Hay diez especies distintas en Chile y cuatro de ellas sólo se encuentran aquí: por Richard García Diario El Mercurio, miércoles 29 de junio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/06/29/ciencia_y_tecnologia/ciencia_y_tecnologia/noticias/E43FA937-D019-4C80-9E68-F385D5F71BBA.htm?id={E43FA937-D019-4C80-9E68-F385D5F71BBA} En el Día Internacional del Árbol, celebrado ayer, expertos revisaron la situación de estos representantes fundamentales del bosque chileno. Es el árbol dominante del bosque del sur de Chile. Cuando llegaron los españoles los llamaron robles por su parecido con su homónimo europeo, pero salvo la forma, no tienen mucho que ver. En realidad los nothofagus (falsos robles o robles del sur), sólo tienen parientes en Australia, Nueva Zelandia y Nueva Guinea, de la época cuando Oceanía estuvo unida con Sudamérica. En Chile hay 10 especies, de las cuales al menos cuatro (el roble de Santiago, el hualo, el coigüe de Chiloé y el ruil) habitan exclusivamente en nuestro país. El resto sólo se encuentra en los bosques de la Patagonia argentina. Paraguas vegetal Según destaca el geógrafo de la Universidad Católica Andrés Moreira, autor de la Geografía Botánica de Chile, son especies paraguas, pues al alero de ellas convive toda una flora y fauna asociadas. De ahí su importancia y la preocupación por conservarlas. Algunos Nothofagus son tan parecidos que sólo el ojo experto de un botánico puede distinguirlos. Pero hay diferencias importantes. El menos abundante es el ruil ( Nothofagus alessandrii ) ya que sólo habita en la costa de la Región del Maule y apenas quedan unos cuantos cientos en áreas protegidas, destaca Moreira. Los bosques de ruil fueron sustituidos por pinos y otros árboles más comerciales en el siglo pasado, cuando se desconocía su importancia como especie única. En la zona central el nothofagus más característico es el roble de Santiago, otrora típico del bosque de Chile Central. Hoy, debido a la sustitución de sus poblaciones por suelo agrícola y urbano y al desarrollo de plantaciones comerciales, sólo subsisten pequeños reductos en los cerros La Campana, El Roble (llamado así debido a su presencia) y Altos de Cantillana, donde existen áreas protegidas del Estado y también iniciativas privadas que velan por su cuidado. [Existen otros, como Altos de Chicauma, en Lampa, pero es verdad que son muy escasos.] Según advierte Moreira, es una especie altamente vulnerable, ya que bastaría un gran incendio forestal para acabar con su presencia. Otro roble del sur con problemas de conservación es el hualo ( Nothofagus glauca ) afectado por la las plantaciones de pino radiata y eucaliptus que han abundado en la zona al sur del Maule desde los años 70. En la zona austral el nothofagus dominante es la lenga. Uno de sus principales bosques en Tierra del Fuego estuvo a punto de desaparecer, durante la década pasada, con el proyecto Forestal Trillium . Pero finalmente el negocio fracasó y la zona terminó transformada en un área protegida privada. Más al norte, en Aysén, la lenga fue una de las principales víctimas de los incendios forestales que arrasaron con los bosques de esa zona durante el siglo XX. Juan Carlos Castillo, jefe del departamento de evaluación ambiental de Conaf, reconoce que es muy complicado calcular cuánto Nothofagus queda aún en el país. "En bosques de pocos metros cuadrados se pueden encontrar desde cuatro a cinco especies juntas", dice. Destaca que en algunas plantaciones del sur, especialmente del Maule y Biobío, nuevamente han comenzado a brotar especies en riesgo como el ruil y el hualo y las mismas forestales han optado por convertir algunas de esas áreas en bosque de preservación. Para Moreira el problema es el tiempo de recuperación. Explica que los robles chilenos demoran al menos 100 años en alcanzar un tamaño adulto y las lengas más de 150. Los más abundantes Los nothofagus más comunes del país son el raulí y el coigüe. El primero está presente en las áreas protegidas de la Región de La Araucanía donde se encuentran los bosques nativos más grandes de la especie, mientras que el coigüe es frecuente desde Bíobío al sur. Debido a su alta presencia y a que tienen uso industrial, no están clasificados bajo ninguna categoría de conservación, pero algunos expertos advierten que su sobreexplotación podría ponerlos en riesgo en el futuro.
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