cubre todo), y pago más que eso por la educación de sólo un 
hijo en una buena escuela, y para una  buena parte de los chilenos ese es su  salario
mensual…. ¿por dónde?  
Yo estaré feliz de pagar más impuestos, y llevar la carga tributaria de Chile a niveles más 
cercanos a las cifras de Japón o Estados Unidos (ya no digamos a las europeas), con tal de 
11resolver estas lacras en un programa a 10 o 15 años plazo, para tener buenos profesores,  
institutos pedagógicos de clase mundial  para formarlos, buenas instalaciones 
hospitalarias, recursos adecuados de gasto corriente, un retiro digno para muchos 
profesores que lamentablemente ya no tuvieron ni podrán tener la formación necesaria 
para educar a nuestros hijos y nietos; pero….. en hospitales y escuelas que, contando con 
financiamiento público, sean autogestionados, responsables por sus resultados, con 
profesionales y directores elegidos por concurso público riguroso y removibles si su 
evaluación de desempeño es lo suficientemente negativa, y  con usuarios que puedan optar 
por llevarse su bono de atención a otra parte si la calidad es mala. Eso me parecería 
progresista.  
No me parecería para nada progresista si esos recursos adicionales quedaran atrapados 
por gremios de la educación o la salud que  resisten todo intento de evaluación, que 
rechazan toda innovación en la gestión del sistema y que, en suma, despiden un 
preocupante aroma a la defensa de intereses indefendibles, a aferrarse al Estado Nación 
del Siglo XX, más que a un real interés por la  salud y la educación de los ciudadanos. 
Tampoco me parece progresista la defensa a ultranza de las rigideces laborales, cuando 
estas protegen derechos adquiridos por algunos en detrimento de los desempleados y del 
creciente número de personas que escogerán  para su vida combinaciones altamente 
flexibles e innovadoras de vida laboral, familiar y educativa. Eso no es ser progresista, es 
ser cavernario y conservador. Tampoco entiendo como progresismo el modelo que hasta 
ahora ha seguido Brasil, es decir, un gasto público astronómico, capturado casi en su 
totalidad por grupos de intereses creados, con una inequidad que nunca parece mejorar, 
compartiendo este dudoso sitial con Chile.  
4. Mi “cuarto y último postulado”, (aquí algunos de nuestros ortodoxos economistas van a 
gritar horror y poner el grito en el cielo), es que el Estado chileno debiera cumplir un 
razonable rol  en la articulación y fomento del desarrollo competitivo y exportador de 
Chile. Creo que el Estado chileno debiera  ser bastante más agresivo de lo que ha sido 
hasta ahora en convocar por separado a cada uno de los sectores y clusters de la 
economía, identificar junto con ellos las principales obstrucciones normativas, 
tecnológicas, de redes comerciales internacionales, de capital humano, de marca país, y 
trabajar conjuntamente, cofinanciando activamente la labor de levantamiento de esas 
obstrucciones a nuestro progreso productivo.  No estoy proponiendo “escoger sectores” 
(pick the winners), sino simplemente proporcionar un apoyo fuerte, rotundo, a todo sector 
o cluster productivo que demuestre el interés, el potencial y la capacidad de coordinación 
necesaria como para dar un salto. Sólo así podremos competir en el mundo y generar las 
cantidades de empleo digno y decentemente remunerado que este país requerirá. 
Una vez formulados (¿y aceptados?) estos cuatro postulados, una duda asalta. Nuestros países 
son bastante más pobres e inequitativos que los “modelitos” con que nos comparamos. Nos 
gustaría  alcanzar esos niveles de ingreso y equidad.  Pero ¿cuál será la mejor ruta para 
lograrlo, la ruta lógica al Everest del bienestar? Con los postulados uno, dos y cuatro, tengo 
pocas dudas, hay que aplicarlos en cualquier escenario o ruta de crecimiento, desde el primer 
momento. En el caso del cuarto, crecientemente me convenzo de que para un país pequeño 
como el nuestro, en la descarnada competencia internacional que existe, sólo será con un 
adecuado contubernio entre el sector público y el privado que podremos hacerla en grande. 
La duda está en el principio tercero, la dichosa carga tributaria …. allí es donde duele el 
bolsillo. 
12Algunos “americanistas” recalcitrantes dirían…. crezcamos antes, y preocupémonos por la 
equidad después. Es como decir que uno en lo personal primero tiene que invertir en cosas 
productivas, y después puede pensar en irse a la playa a descansar. No deja de tener cierta 
lógica, y entonces uno debiera continuar con el  tranco “extra-americanista”  que lleva Chile 
en materia tributaria, para después “darse el lujo” de aumentar la carga tributaria e 
invertirla en educación y salud. Pero me resisto a aceptarlo, por razones éticas y prácticas.  
La razón ética es cristalina … una cosa es escribir sesudos artículos para la prensa económica, 
degustando un capuccino, y otra cosa es sufrir viendo la patética educación que están 
recibiendo tus hijos, quedando condenados al rezago para toda la vida, o recibir cita en el 
hospital para tres meses más cuando te duele el hígado. Ahí te quisiera ver, amigo 
“americanista”, y preguntarte qué opinas. 
La razón práctica es de otra índole. Según los archi citados estudios comparativos 
internacionales del SIALS, 50% de la población adulta de Chile no entiende nada de lo que lee 
ni puede hacer razonamientos aritméticos elementales, y otro 28% entiende pocazo. ¿Será 
factible en el mediano y largo plazo competir contra Nueva Zelanda, Singapur, Irlanda u 
otros polos de atracción de capital y tecnología con esta base laboral? Sospechamos que no. 
Tomará más de diez años, un acuerdo político de gran envergadura con el poderoso gremio de 
los profesores, que facilite el recambio generacional de los mismos y la innovación en la 
gestión escolar, y un crédito internacional del orden de 10 billones de dólares si es que 
deseamos arreglar de veras este “pastelito”. ¿Cuándo comenzamos?  
En suma, si de trayectoria o ruta lógica se trata, no veo otro camino hacia el bienestar que 
aplicar los cuatro postulados desde el primer momento. Para reforzar esta idea conviene citar 
a Joseph Stiglitz, profesor de Columbia, e iconoclasta Premio Nobel de Economía, quien ha 
escrito recientemente:  
“Siempre me ha llamado la atención la diferencia entre las políticas que este país busca 
imponer sobre las naciones en desarrollo y aquellas que se practican en el propio Estados 
Unidos ….. donde el gobierno apoya activamente las nuevas tecnologías …. mantiene un 
eficiente sistema público de seguridad social … y garantiza la cuarta parte de todos los 
créditos … a la inversa, cuando desreguló las  Asociaciones de Ahorro y Crédito se 
produjo una oleada de quiebras bancarias …. Las economías en desarrollo deberían, mas 
bien, analizar con cuidado no lo que EEUU dice, sino lo que hizo en los años en que 
surgió como potencia industrial” 
Los comentarios salen sobrando. 
Epílogo  
En el turbulento siglo XXI  todo va a ser relativo …. incluso los modelos. La democracia, en 
su sentido más profundo e individual, provocará que las personas no sólo escojan modelos en 
forma colectiva, al estilo de los viejos partidos de antaño, sino que transiten por la vida en una 
continua y relativista reevaluación de éstos con distintos criterios. La adherencia a distintos 
modelos va a ser borrosa también, sin la frontera nítida que antes nos hacía decir: “como 
firmé los registros del partido XX, eso significa que compro los principios A, B y Z”. En la 
difusa lógica del futuro, alguien podrá ser  75% progresista y 25% no-progresista y todos 
vamos a entenderlo y (ojalá) respetarlo. Por ejemplo, un “progresista con sabor 
1314
                                                
demócratacristiano”  a lo mejor comulga con los postulados uno, tres y cuatro, pero no con el 
segundo, aquel del liberalismo valórico. 
Releyendo mis cuatro “postulados progresistas”, debo confesar que me huelen un poco 
aburridos, lateros, … poco heroicos. Despiden un cierto tufillo a prédica dominical: tolerancia 
a los demás, redistribución del ingreso, democracia, trabajo duro, ética, seriedad en la gestión 
pública, productividad, colaboración público-privada. Poca emoción y adrenalina ….. pero 
pensándolo bien, si uno mira la historia,  las grandes y emocionantes epopeyas militares, 
ideológicas y religiosas nos han dejado un montón de muertos de hambre, sufrimiento y 
cadáveres. Tal vez la epopeya chilena de la  primera mitad del siglo XXI sea simplemente 
lograr una sociedad equitativa, libertaria y productiva después de siglos de inequidad
3

En definitiva, y aceptando esta perturbadora relatividad, yo estaría escogiendo para Chile 
algo así como un prosaico modelo “progresista-liberal de países en vías de eurodesarrollo, con 
algunas gotas de salsa de soya”. ¿Será ese mi Elefante? ¿y el suyo, amigo lector? 
Agradecimientos 
Una versión preliminar de este manuscrito recibió certeras críticas y comentarios de Eduardo 
Engel, Elena Razmilic, Andrés Waissbluth, Francisco Valdés, Cassio Luiselli, Sergio Musa, 
Claudia Heiss, José Palma y Mario Valdivia. Como buen porfiado, no todas las acogí, por lo 
que deslindo sus responsabilidades, pero  los agradecimientos son muchos y robustos. 
Agradezco también a la Corporación Aire Libre por haberme invitado a escribir sobre un 
tema que, es menester confesarlo, comencé a abordar con escepticismo y terminó 
fascinándome. 
Como cierre festivo, agregamos una nueva estrofa a la poética inicial del Elefante, inventada 
por un estudiante de doctorado de la Universidad de Georgia, y citada por Henry Mintzberg 
en su provocador libro “Safari a la Estrategia”. 
El décimo como economista 
de inmediato el problema notó 
y como nunca había tocado a la bestia 
la falencia empírica evitó. 
Dijo él: “con toda su fuerza y su brío 
se lo describe mejor en un gráfico 
¡y a una curva se parece en verdad!” 
Noviembre, 2003 
mwaissbluth@igt.cl 
Este artículo es reproducible, reenviable, y republicable.
3 Otro comentarista de este texto me escribió, acertadamente: Los principios que mencionas podrían 
ser parte de la operacionalización de un sentido, pero no lo reemplazan y entiendo que por eso suenan a 
"poco heroicos". Compartiendo contigo la aversión a las epopeyas irresponsables, creo que es necesario 
poner vigorosamente arriba de la mesa que somos animales sociales, que nos encontramos en lo 
colectivo y que con una estrategia restringida a lo individual es imposible satisfacer nuestras 
necesidades básicas y menos una calidad de vida decente. Algo de eso está recogido en el concepto de 
"capital social", donde una capacidad de establecer confianzas entre miembros de la sociedad es clave 
para explicar la generación de bienestar, independiente del modelo de Estado que se trate.

1 comentario:

  1. UN ELEFANTE LLAMADO PROGRESISMO
    Mario Waissbluth
    Fundación Chile XXI, 2003
    http://www.mariowaissbluth.com/descargas/Un%20elefante%20llamado%20progresismo.pdf

    ResponderEliminar

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS