Larraín en sus dominios

por Ignacio Bazán
Diario La Tercera, Domingo 5 de Junio de 2011http://diario.latercera.com/2011/06/05/01/contenido/la-tercera-el-semanal/34-71553-9-larrain-en-sus-dominios.shtml
 
Hace tres años, Carlos Larraín se compró las 96 mil hectáreas de la
estancia Cameron, en Porvenir. La visita cada dos meses. Vigila sus
ovejas, su lodge de pesca, los bosques de lengas. Habla con sus 45
trabajadores. Y cuando recibe invitados, maneja su camioneta y muestra
sus tierras sureñas. Así es el tour.
 
Carlos Larraín no para. Salta una cerca. Recoge escombros y los sube a
su camioneta. Luego se mete a un galpón de esquila y habla de las
máquinas que todavía funcionan y que son de principios del siglo
pasado.
 
Hace frío y en el galpón todo huele a oveja.
 
Larraín debiera estar fuera de su hábitat natural, pero no lo está. En
Tierra del Fuego, en su estancia de 96 mil hectáreas -14 mil
entregadas hace años a una forestal-, se ve incluso más cómodo que en
la política. "Me gusta esto, me apasiona", dice. "Sólo lamento no
poder venir tanto desde que me nombraron senador". Desde que entró al
Congreso en reemplazo del ahora ministro de Defensa, Andrés Allamand,
viaja hasta aquí sólo cada dos meses.
 
La estancia se llama Cameron, en honor a un inmigrante escocés que fue
su primer administrador hace más de 100 años: Alexander Cameron. Y
llegar no es fácil. Primero hay que aterrizar en Punta Arenas. Luego
manejar un par de horas hasta el paso más angosto del Estrecho de
Magallanes y cruzar 30 minutos en un transbordador. Ya en Tierra del
Fuego, son otras dos horas por caminos de tierra hasta Cameron. Eso es
lo que hace Carlos Larraín, aunque a veces hace trampa: para ahorrarse
unas horas, se toma una avioneta desde Punta Arenas a Porvenir.
 
Sus visitas son por cuatro o cinco días. Sus nuevos dominios, que
adquirió en el 2008, son vastos. Tiene un ancho de 10 kilómetros en la
zona que da al mar, frente al Estrecho de Magallanes. Luego, son 60
los kilómetros de profundidad, que llegan -según explican aquí- al
límite con Argentina. Cruzar la estancia a lo largo puede tardar hasta
una hora, por lo complicado y sinuoso del camino.
 
-¿Ves cómo crece el pasto en esa ladera?, pregunta de pronto Larraín.
Y se responde solo: "Está mucho más verde y tupido que el del vecino.
Él trabaja muy bien, pero nosotros estamos aplicando un método
diferente".
 
El método, que ayuda al medioambiente mientras Larraín hace dinero con
la ganadería para mantener la estancia, es su principal motivo de
orgullo. Y lo explicaría, entusiasta, horas después.
 
Son las 9 de la mañana y Carlos Larraín está acompañado por Kevin
Maclean, su hombre de confianza en la estancia. Larraín está listo
para llevarnos en un tour, manejando él mismo una embarrada camioneta
4x4. Antes de partir, pregunta si nos proveyeron de leña seca para
calefaccionar la cabaña donde alojamos. Decimos que sí. Que no hubo
problema con eso. Sólo que a las cinco de la mañana, las brasas se
extinguen y uno se despierta con el frío.
 
Maclean, su acompañante, tiene un aspecto de colono de otras épocas. A
sus 26 años, este chileno usa una barba larga, que es la extensión
lógica de su cabello desordenado. Maclean, fueguino de toda la vida,
estudió una carrera equivalente a Agronomía en Nueva Zelandia y a su
regreso empezó a trabajar en Cameron junto a Nicolás Larraín, hijo de
Carlos, quien echó a andar la estancia cuando la compraron. Nicolás
dejó la gerencia general de la estancia en mayo del año pasado para
asumir como socio en un banco pequeño y emergente. "No podía rechazar
la oferta", dice su padre. "Le encantaba estar acá, pero se tuvo que
ir".
 
Y Maclean se quedó como el número 1, haciendo el trabajo que hacía
Nicolás. Maclean representa la conexión con la Patagonia ancestral no
sólo por su apariencia física y su hablar cantadito: es descendiente
directo de Alexander Cameron. Lleva Tierra del Fuego en la sangre.
 
En la camioneta, Maclean explica que tres secciones dividen la
estancia Cameron. La primera es donde se encuentra la casa de Larraín,
la del resto de los trabajadores y las bodegas. Es una mini ciudad
donde viven 45 trabajadores estables, algunos junto a sus familias.
Esta área poblada tiene vista sobre el Estrecho de Magallanes. La
segunda sección está en una zona más alta y montañosa, con bosques de
lengas. Muchos árboles están torcidos por el fuerte viento austral. La
zona se llama Russfin y ahí es donde los animales pasan el verano para
evitar los calores de las zonas más bajas. La tercera sección se llama
Río Grande y es donde Carlos Larraín instaló un cómodo lodge de pesca
deportiva. "La misma que está en peligro por imprevisión, cosa que no
ocurre en el país del lado", reclama.
 
La noche anterior había llovido en Cameron. Pero en 10 minutos de
recorrido en camioneta, ahora esa misma lluvia se transforma en nieve.
Larraín parece acostumbrado a manejar en esas condiciones y no
disminuye la velocidad. Se acuerda del Presidente Piñera: "Le he dicho
varias veces que es impresentable que en Tierra del Fuego Chile no
tenga un camino que salga al Canal Beagle. Mientras los argentinos han
poblado esta zona y la han desarrollado, nosotros marcamos el paso.
Cada vez que puedo mencionárselo, lo hago. Lo tengo aburrido con el
tema".
 
Luego Larraín lanza los datos duros. En los dos quintos de la Tierra
del Fuego pertenecientes a la Argentina viven alrededor de 120 mil
personas. Hace 25 años habían 10.000 habitantes. En el lado chileno,
que es tres quintos de la isla, viven 7 mil y hay apenas 44 kilómetros
de caminos pavimentados en un territorio casi tan grande como Bélgica.
"Al lado de lo que han hecho los argentinos, la salida al Beagle es un
esfuerzo mínimo", dice.
 
A la orilla del camino, hay una oveja muerta que algunos caranchos se
encargan de picotear. Larraín aprovecha de contar que, desde que
compró la Estancia Cameron, ha ido subiendo la cantidad de cabezas de
ganado. Hoy son 46 mil. El negocio principal es la venta de lana y
carne ovina. Pero alrededor de un dos por ciento de ese ganado se
pierde anualmente. Y no precisamente por condiciones naturales.
 
Una de las principales causas de pérdidas es el robo. En un territorio
tan vasto, es fácil subir un par de ovejas a una camioneta y arrancar.
Según Larraín, le llegaron a robar 380 ovejas de una vez desde una
estancia vecina. "Un par de meses después me llamaron desde un
matadero para decirme que estaban llegando ovejas con nuestra marca.
La marca aquí es muy brutal, pero inconfundible: se les raja una
oreja. Odio esa marca, pero si pones crótalos plásticos te los sacan".
 
Por el camino se ven grupos de guanacos. Larraín continúa manejando
hasta llegar al lodge de pesca. La construcción principal es una gran
sala de estar con sillones y sofás de estilo clásico, dispuestos
alrededor de una gran chimenea. Dan ganas de quedarse a leer un libro.
Larraín está particularmente orgulloso de una lámpara colgante que él
mismo hizo con una antigua rueda de carreta y por una costilla de
ballena que adorna una de las mesas principales.
 
A Larraín le cambia el tono y se le llena la voz de orgullo cuando
habla del sistema que adoptó para explotar el campo. Dice que la
ganadería puede salvar al mundo del calentamiento global si es que se
usa el método que él sigue. Su gurú es Allan Savory, un biólogo
ambientalista de Zimbabwe que diseñó el sistema "holístico" de
explotación ganadera.
 
Viviendo en Africa, Savory comprobó en los años 50 que los terrenos en
los que andaban los animales en manada tenían una recuperación más
rápida de la tierra. Hizo mediciones y notó que la hierba crecía más
fuerte y más rápido. Cuando esos terrenos eran sujetos al sistema de
reservas naturales, urbanizados o se impedía el acceso de animales, se
empezaban a desertificar. La lógica ganadera de Savory es simple. En
lugar de tener esparcidos a los animales en un gran terreno, la idea
es tenerlos en un espacio reducido, que coman y "abonen" la tierra
como una manada africana compacta. Al terminarse los pastos, los
animales son cambiados a otra área donde se continúa el mismo proceso.
Y a medida que se va rotando la tierra, los pastos crecen mejor. De
esa manera, también se puede aumentar la cantidad de animales que se
puede tener por hectárea. Larraín quiere pasar de 46 mil cabezas de
ganado a 100 mil en tres años.
 
"Esta teoría de que el hombre es un estorbo en la naturaleza, yo no la
suscribo", dice. "Creo que la naturaleza y el hombre pueden convivir.
¿Cómo hemos llegado a ser 6 mil millones de habitantes? Conviviendo
inteligentemente. Pero en los últimos 50 años la contaminación
atmosférica y de los mares ha sido un espanto. Hay despilfarro
energético, qué duda cabe. Yo no soy de la ideología roji-verde, para
nada, pero comprendo que hay un hecho objetivo. Hay que buscar una
salida que no sea high-tech. Entonces, lo que tienes a mano es la
ganadería: con eso mejoras los pastos, combates la erosión, mientras
produces carne y lana y puedes ganar plata en el proceso, aunque esto
todavía no me ocurre. Muchos habían aplicado sistemas de pastoreo
regulado, pero hasta Savory nadie había comprobado que las praderas
naturales incrementadas eran un factor importante para capturar el
dióxido de carbono. Mi amigo, José Manuel Gortázar, trajo el sistema a
Chile".
 
Los días que Larraín pasa en Cameron son siempre de trabajo. Son días
en que se toman las grandes decisiones hasta su próxima visita.
Recorre la estancia y chequea si se ha avanzado en temas logísticos,
como la instalación de un cerco o la organización de un mini basural.
También le gusta jardinear en una antigua casa de planchas de zinc
levantada en 1920, que refaccionó junto a su señora, Victoria Hurtado.
En la casa de tres habitaciones hay muebles mapuches, una vieja rueca
para hilar y una gran mesa donde tiene una colección de revistas
internacionales, como Le Figaro o The Economist. Casi todos los
muebles, tanto de la casa como los del lodge, Larraín los ha traído de
ferias de antigüedades en Santiago. "Carlos tiene un excelente gusto",
dice su señora.
 
Hacer de Cameron un lugar más amable también pasa por la conectividad.
"En toda Tierra del Fuego, Porvenir, Cerro Sombrero y Cameron son las
únicas reducidas zonas con antenas para celular". No es raro ver gente
de otros lados hablando por celular a la orilla del camino.
 
Internet todavía no hay. El municipio de Timaukel, comuna a la que
pertenece Cameron, sí tiene. A pesar de que la municipalidad está
construida dentro de la misma estancia, no se les permite a sus
trabajadores entrar a las instalaciones edilicias para conectarse. Si
quiere mandar un mail, Kevin Maclean, el administrador de Cameron, se
ubica clandestinamente frente al edificio y agarra la señal de wifi.
Larraín no esconde sus roces con el alcalde PS de la comuna, Atilio
Gallardo: "El municipio podría ser un imán para atraer población, pero
no funciona así".
 
Larraín cuenta que la principal razón para comprar la estancia fue la
crisis económica de Estados Unidos, que hizo que los mercados del
mundo perdieran el control. "Había que poner los pies en la tierra",
dice. Que el dólar se encontrara desvalorizado lo tentó a contraer una
deuda en esa moneda. "Los bancos casi no estaban prestando dinero,
pero cuando se les presentaba un deudor solvente estaban contentos de
prestar dinero a tasa baja. Fue una coyuntura la que nos decidió a
comprar. Nos endeudamos en una moneda débil y compramos un pedazo de
tierra".
 
Cameron pertenecía a 21 personas que tenían título sobre estas 96 mil
hectáreas nominales. Nicolás Larraín se encargó de hablar con ellos.
Tardó como cinco meses en convencerlos a todos. Bastaba una voz
disidente para que el negocio no se hiciera. "Era un grupo muy grande,
entonces la tarea no era fácil", dice su padre. Al momento de la
compra, quedaban 17 personas naturales vivas. "Este era el caso
ejemplar de una propiedad sin un dueño efectivo. Había muchas cosas
igualitarias que los llevó a una parálisis y a tener dificultades
entre ellos. De a poco se fueron convenciendo de que más les valía
pasar por caja".
 
Al escuchar a Larraín, se hace notorio que el tema de la crianza de
ovejas le apasiona. No es raro que en una conversación empiece a
hablar con términos ganaderos. Habla, por ejemplo, de tasas de
parición efectiva. "Estamos en torno al 70% y en países donde esta
cosa se hace en serio están en torno al 100%. Esto significa que de
100 ovejas se obtienen 95 corderos".
 
Larraín dice que está optimista. Y con energías. Al día siguiente, lo
dejaría muy claro. De regreso a Punta Arenas, encuentro a su 4x4 a la
orilla del camino. Paro. Larraín me ve y me saluda. Pero no pierde
tiempo. Salta una cerca. Encuentra basura en el suelo. La recoge. Y la
tira una vez más arriba de su camioneta.

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