El Olvido que Seremos

El Olvido que Seremos
por Francisco Mouat 
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 6 de agosto de 2011

Ya somos el olvido que seremos. Lo escribió Borges en un poema con mucha historia, tanta historia que motivó incluso al colombiano Héctor Abad Faciolince a dedicarle un libro al poema que encontró en uno de los bolsillos de su padre muerto, asesinado en su país al caer la tarde del 25 de agosto de 1987 en la calle Argentina de Medellín: "Lo encontramos en un charco de sangre. Lo besé y aún estaba caliente. Pero quieto, quieto. La rabia casi no me dejaba salir las lágrimas. La tristeza no me permitía sentir toda la rabia. Mi mamá le quitó la argolla del matrimonio. Yo busqué en los bolsillos y encontré un poema".

Entiendo con nitidez el gesto de hurgar en los bolsillos de esa persona a la que amas, aferrándote a lo que encuentres. Yo lo hice con un menú de bajas calorías dispuesto para la semana que pronto comenzaba. Me aferré a esas pocas palabras para dibujar el mundo soñado por ella horas antes del fin.

Celebro que Abad se haya animado a escribir un libro, Traiciones de la memoria, buscando descifrar el origen y los misterios de esas palabras guardadas como un tesoro y una premonición: "Ya somos el olvido que seremos./ El polvo elemental que nos ignora/ y que fue el rojo Adán y que es ahora/ todos los hombres, y que no veremos".

Tantas muertes, tanta soledad, tanto silencio. Mi hermana menor, el hermano menor de mi padre, mis amigos, aquel padre, su madre, la hija de ellos. "Ya somos en la tumba las dos fechas/ del principio y el término; la caja/ la obscena corrupción y la mortaja".

Asistimos a misas fúnebres y luego nos vamos; a veces recordándolos, a veces sintiendo aquellos abrazos amorosos de consuelo que nos dimos en el cementerio para apaciguar el dolor que no se va, que vuelve, que nos recuerda a cada momento que estamos vivos, a veces distraídos o decididos a olvidar que somos: "No soy el insensato que se aferra/ al mágico sonido de su nombre./ Pienso con esperanza en aquel hombre/ que no sabrá que fui sobre la tierra./ Bajo el indiferente azul del cielo/ esta meditación es un consuelo".

Nos sucede a todos. Ni modo de arrancar. ¿Juego de cintura? Sí, claro. ¿Humor para alivianar la carga? Por supuesto. ¿Shakespeare para embellecer nuestro andar? Indispensable: "Estamos hechos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra corta vida se cierra con un sueño". Un sueño invisible. Restarnos cuando llegue el momento. Desaparecer. Borrarnos del mapa. Habitar un tiempo a los que quedan y nos conceden un espacio. Y luego esfumarnos hasta el fin de los tiempos, definitivamente.

¿Y el alma? ¿Dónde está el alma? El alma vive en aquella meditación que es un consuelo: pensar con esperanza en aquellos que vendrán y de los que nunca sabremos, como ellos tampoco podrán saber de nosotros. Pensar que habrá vida allí donde nosotros somos olvido.

Entretanto mis muertos se convirtieron en un árbol, una fotografía, una carta escrita a mano, un objeto en desuso, un certificado, una melodía. Fue su manera de sobrevivir. Escribo para ellos. Para que no se los lleve todavía el viento. Escribo de los que se fueron antes. Czeslaw Milosz: "Quizá la dedicación a la literatura no es otra cosa que una celebración permanente de la vigilia de los antepasados, una convocatoria de los espíritus con la esperanza de que por un momento se encarnen en nosotros".

A Facundo Cabral lo mataron a tiros la mañana siguiente a su último recital en Guatemala. Iba camino al aeropuerto, viajaba a Nicaragua a dar nuevos recitales. El empresario que lo había contratado, Henry Fariña, también fue acribillado, pero sobrevivió. ¿Por cuánto tiempo escucharemos a Cabral? ¿Con qué interés copiaremos sus mejores letras? ¿Sabremos alguna vez qué le ocurrió esa misma mañana a los guardaespaldas que custodiaban a Fariña? ¿Alguien se acordará de sus nombres siquiera? ¿Alguien sabe si esos guardaespaldas viven o lo que ocurrió es que hicieron su trabajo, por el que recibían una paga mensual, para que otro fuera el sobreviviente?

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