Diario El Mercurio, lunes 4 de julio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/07/04/revista_del_campo/_portada/noticias/97D81C0B-0C17-4725-AAA5-7129889798ED.htm?id={97D81C0B-0C17-4725-AAA5-7129889798ED} Más de 36 millones de hectáreas están erosionadas en el país. En la IV Región se crean proyectos de forestación que buscan detener el "avance del desierto" y su daño a la productividad de los suelos. "Aquí se agradece cuando llueve", comenta un productor del vivero Illapel. Es que la lluvia es tan escasa en esa zona, que cuando ocurre, los agricultores están de fiesta. Más que nada, porque eso les permite guardar reservas para el verano, tiempo crítico, donde las temperaturas ascienden a los 35 ºC y la sequedad se siente a flor de piel. Illapel, capital provincial de Choapa, IV Región, es una de las zonas más devastadas del país no sólo por la sequía sino también por la desertificación. A nivel mundial la desertificación alcanza a un tercio de la superficie y afecta a más de 1.000 millones de personas. Por ello se creó, hace ya varios años la Convención de Naciones Unidas de Combate a la Desertificación (Unccd) en países afectados, principalmente africanos. Y cada 17 de junio se celebra el día mundial de esta lucha. Chile desde 1998 es parte de la Unccd, porque es uno de los países más afectados por la pérdida de productividad de sus suelos. Incluso, estudios del Ciren, del Minagri, informan que 36.895.000 ha están erosionadas. A ello se agrega que uno de los impactos del cambio climático sería precisamente el avance de esa desertificación hacia tierras agrícolas, hoy altamente productivas. "La desertificación en Chile es grave, de un nivel sólo comparable con el del África subsahariana. Sus causas se asocian a los procesos de deforestación, a los incendios forestales, a las malas prácticas agropecuarias y también, a los efectos del cambio climático", dice Wilfredo Alfaro, experto de la Corporación Nacional Forestal del Chile (Conaf) y Punto Focal Nacional de la Unccd. Es decir, si no se actúa el país perderá aún más capacidad productiva en su ya limitada superficie arable. Por esta razón, el Gobierno creó el Programa de Acción Nacional de Combate a la Desertificación llevado a cabo por el Minagri y la Conaf. En el período 2008-2009 se invirtieron US$ 134 millones por año en él, interviniendo 252.000 ha y ayudando a 54.000 pequeños y medianos productores. La IV Región, una de las más afectadas, presenta altos niveles de degradación que se acentúan cada vez más con las recurrentes sequías y lluvias torrenciales. Sus suelos están erosionados y escasos de cobertura vegetal, que aceleran este "avance del desierto" al resto del país. Por ello se están realizando grandes esfuerzos -principalmente en Choapa-, para frenar el problema, forestando y aplicando técnicas de conservación de suelos y agua. Aquí, algunos de éstos. Cerro Pajaritos Hace unos 40 años, este cerro de Illapel estaba completamente deforestado. No tenía nada más que tierra y algunos cactus. Cuando llovía era un desastre porque fomentaba la caída de lodo y piedras a la parte baja de la ciudad. Por esto se comenzaron a plantar árboles, pues al enraizar frenan el lavado de la tierra del cerro y ayudan a contener el avance de la erosión. Poco a poco, quillayes, algarrobos, pimientos, eucaliptos, espinos y otras especies, lo vistieron de verde. "Los beneficios los ha tenido el pueblo. Los árboles evitan que las aguas lluvia escurran cerro abajo, causando erosión, e inundando la ciudad", comenta Jorge Silva, jefe provincial de Choapa. El agua se infiltra a la napa subterránea gracias a unas zanjas situadas entre tres y seis metros de distancia. Además hay surcos, diques, muretes de piedra, caminos interiores y por supuesto, forestación. Todo se hizo con la ayuda de comunidades agrícolas, lo que además otorgó empleos en la zona. Hoy, ya hay 108 hectáreas forestadas. El paisaje cambió y la gente de la zona va al cerro a pasear o a practicar deportes. A futuro, incluso está la idea de hacer un mirador en la cúspide. "El próximo año se pretende forestar el lado B del cerro", revela Silva. Proyecto nipón Fue por allá por 1995, cuando un grupo de japoneses llegó a Chile para invertir en un proyecto de forestación y erosión de cuencas degradadas en zonas semiáridas del país. Eligieron terrenos de la cuesta Cavilolén, correspondientes a la comunidad campesina Las Cañas de Choapa. El proyecto se dio en el marco de un convenio gestionado por la Conaf y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (Jica). Si éste resultaba, los japoneses lo replicarían en su país. Prosperó. La idea fue recuperar la tierra degradada por las lluvias y el uso ganadero. A través de la forestación se trabajó el desarrollo del suelo. La forestación se dividió en tres: especies forrajeras para obtener alimento para ganado; especies resistentes a sequías para conservar los suelos; y manejo del bosque nativo. En total, se reunieron 53 hectáreas. "En cada una de ellas se invirtió $1 millón, porque las condiciones de suelo que habían eran demasiado pobres", comenta Alejandro Layana, técnico agrónomo y jefe de producción de plantas. Además se hicieron diques con tecnología nipona, característicos porque filtran el agua espesa, la devuelven al río y ésta al mar. "Así logran que no se pierda el agua y lo más importante, que no se desperdicie la tierra", comenta Layana. Se agregaron, además, zanjas de infiltración, surcos y canales de desviación. El convenio con los japoneses terminó el 2000, pero siguen viniendo año a año a ver cómo funciona. "Esta iniciativa sirve además, para que los productores de la zona sigan las técnicas llevadas a cabo en él y las puedan aplicar luego en sus propios campos", dice Layana. Único vivero Con una capacidad de 600 mil plantas, el vivero Illapel abastece todos los proyectos de forestación de la Conaf de la IV Región. De este sitio, se sacaron la mayoría de los árboles y plantas que poblaron el cerro Pajaritos o el proyecto Conaf-Jica. "Hay más de 60 especies, entre nativas y exóticas, y se producen unas 300.000 por temporada. En el corto plazo, se pretenden sumar unas 20 especies más", asegura Domingo Báez, administrador del vivero. En un comienzo, su fin era producir sólo especies forrajeras, pero luego se destinó para abastecer proyectos de forestación urbana, periurbana, y zonas erosionadas. A futuro pretenden construir un invernadero y un sombreadero para el verano, porque las temperaturas allí no bajan de los 30 ºC. Hoy cuentan con 24 trabajadores, principalmente mujeres. Ellas hacen todo el trabajo del vivero en forma manual, como la fertilización o el manejo de seedling, un sistema masivo de producción de plantas en bandejas de plumavit, que las hace más fáciles de trasladar. En promedio, obtienen unas 80.000, aunque todo depende del proyecto. Plantas en desechos Illapel es una zona minera por excelencia. El cobre y el oro son los recursos que se explotan, y que 'financian' la zona ya que otorgan trabajo a cientos de personas. Sin embargo, al haber tantas minas, hay también muchos relaves, que son desechos que quedan al explotar los recursos. Incluso es considerada una de las zonas más contaminadas del país por esta causa. De hecho, su presencia es evidente. Son enormes cerros de materiales que están por todas partes, mimetizándose con los cerros de verdad. El problema de los relaves es que cuando hay mucho viento se esparce su polvillo en la zona, pudiendo causar enfermedades respiratorias en la población. Para palear esta situación, la Conaf realizó estudios para determinar si algunas especies podían prosperar en estos terrenos de desechos, muchas veces tóxicos. Al forestarlos, estabilizarían los suelos y frenarían este levantamiento de polvo. Hicieron parcelas de ensayo en el sector de El Almendro, donde se sitúan grandes relaves, que se plantaron con acacias y algarrobos. Las plantaciones se dieron bien y hasta el día de hoy, sirven de ejemplo para forestar los relaves que se van formando en otros lugares. "Lo ideal sería tener un proyecto de ley que obligue a las mineras a comprometerse a forestar los relaves que forman. De esta manera, compensarían el daño que causan", concluye Layana. Los incendios forestales son la causa número uno de la desertificación a nivel mundial. En el país, el problema es sólo comparable con la situación de África subsahariana. De Sahara a Chile Los Waterbox son contenedores que se recargan con el agua de las lluvias, las neblinas, el rocío y la humedad atmosférica y abastecen hasta por 270 días las raíces de las plantas, para que lleguen con sus raíces a zonas más profundas y así los árboles crezcan en zonas áridas, con una efectividad por sobre el 90%. "Permiten a la planta vivir en condiciones extremas y desarrollar la biología del suelo", dice Alfaro. Fue creado por el holandés Pieter Hoff y probado en el desierto del Sahara. En Chile, se ha implementado en las regiones Metropolitana y Antofagasta y se hará en Tarapacá y Coquimbo.
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