El lenguaje fluye como pintura,
a la manera del intérprete que se deja llevar
por la música y se olvida de la partitura.
Hay que revalorizar la belleza,
insistir en la emoción.
Equivocarse teniendo la razón.
Eludir la solemnidad de la afectación
porque es algo tremendamente torpe y ridículo.
Hay que dejarse llevar por la alegría
y dar rienda suelta a los afectos.
Es entonces cuando las cosas cobran sentido
y la lucidez no resultará tan dolorosa y desgastadora.
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Unas líneas leídas a partir de otras
de Natalia Babarovic, Rafael Gumucio,...
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