Humberto Giannini: "La educación está llegando al colmo de la insignificancia"

Entrevista Un filósofo con los pies en la tierra
por Juan Ignacio Rodríguez Medina
Diario El Mercurio, domingo 3 de julio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/07/03/artes_y_letras/artes_y_letras/noticias/E1E6AFE7-FA1A-4DDE-A787-5BCD9A66B520.htm?id={E1E6AFE7-FA1A-4DDE-A787-5BCD9A66B520}
 
Marinero en su juventud, bromista en medio de la dictadura. Se acaba
de lanzar un libro que festeja a este pensador chileno. Como en su
vida y obra, en este diálogo profesa y practica la vocación pública:
"un pueblo aburrido de sus dirigentes", dice, "puede ir al
caudillismo".
 
Lo de Humberto Giannini es fundamentalmente lo humano y lo demasiado
humano. Si Kierkegaard se consideraba "un espía al servicio de lo
absoluto", Giannini -que ha dicho sentir afinidad con el danés- sería
un colega de éste, pero al servicio de lo cotidiano. Se lee en su
libro "Desde las palabras" (1981): "Deseo ponerme muy cerca de la vida
-lejos del gabinete de estudio- a contemplar cómo transcurre lo
efímero, lo cotidiano, en el seno de lo eterno... Estar atento y
anotar".
 
Treinta años después de esas palabras, los ojos entrecerrados, incluso
apretados, y la leve y casi perpetua sonrisa le dan a Humberto
Giannini un aspecto incontrovertiblemente simpático. Una sonrisa que a
veces deviene en una risa pausada, sin estridencias, por ejemplo
cuando, posando para la fotografía de este artículo, su vecino le
grita: "Se ve muy bien".
 
En ese encuentro hay una pista de lo que es Giannini. Un hombre de a
pie -"quien va en auto no crea ciudadanía", piensa-, que si bien
encuentra "invivible" Santiago, tiene en Ñuñoa su pausa. Allí donde
todavía los niños juegan a la pelota en la calle (pichangas en las que
él hasta hace poco se metía) y donde de vez en cuando se junta con sus
vecinos a ver fútbol (es de la U). Y es que la vida no comienza con la
filosofía.
 
Filósofo de alta mar
 
Si bien nació en San Bernardo en 1927, Giannini creció y se crió en
Valparaíso. Allí hizo el colegio y allí reprobó el cuarto año de
humanidades "por flojo". A su padre, un hombre "muy estricto", el
asunto no le hizo gracia y lo conminó a trabajar: "Yo me piqué y
pensé, voy a tratar de irme de la casa". Viviendo junto al mar, la
opción estaba a mano, se inscribió en la escuela de pilotines y se fue
no más, a navegar durante un año y medio alrededor de América, desde
Ecuador hasta Buenos Aires, pasando por el Estrecho de Magallanes: "La
jerarquía es muy estricta", confiesa, "uno piensa que la marina
mercante es una cuestión relajada y no, es una cuestión casi violenta.
Todos los tipos defendían mucho su pega, de capitán a paje, y el que
pagaba todos los platos rotos era el pilotín... tenía hasta un nombre
apropiado", recuerda Giannini entre risas: "Pero en el fondo fue
hermoso y, claro, lo más hermoso es la soledad de la noche".
 
Terminada la formación práctica se retiró, terminó el colegio en un
liceo nocturno y se vino a Santiago. Entró a la universidad en 1953 y,
tras intentar con la psicología y desecharla porque "no quería ser
espía de los demás", estudió filosofía en el desaparecido Pedagógico
de la Universidad de Chile. Fue el puntapié inicial de una carrera que
en 1962 lo tenía como nuevo profesor de Introducción a la Filosofía y
que casi cincuenta años después lo tiene como Premio Nacional de
Humanidades y Ciencias Sociales, profesor emérito de la Casa de Bello
y director de la Cátedra Unesco de Filosofía. Eso y diecisiete libros
a cuestas.
 
-Su último libro es "La metafísica eres tú". Tras Nietzsche, Heidegger
y la posmodernidad, ¿aún es posible la metafísica?
 
"Claro, yo soy metafísico (se ríe). Pero no creo en una metafísica que
se dispara hacia el cielo o hacia el infinito, sino en una metafísica
que parte de experiencias personales. "La metafísica eres tú" quiere
decir que en mi relación con el otro, con la otra, está el principio
de la pregunta por el sentido de la vida. Entonces, sí, es simbólico:
la metafísica sí existe, pero en relación al otro".
 
-Usted ha dicho que el filósofo tiene que participar en la vida
pública, ¿a qué se refiere?
 
"A tomar posición, no solamente votar, sino pronunciarse sobre lo que
cree justo, sobre lo que cree injusto. No necesariamente una vida
partidista, puede llegar eventualmente, pero no es necesaria; pero la
vida pública sí, como el vecino que me saluda, y desde ahí una serie
de relaciones que me complican con la ciudad, y después con el país".
 
-¿Entonces el academicismo o tradicionalismo sería un gran pecado de
la filosofía en Chile?
 
"Lo que usted dice es un problema serio. Si nosotros miramos un poco
la historia de la filosofía en Chile vemos que -ahora no-, pero vemos
que el filósofo le manda cartitas a Europa para que lo publiquen allá,
y no lo publican nunca; o si le publican, eso es lo que le importa, no
su relación con los que piensan aquí, con lo que pasa también aquí;
tiene una relación directa con Europa y una relación indirecta con su
propio país. Eso es lo que ha pasado en Chile. Yo una vez dije, se
enojaron algunos, otros me dieron la razón, que en Chile hay
filósofos, y buenos, pero no filosofía. Cuando un filósofo es
puramente cultura, elegancia en el decir y no dice nada a nuestra
vida, ya no es filósofo".
 
Y si de vida pública se trata, para Giannini el golpe de Estado de
1973 fue "un mazazo". "Lo pasé muy mal", cuenta, "me llegaban
reprimendas, no me ascendieron durante mucho tiempo y me suprimieron
el departamento de filosofía del que era director (el de la sede norte
de la Universidad de Chile)". Pero había espacio para el humor. Un día
hizo llegar la noticia de que había una granada en los jardines de la
facultad. Llegó el Gope y al abrir el paquete efectivamente había una
granada... el fruto que Giannini había traído del patio de su casa:
"Ésa no me la perdonaron nunca", recuerda.
 
-Ya pasados esos años, ¿qué piensa del Chile actual?
 
"Mi opinión es muy vacilante. Es un país aparentemente sólido
económicamente, muy poco sólido políticamente, con una izquierda
bastante despedazada y una derecha con pocas ideas. La misma salida de
la gente a las calles es algo muy bueno, pero muy suelto. Yo soy
viejo, me acuerdo cuando González Videla se desprestigió, desprestigió
a la política y Chile amaneció con un movimiento popular totalmente
inconsistente, la escoba [de Carlos Ibáñez], que hizo la grande, dejó
la embarrada... la escoba. Un pueblo aburrido de sus dirigentes puede
ir a eso, al caudillismo, y lo hallo muy peligroso".
 
-A propósito de ese aburrimiento: ¿qué piensa del momento que vive
nuestra educación?
 
"No sé si con Lavín se podrá hacer algo, pero la educación está
llegando al colmo de la insignificancia. Yo todavía soy partidario,
dicen que es un mito, del Estado docente. Hoy la educación es mínima.
Es decir, ¿a qué tiene derecho quien nace?, a ser humano.
 
Pero si la educación se hace como algunas personas lo han propuesto,
"educar para trabajar", bueno, eso es lo más sórdido que puede
decirse. Se educa para alcanzar la dimensión de la humanidad; y eso
también es saber escuchar a Beethoven, saber leer el Quijote. También
la cosa técnica, pero sin echarla encima de lo otro. Por último el
trabajo es una forma de mostrar lo que se ha logrado, cada uno con sus
vocaciones, con sus intereses. Dese cuenta qué habría hecho yo en este
mundo que quiere educar para el trabajo, yo que quería estudiar
filosofía".
 
Lo que se dice de él en el libro
 
"Ha defendido sin pausa a la filosofía desde siempre, en sus libros,
en los diarios o en las proposiciones que ha hecho en ocasión de todas
las comisiones de reformas educativas de su país" (Patrice Vermeren).
 
"Un pensador contemporáneo afirmó que la tarea de la filosofía es
ayudarnos a enfrentar los problemas morales y sociales de nuestro
tiempo y hacernos más sensibles a la vida que nos rodea. Humberto
Giannini ha hecho eso entre nosotros. Es un filósofo de la convivencia
humana" (Maximiliano Figueroa).
 
"A mí me gusta el estilo literario de Humberto, normalmente sereno, a
veces nervioso, con destellos de emoción y hasta de humor" (Gabriel
Sanhueza).
 
"Las cosas a las que quiere estar atento desde las palabras son las
situaciones, hechos y procesos de nuestra vida tan habitual como
extraña: las situaciones siempre complejas y fluctuantes" (Eduardo
Fermandois).
 
"Humberto Giannini ha hecho de la escritura el oficio del pensador"
(Pavella Coppola).
 
"La filosofía, para Humberto Giannini, así como para cualquiera que
escriba un texto como la 'Breve historia de la filosofía', es para
todos" (José Santos Herceg).
 
"Al revisar la obra de Humberto Giannini se nos muestra la magnitud de
su empresa reflexiva. Los grandes temas metafísicos, gnoseológicos,
éticos y políticos son su objeto" (Jorge Acevedo).

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