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Los cien mil y El Cairo por Gonzalo Rojas


Diario El Mercurio, Miércoles 06 de Julio de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/07/06/los-cien-mil-y-el-cairo.asp
 
Los cien mil han logrado convencerse de que su proyecto, por ahora, no
tiene techo.
 
No tiene límite en los números. Ésa es una de las características del
fenómeno que vivimos hace seis semanas: unos pocos miles llegaron a la
conclusión de que podían ser muchos, muchos más. Y acertaron, porque
hoy son al menos cien mil, sólo en Santiago. Y la otra coordenada es
que intuyen que su movimiento -sin que sepan en qué puede terminar-
ciertamente avanza hacia un punto en el que estarán en juego un todo o
un nada. Los cien mil se han ido potenciando tanto -en número y en
convicciones-, que su propia dinámica los empuja a más y a más: a más
personas y a más radicalidad. Aumentarán la presión.
 
Por eso mismo, se acerca la hora de una definición dramática. El
espectador puede dudarlo, pero los conductores de la movilización lo
intuyen, lo desean, lo buscan, lo están planificando. Hay un
cosquilleo en sus conciencias que les susurra: no importa si en julio
baja algo la tensión, porque del 11 de agosto al 11 de septiembre,
esto no lo para nadie. De la Alameda como lugar de paso a la Plaza de
la Constitución como destino final. El modelo El Cairo está
disponible; lo conocen y lo van a explorar a fondo.
 
Al frente, en el Gobierno, no parece haberse entendido la gravedad de
la situación. El Presidente afirma que "cuando se practica el diálogo
franco, firme, constructivo y leal, los hombres y mujeres de buena
voluntad logran superar sus legítimas diferencias y siempre alcanzan
acuerdos que dan frutos fecundos".
 
Bien dicho, sensato, pero... los cien mil no practican ese tipo de
diálogo; sus líderes no tienen buena voluntad; las diferencias que
invocan se saturan de ilegitimidad, y nada les interesa menos que
alcanzar acuerdos fecundos.
 
Y cuando a los cien mil se sumen todas esas otras fuerzas aún
parcialmente dormidas... Los mineros ya moviéndose, y los trabajadores
de la salud en lo peor del invierno, y los deudores de amplio espectro
por fin coordinados, y tres o cuatro teclas más, perfectamente
digitadas...
 
Es una pena tener que mirar las cosas así, pero peor es callarlas. O
el Gobierno entiende que se le viene un todo o nada, que la cabeza de
Lavín es sólo la penúltima, que El Cairo es un modelo de ruptura
final, o seguirá pensando que, al llevar los temas al Congreso, la
calle se calmará. Olvida, de paso, que la mitad de los parlamentarios
observa las movilizaciones con afecto, con nostalgia, y busca
encontrar en ellas su propio lugar.
 
Ciertamente, hay políticos en la Coalición que han entrevisto la
gravedad de la situación. Larraín ha propuesto, por eso mismo, la
incorporación de un partido opositor al gabinete. Pero lo que 50 años
atrás parecía ayudar a Jorge Alessandri, hoy no salva a Piñera. Ni los
radicales están disponibles, ni se podría gobernar con ellos, ni
lograrían aquietar la calle. Diseño al agua.
 
Como segunda opción, Longueira. Quizás en esta hora crucial el senador
tenga tanta claridad sobre lo que necesita el Gobierno como aseguró
tenerla para cambiar la directiva de la UDI. Se espera, entonces, su
plan de manejo de crisis, claro y fuerte. Porque si a la crítica no la
sigue ahora el proyecto, mejor habría sido dejar a la UDI en su
complaciente medianía. Hoy ya no se trata de relato, sino de rescate.
Si le harán caso o no, ése es otro cuento.
 
Queda siempre disponible, finalmente, el diseño de Allamand. Desde su
observatorio en el interior mismo del régimen, desde una posición
privilegiada que supo cultivar, es el único que puede influir de
verdad para que ahora, ya, se produzca un giro decisivo en el modo de
enfrentar la crisis.
 
Pero ¿podrá proponer los cambios necesarios sin implicarse como el
delfín del nuevo diseño?

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